Así recuerda Granada a los 16 mártires que son beatificados este sábado: "Nos ayudan a crecer en la fe"
Los nuevos beatos, sacerdotes de la archidiócesis de Granada en su mayoría, murieron asesinados entre julio y septiembre de 1936 como resultado de la persecución religiosa
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La catedral de Granada acoge este sábado, 26 de febrero, la ceremonia de beatificación de 16 mártires de Granada que fueron asesinados por odio a la fe en la década de los años 30 del siglo XX.
Los nuevos beatos, Cayetano Giménez Martín y 15 compañeros suyos, sacerdotes de la archidiócesis de Granada en su mayoría, murieron asesinados entre julio y septiembre de 1936 como resultado de la persecución religiosa en la que sufrieron personas, edificios e instituciones católicas.
ECCLESIA ha podido hablar con sacerdotes de Granada y familiares de los mártires que han subrayado la importancia de este día para toda la ciudad. D. Carlos Mario Villalobos es párroco de Santa Ana en Cádiar, pueblo donde vivió José Rescalvo Ruíz, uno de los 16 mártires que serán beatificados este sábado. José Rescalvo fue obligado a levantarse de la cama una noche de septiembre, enfermo e inválido y, mientras desde fuera cerraron la puerta para que las hermanas no pudiesen acompañarlo, lo asesinaron a los pocos metros. Antes tuvo el tiempo de afirmar: “Ustedes son testigos que si muero por ser sacerdote, muero con gusto y muero besando la marte del Señor, perdono a mis enemigos y deseo que me perdonen. Vosotras, mis hermanas, no lloréis por mí, mirad qué tranquilo estoy y ya nos reuniremos en el Cielo para no separarnos más”.
“Estamos de fiesta porque es una ocasión para celebrar lo que es la fe y especialmente aquí en la archidiócesis de Granada necesitamos, en los tiempos que vivimos, el testimonio de los santos y de los mártires que nos ayudan a crecer en la fe, a tener valentía en medio del mundo en el que vivimos, tan contrario a la fe. Un acontecimiento como el de hoy nos deja por un lado el testimonio de tantos hermanos, sacerdotes o laicos, un pueblo cristiano que a lo largo del tiempo ha entregado su vida por este mundo, y por el otro nos estimula a vivir nuestra fe y a entregar nuestra vida por este mundo que sufre tanto y que no encuentra la luz”, ha dicho el párroco de Santa Ana.
La gente mayor recuerda a José Rescalvo como un “hombre muy generoso, un hombre que nunca quiso hacer una carrera eclesiástica, él quería estar con la gente. Lo recuerda con ese carisma de cercanía y de entrega”. El testimonio de los mártires, según el párroco de Santa Ana “nos hace presente lo que Dios quiere hacer con nosotros: hacernos santos con nuestras debilidades, precariedades y, en medio de las dificultades, darnos la valentía y el gozo del Espíritu Santo que nos hace capaces de entregar la vida hasta el punto de derramar la sangre. El testimonio de los mártires es la contra-catequesis de lo que estamos viviendo hoy en día. Los santos crean una cultura que Europa ha rechazado”.
Don Juan Carlos Burgueño es párroco en Santa Catalina en el pueblo de Loja. Allí murió José Jiménez Reyes: “Una persona muy buena, muy querida por todo el pueblo”. El sacerdote pide a toda la sociedad no olvidar porque “encima de sufrir el martirio, el olvido es doblemente dañino y cruel con ellos”.
“En estos pueblos el tema de la religiosidad se está dejando y viene muy bien recordar que hubo personas que con valentía y fuerza dieron su testimonio con su propia sangre. Es importante que la gente vea que hay personas valientes que dan la vida por el Evangelio. En una sociedad tan especial como la que nos ha tocado vivir, donde Europa se ha vuelto loca y no sabemos hacia donde vamos, es bueno volver a los orígenes de la fe y recordar nuestra historia”.
José Jiménez Reyes fue detenido el 21 de julio y liberado el 23 por los que tomaron Loja durante unas horas. Fue entonces cuando lo animaron a que se fuese a Granada, pero él optó por permanecer con sus feligreses. De nuevo fue detenido el 1 (ó 2) de agosto cuando los perseguidores buscaban a otro sacerdote que también había estado encarcelado los días 21 al 23. Fue la denuncia de una joven lo que los llevó al Siervo de Dios. Antes de llevarlo a fusilar en el cementerio lo arrojaron varias veces a un lavadero público y lo pasearon por las calles con toda clase improperios.