Carta pastoral de Mons. Casimiro López Llorente: Los pobres están entre nosotros
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Queridos diocesanos:
Al final del Jubileo de la Misericordia en 2016, el Papa Francisco estableció que en toda la Iglesia se celebrara anualmente la Jornada Mundial de los Pobres. Era deseo del Santo Padre que “en todo el mundo las comunidades cristianas se conviertan cada vez más y mejor en signo concreto del amor de Cristo por los últimos y los más necesitados”. Nos llama a volver la mirada a la esencia del Evangelio y a mostrar nuestra caridad con las personas más pobres como reflejo de nuestra fe en Cristo.
El lema de la Jornada de este año, el domingo 14 de noviembre, son las palabras de Jesús: “A los pobres los tenéis siempre con vosotros” (Mc 14,7). Jesús las pronunció en el contexto de una comida en Betania, en casa de un tal Simón, llamado “el leproso”, unos días antes de la Pascua. Una mujer entró con un frasco de alabastro lleno de un perfume muy valioso y lo derramó sobre la cabeza de Jesús. Alguno de los presentes, –Judas, según el evangelio de Juan (Jn 12,4)–, afeó este gesto como un derroche y dijo: “Se podía haber vendido por más de trescientos denarios para dárselo a los pobres”. El propio Jesús responde con unas palabras que permiten captar el sentido profundo del gesto de esta mujer. Él dijo: “¡Dejadla! ¿Por qué la molestáis? Ha hecho una obra buena conmigo” (Mc 14,6).
“Jesús sabía que su muerte estaba cercana y vio en ese gesto la anticipación de la unción de su cuerpo sin vida antes de ser depuesto en el sepulcro. Esta visión va más allá de cualquier expectativa de los comensales. Jesús les recuerda que el primer pobre es Él, el más pobre entre los pobres, porque los representa a todos. Y es también en nombre de los pobres, de las personas solas, marginadas y discriminadas, que el Hijo de Dios aceptó el gesto de aquella mujer. En la expresión final, Jesús asoció a esta mujer a la gran misión evangelizadora: «“En verdad os digo que en cualquier parte del mundo donde se proclame el Evangelio se hablará de lo que esta acaba de hacer conmigo»” (Mc 14,9) (Francisco, Mensaje para la Jornada de 2021).
Hay un vínculo inseparable entre Jesús, los pobres y el anuncio del Evangelio. El rostro de Dios que Jesús revela es el de un Padre para los pobres y cercano a ellos: un Padre misericordioso, inagotable en su bondad y amor, que ofrece esperanza sobre todo a los más pobres y privados de futuro. Los pobres son además un signo concreto de la presencia de Jesús entre nosotros. Él mismo se identificó con cada uno de los pobres: con los hambrientos y los sedientos, con los forasteros y los enfermos, con los sin techo y los encarcelados. “Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”, nos dice Jesús (Mt 25,40). Olvidarlo equivale a falsificar el Evangelio.
Por ello mismo podemos decir que los pobres de cualquier condición nos evangelizan, porque nos permiten redescubrir de manera siempre nueva los rasgos más genuinos del rostro del Padre. Ellos tienen mucho que enseñarnos. En sus propios dolores conocen al Cristo sufriente. Es necesario que todos nos dejemos evangelizar por ellos y en ellos nos dejemos encontrar por Jesús. La nueva evangelización es una invitación a ponerlos en el centro del camino de la Iglesia. Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a compartir la vida con ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus hermanos y amigos, a escucharlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos.
También hoy los pobres están entre nosotros. Todos los días vemos sus caras marcadas por el hambre, el dolor, la marginación, la violencia, la droga, la soledad, la privación de la libertad y de la dignidad, la ignorancia y el analfabetismo, la falta de trabajo, el tráfico de personas, el exilio y la migración forzada. La pobreza tiene el rostro concreto de mujeres, hombres y niños explotados por la lógica perversa del poder y el dinero, por el egoísmo, por la injusticia social, la miseria moral, la codicia de unos pocos y la indiferencia generalizada.
En el actual proceso de oración y de reflexión de nuestra Iglesia diocesana para discernir los caminos que Dios nos señala para anunciar hoy el Evangelio hemos de escuchar a quienes viven en situación de pobreza. Los pobres están y viven a nuestro lado. Jesús sale a nuestro encuentro en los pobres, y nos habla con su situación, sus palabras y sus sufrimientos. La opción por los pobres es prioritaria para los discípulos de Cristo. En ellos, la caridad cristiana encuentra su verificación, porque quien los ama con el amor de Cristo recibe fuerza para el anuncio del Evangelio.
Con mi afecto y bendición,
+Casimiro López Llorente
Obispo de Segorbe–Castellón
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