La vida de un seminarista que volvió a caminar tras una grave dolencia: "Tuve miedo de no poder hacer deporte"

La fe y el deporte son los dos soportes de Santiago Abella. Tras jugar un partido hace dos años, sintió un fuerte dolor abdominal que cambió su vida

La vida de un seminarista que volvió a caminar tras una grave dolencia: "Tuve miedo de no poder hacer deporte"

Redacción Religión

Publicado el - Actualizado

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Santiago Abella, de 27 años, es un seminarista mexicano residente en Chile que ama el deporte, especialmente el fútbol y el running. En 2019, le invadió el miedo de no poder practicarlos nunca más como consecuencia de una hernia en el abdomen que le obligó a tener que aprender de nuevo a andar.

Para Santiago, el deporte y la fe se complementan en su vida. No es especialmente técnico en el terreno de juego, pero como buen defensa, nunca da un balón por perdido. En 2014 tuvo que aparcar su 'carrera' como futbolista tras ingresar en el seminario, por lo que se centró más en el running.

En un primer momento, la intención era mantenerse físicamente. Pero en 2019 coincidió con un amigo en México, hasta donde regresó Santiago para realizar un trabajo pastoral, y le aficionó al mundo de las carreras y de las maratones.

“Empecé a correr, pero al principio me costaba seguirle el paso. Al quinto kilómetro no podía más. Con la constancia fui mejorando y le cogí gusto al nuevo deporte. Empecé a entrenar con él y a proponernos algunas metas para correr maratones. Corrimos una carrera de diez kilómetros, luego otra de doce y nos comenzamos a preparar una medio maratón de 21 kilómetros”.

Pero aquella preparación quedó truncada cuando regresaba de un partido de fútbol: “Tenía un dolor muy fuerte en el abdomen. Pensé que sería de un golpe con el balón o algo así, pero a los días noté un pequeño bulto. Fui al médico y me diagnosticó una hernia que había que operar. Hasta que no me lo quitaran, no podía hacer deporte”, explica.

Los planes del seminarista quedaron aplazados hasta su recuperación. Las semanas previas a la operación fueron de extrema preocupación: “Las viví con mucho miedo. Nunca he estado en el hospital o en un quirófano. No me daba miedo a morirme aunque lo pensé. Lo que más miedo me daba era imaginarme que nunca más podría volver a caminar, jugar al fútbol o correr. Me asustaba imaginarme la vida sin deporte”, confiesa.

La oración fue el principal apoyo de Santiago, lo que le proporcionaba paz en su corazón. Y así llegó el 3 de junio de 2019, fecha de la intervención. Acudió con amigos de su comunidad y su familia. La operación resultó ser un éxito. La sorpresa llegó cuando el médico pidió a Santiago que caminara, tras horas en la cama y todavía sin haber superado los efectos de la anestesia: “Pensaba que el doctor estaba loco, porque me dolía mucho”.

“Mi padre me tuvo que ayudar a sentarme en la cama. Sentí el dolor más fuerte de mi vida”, relata. Pero finalmente logró ponerse de pie y caminar unos pasos por el pasillo del centro hospitalario: “Pensaba que jamás volvería a jugar al fútbol ni a correr la media maratón que estaba pendiente”.

Pero la constancia y la paciencia hizo que Alberto Abella fuese progresando y aprendiese de nuevo a caminar. Al principio con ayuda de su hermano. Luego por sí mismo. Varios meses después jugó su primer partido de fútbol, aunque con precauciones: “Disfruté mucho”, precisa.

Un año más tarde, su mejoría fue tal que retomó los entrenamientos para correr la maratón de 21 kilómetros que estaba pendiente: “Pude hacerlo y fui impresionante. Una experiencia increíble. La fe y el deporte complementan lo que me enseñan. Me hizo pensar la manera en la que entiendo la fe. Me hizo recordar un episodio del Evangelio en la que Jesús se encuentra con Nicodemo. El fariseo no entendía por qué tanta gente seguía a Jesús y qué les prometía. Jesús le contestó que creer en Él significa nacer de nuevo”.

De toda esta experiencia vivida, Santiago Abella ha extraído tres conclusiones: “La fe significa aprender a caminar, pero acompañado. En segundo lugar que la fe es como volver a caminar en medio del dolor y de los miedos y, tercero,aprender a caminar hacia esas metas que nunca imaginamos lograr por nosotros mismos”, expresa.

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