Carta pastoral de Mons. Manuel Herrero: Caminos para construir la paz: Diálogo entre generaciones
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¡Qué hermosos son sobre las montañas los pasos del mensajero que proclama la paz! (Is 52, 7).
Con esta frase del profeta y poeta Isaías que canta al pregonero que anuncia la vuelta del destierro del pueblo a la tierra de Israel y cuya palabra invitaba al renacimiento de los escombros de la historia y el comienzo de un futuro prometedor, el papa Francisco inicia su mensaje anual para el día 1 de enero y para el año nuevo 2022, que para los cristianos está siempre marcando los días, los años, los tiempos para que podamos todos vivir en paz, que no es sólo ausencia de guerra, sino también plenitud, vida digna, en convivencia fraterna, en justicia, en reconocimiento teórico y práctico de la dignidad de cada persona.
El papa afirma al comienzo que el camino de la paz, que incluye el desarrollo integral, «permanece desafortunadamente alejado de la vida real de muchos hombres y mujeres y, por tanto, de la familia humana, que está totalmente interconectada. A pesar de los numerosos esfuerzos encaminados al diálogo constructivo entre las naciones, el ruido ensordecedor de las guerras y los conflictos se amplifica, mientras se propagan enfermedades de proporciones pandémicas, se agravan los efectos del cambio climático y de la degradación del medioambiente, empeora la tragedia del hambre y la sed, y sigue dominado un modelo económico que se basa más en el individualismo que en el compartir solidario. Como en el tiempo de los antiguos profetas, el clamor de los pobres y de la tierra sigue elevándose hoy, implorando justicia y paz» (nº 1).
En cada época, la paz es tanto un don de lo alto como el fruto de un compromiso compartido. Existe –dice el papa– una arquitectura de la paz, en la que intervienen las distintas instituciones de la sociedad, y existe un artesonado de la paz que nos involucra a cada uno de nosotros personalmente. Todos pueden colaborar en la construcción de un mundo más pacífico: partiendo del propio corazón yd e las relaciones en la familia, en la sociedad y con el medioambiente, hasta las relaciones entre los pueblos y entre los Estados.
El papa Francisco, siempre realista y práctico, nos propone tres caminos para construir la paz, una paz duradera, tres caminos que son esenciales para la gestación de un pacto social, sin el cual todo proyecto de paz es insustancial. Primero un diálogo intergeneracional como base de proyectos compartidos. En segundo lugar, la educación como factor de libertad, responsabilidad y desarrollo. Y, por último, el trabajo para la plena realización de la dignidad humana. Hoy, día 2 de enero, resumo el primer camino que ofrece el papa para que lo transitemos todos; en domingos posteriores presentaré los otros dos que no son menos importantes.
“Diálogo entre generaciones para construir la paz”. Afectados por las garras de la pandemia que ha causado demasiados problemas, algunos tratan de huir de la realidad refugiándose en mundos privados; otros la enfrentan con violencia destructiva; pero entre la indiferencia egoísta y la protesta violenta, siempre hay una opción posible: el diálogo. El diálogo entre las generaciones. Un diálogo que no está exento de una dialéctica justa y positiva, pero que requiere siempre una confianza básica entre los interlocutores. Dice el papa que debemos recuperar la confianza mutua. La actual crisis sanitaria ha aumentado en todos, la sensación de soledad y repliegue sobre uno mismo. La soledad de los mayores va acompañada en los jóvenes con un sentimiento de impotencia y de la falta de una idea común de futuro. Dialogar significa escucharse, confrontarse, ponerse de acuerdo y caminar juntos. Dicho eclesialmente, tener y vivir con un estilo sinodal. La vida de los jóvenes necesita la experiencia existencial sapiencial y espiritual de los mayores; los mayores necesitan el apoyo, el afecto, la creatividad y el dinamismo de los jóvenes.
El futuro necesita no solo el diálogo entre los mayores y los jóvenes, los unos como depositarios de la memoria y los otros como continuadores de la historia; es necesario también a la voluntad de cada uno de nosotros por dar cabida al otro, de no pretende ocupar todo el escenario buscando los propios intereses inmediatos como si no hubiera pasado ni futuro. La crisis global que vivimos muestra que el encuentro y el diálogo entre las generaciones es la fuerza propulsora de una política internacional sana, que no se contenta con administrar lo existente con parches y soluciones rápidas, sino que ofrece como forma eminente del amor al otro, la búsqueda de proyectos compartidos y sostenibles.
+ Manuel Herrero Fernández, OSA.
Obispo de Palencia
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