El Cottolengo, institución católica que acoge a discapacitados sin recursos: "Un amor de hechos"

El Padre Quillo, sacerdote de una parroquia de Toledo, se ha desplazado a Las Hurdes, en Cáceres, con un coche cargado de medicamentos, pañales y donativos para los internos

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Redacción Religión

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El Cottolengo de Las Hurdes, ubicada en el entorno de La Fragosa, en la provincia de Cáceres, atiende a medio centenar de personas con discapacidad física y psíquica.

El Cottolengo abrió en Extremadura hace 72 años. Forma parte de un proyecto que impulsó el sacerdote jesuita Jacinto Alegre, quien se inspiró en la labor desarrollada por el italiano José Benito Cottolengo en Turín. El padre Alegre, que no llegó a ver su obra en España porque falleció en 1930, era un catalán que acudía a los hospitales y fue testigo de cómo los enfermos crónicos, con dolencias incurables, no tenían donde ir cuando se marchaban de los centros sanitarios por la falta de camas. Entonces, por mediación del Papa, conoció la obra turinesa. Acoge a niños y adultos, discapacitados y gente abandonada.

Desde 1952 han amparado en Las Hurdes a centenares de personas con patologías mentales o físicas. El Padre José Antonio Jiménez, más conocido como el Padre Quillo, es párroco de San José Obrero en el barrio toledano del Polígono, y cada verano se desplaza hasta Las Hurdes para entregar a las monjas del Cottolengo los donativos de los fieles.

“Es un rincón precioso de belleza natural y casa de la Misericordia. Atiende a enfermos fisicos y psiquicos sin recursos. Así lo quiso su fundador el Padre Alegre que viajó a Turín y conoció la obra del Padre Cottolengo, y abrió el primer Cottolengo en Barcelona. Oración y servicio a los más pobres es el lema, un amor no de palabras sino de hechos”, ha explicado el Padre Quillo en 'Ecclesia al día'.

Medicamento, pañales y dinero en efectivo “con hasta cinco ceros” son los enseres que el sacerdote de la parroquia toledana ha trasladado en coche hasta Las Hurdes: “La suma de muchos granitos hace posible que se multipliquen. Estas monjas del Cottolengo viven de la providencia y esto choca con lo moderno, que nos gusta tener todo controlado”, ha precisado.

En este sentido, el Padre Quillo ha puntualizado que los donativos las monjas del Cottolengo lo destinan a la compra de alimentos para los más de cincuenta internos: “Gastan mucho en pañales y mediamentos, pero el dinero es solo para comida”.

Y es que como asevera el presbítero de la parroquia San José Obrero de Toledo, lo más importante es que todo el mundo aporte como pueda para los más necesitados: “Cada uno hace lo que puede, unos como sacerdotes, otros como universitarios, otros desde los medios de comunicación... Intetamos por redes sociales que la gente vea que entregamos los donativos, que llegan a las Hermanas. Yo le he dado el dinero en mano a la Madre Carmen delante del Santísimo”, ha expresado.

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