Carta pastoral de Mons. Celso Morga: Navidad, la fiesta de la humildad
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Queridos fieles:
Ya se asoma el gozo de la Navidad en nuestro calendario gregoriano. Ya estamos preparando nuestro belenes familiares. Las luces navideñas alegran ya nuestras calles y plazas. La Navidad llega para que no perdamos la esperanza. El gozo de la Navidad no es alienante, no es superficial, no es evasivo, sino que es profundamente humano porque proviene del amor de Dios hacia nosotros y Dios es lo más auténticamente humano porque “nos hizo para Él y nuestro corazón no descansa sino en Él”, como decía san Agustín. Vamos a vivir una Navidad todavía no exentos de la pandemia del Covid, que nos acecha desde hace dos años. Por ello, con más razón, estamos llamados a vivirla con más esperanza, si cabe. Es necesario que los creyentes trasmitamos a todos los hombres y mujeres de nuestro tiempo esta esperanza de la Navidad, en estos tiempos difíciles. No hay dificultad que no podamos superar si nos apoyamos en el amor de Dios, que nos envía a su Hijo para que, hecho hombre, permanezca siempre entre nosotros. ¡Ya no hay vuelta atrás en la salvación que Dios nos ofrece! ¡Todo está definitivamente salvado!
“La fiesta del Nacimiento de Cristo –decía hace pocos días el papa Francisco– no desentona con respecto a la prueba que vivimos, porque es, por excelencia, la fiesta de la compasión, de la ternura. Su belleza es humilde y llena de calidez humana”.
Miremos detenidamente la escena del Nacimiento de Cristo. Si contemplamos esa escena con detenimiento y calma obtendremos paz, alegría y seguridad para nuestro corazón. No caeremos en la desesperación. Hay muchas propuestas, muchos mensajes en nuestra sociedad que solo producen vacío. Sólo un Dios que se hizo carne, carne nuestra, apaga nuestra sed de verdad y de amor. “El Verbo de Dios, por quien todo fue hecho, se hizo carne de modo que, siendo Hombre prefecto, salvara a todos y recapitulara todas las cosas” (GS,45).
Hay tantas cuestiones, problemas, grandes dificultades que hoy nos preocupan a todos como la cuestiones relativas al matrimonio y la familia, a la cultura humana, a la vida económico–social, a la solidaridad entre los pueblos, a las migraciones, a la paz… y, ahora mismo, a la pandemia que no acaba de dejarnos. Sobre todas ellas debe resplandecer la luz que proviene de Belén para guiarnos en la búsqueda de soluciones comunes en unión con todos los hombres de buena voluntad. Los cristianos llevamos en el corazón siempre la esperanza de la Navidad. Ninguna dificultad o fuerza adversa puede ser tan fuerte que nos doblegue. No porque la fuerza provenga de nosotros, sino de Dios. La Navidad es la fiesta de la humildad, pero también de la confianza ilimitada en el amor de Dios, que no nos fallará.
+ Celso Morga Iruzubieta
Arzobispo de Mérida–Badajoz
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