La Fundación Caná: "Una respuesta a los padres y a las necesidades de ocio de sus hijos con discapacidad"
200 familias acuden diariamente al edificio anexo al templo de Santa María de Caná, donde su párroco, Jesús Higueras empezó esta labor hace 20 años: "Siempre hemos ido a más"
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Todo empezó en el año 1996, cuando la parroquia de Santa María de Caná todavía era un barracón. Una familia se acercó al ya entonces párroco Jesús Higueras. “La madre de dos hijos con parálisis cerebral me pidió que si por favor podía pasar allí un ratito porque después del colegio ella no tenía alternativas para tener a sus hijos en ningún sitio”.
Ellos, jugando en un espacio que habilitaron con alfombras dentro del propio barracón, fueron los primeros niños que hoy ya llegan a más de 200. “Con los años fueron viniendo más personas con discapacidad y al final formamos una asociación, que con el tiempo se ha convertido en fundación”, explica a ECCLESIA Higueras. “Pero la verdad es que los niños vienen y están tan contentos que, claro, siempre hemos ido a más”.
Una obra de amor
Ha sido este lunes 10 de septiembre cuando el cardenal Carlos Osoro, arzobispo de Madrid, inauguró las nuevas instalaciones, ya que la afluencia de niños han pasado de los locales de la parroquia a un nuevo edificio anexo en el que la Fundación Caná atiende a más de 200 familias.
"Lo que inauguramos hoy es una obra de amor. Esta obra es querer a los demás, y sobre todo a las personas con necesidades especiales. Esta es una obra de predicación porque el Evangelio se tiene que mostrar en obras”, expresó el purpurado.
Respuesta a los padres
“Queremos dar respuesta a los padres y a las necesidades de ocio de sus hijos con discapacidad, y tenemos diferentes tipos de atenciones”, explica el párroco. Atenciones que tienen en un futuro un objetivo claro: “Que cuando estos chicos crezcan y sus padres falten, tengan la seguridad de que sus hijos tienen un sitio donde estar, y donde estar bien cuidados”.
Durante el día tienen actividades de atención hasta por la tarde. “Se quedan a comer aquí, son ocho niños que están en sillas de ruedas con parálisis cerebral severa. Hay musicoterapia, talleres de habilidades manuales, habilidades sociales, tienen salidas de fin de semana, convivencias y en verano un campamento”.
Pero aquí estos niños, como cualquier otro niño, tienen sus actividades y empatizan entre ellos. “Se hacen amigos en un ambiente cristiano que los padres también buscan, aunque supuesto, no todos los que vienen son creyentes. Nosotros no preguntamos a nadie si vas a misa, no o si eres católico. Es decir, estamos abiertos a todos”.
Una gran familia
Y todos ellos forman una gran familia que a medida que pasan los años ha ido creciendo hasta hacerse cada vez más fuerte: “Eso es lo bonito y ellos así lo entienden, porque son tan de la parroquia como los demás. Precisamente por ser «especiales» en el sentido que ellos se saben especiales, porque son muy queridos. Porque tener discapacidad no es una desgracia, es una discapacidad. Y nuestra fe nos lleva a amar a todos y cada uno como es".
Los voluntarios
“La fundación sería impensable sin los voluntarios. Ellos nos ayudan absolutamente todo, sobre todo con las salidas de los niños y con las actividades. Porque necesitan mucha atención, aunque por supuesto hay un equipo de profesionales”.