Ginés García Beltrán, obispo de Getafe, en TRECE: "La Eucaristía es el gran regalo del Señor"

Durante este Triduo Pascual, el obispo ofrece a los espectadores de TRECE una reflexión bíblica sobre estos días tan importantes para la Iglesia Católica

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Redacción Religión

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A partir de este Jueves Santo el obispo de Getafe, Ginés García Beltrán, ofrece a los espectadores de TRECE una reflexión bíblica sobre estos días tan importantes para la Iglesia Católica.

Un Triduo Pascual que es el periodo de tiempo que va del Jueves Santo al Domingo de Pascua en el que se conmemora la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Son los días más importantes de la Semana Santa. Esta celebración comienza en la tarde del Jueves Santo con la Misa in Coena Domini, que conmemora lo que sucedió en la Última Cena.

El obispo de Getafe reflexiona en 'Palabra de Vida' en TRECE sobre el Jueves Santo: "Debemos pones los ojos y todos los sentidos en estos gestos que están cargados de vida y de significado. Esta tarde el lavatorio de los pies, la llamada al amor fraterno, y la Eucaristía marcan el ritmo y el contenido de la celebración".

La reflexión del obispo de Getafe para este Jueves Santo

La Misa vespertina del Jueves Santo nos introduce en el Triduo Pascual. Durante estos tres días vamos a vivir como si de un solo día se tratara el misterio de nuestra salvación, la pasión, muerte y resurrección del Señor. Esta tarde, como hicieran Jesús y sus discípulos, entramos en el Cenáculo donde haremos memoria, es decir, donde actualizaremos la Última Cena de Jesús con los suyos antes de sufrir su pasión.

La liturgia está siempre llena de signos que nos introducen en el Misterio que celebramos, pero en esta tarde, mejor en estos días, lo hará de un modo especial. Debemos poner los ojos y todos los sentidos en estos gestos que están cargados de vida y de significado. Esta tarde el lavatorio de los pies, la llamada al amor fraterno, y la Eucaristía marcan el ritmo y el contenido de la celebración.

Podemos decir que esta celebración de la Cena del Señor conmemora los tres grandes regalos que el Señor nos ha dejado como promesa y anuncio de su presencia hasta el final de los tiempos. Me refiero a los regalos de la Eucaristía, del amor fraterno, y del sacerdocio ministerial.

La Eucaristía es el gran regalo del Señor a su Iglesia. Es el don de su presencia, la seguridad de su intimidad que nos transforma, que nos redime. No hay nada más grande que la Iglesia pueda hacer y pueda dar que la Eucaristía. Sin este don de la presencia real y verdadera de Jesús la Iglesia no podría subsistir, no sería nada. Hoy miramos con corazón agradecido la bondad del Señor que se ha querido quedar con nosotros, y nos da su cuerpo y su sangre como alimento, fortaleza, y viático para el camino. Si queremos una vida cristiana bien arraigada, volvámonos a la Eucaristía, si queremos una Iglesia fuerte y confesante, no la busquemos en el poder ni en el éxito humano, sino en la Eucaristía que es memoria de la entrega del Hijo de Dios, de su sacrificio en la cruz en favor nuestro. Hoy pedimos al Señor en la oración de la Misa que alcancemos de este misterio eucarístico “la plenitud de la caridad y de la vida”.

Y es que la plenitud de la caridad y de la vida está en la entrega de Jesús por nosotros que se realiza cada día en la Eucaristía, y hoy se hace visible también en el gesto del lavatorio de los pies. Un gesto evangélico que el sacerdote revivirá en esta celebración, en él se nos recuerda y actualiza el ejemplo del mismo Maestro, que se hace esclavo para enseñarles, para enseñarnos, que la vida es para servir a los demás, especialmente a los más pobres. No es casualidad que las fiestas litúrgicas dedicadas a la Eucaristía – jueves santo y Corpus Christi- sean también en la Iglesia los días de la caridad. La fuente de toda caridad cristiana está en la Eucaristía, pues si falta la fe, faltará también la caridad.

El otro regalo del Señor que conmemoramos hoy es la institución del sacerdocio ministerial. Las palabras del Señor al entregarnos su cuerpo y su sangre, “haced esto en memoria mía”, representan el comienzo de un servicio en la Iglesia, el de aquellos hombres que elegidos de entre los hombres hacen presente al Señor, actúan en la persona de Cristo: los sacerdotes. Hoy damos gracias al Señor por los sacerdotes, pedimos especialmente por los que nos son más cercanos, por los que nos han hecho el bien, por los que nos acercan al Señor. Pedimos para ellos sabiduría y fortaleza, y, sobre todo, santidad. Que sean pastores según el corazón de Cristo.

Al término de esta celebración, se desnudará el altar donde se ha celebrado la Eucaristía, y nuestra mirada acompañada del corazón se irá hasta el Monumento donde adoraremos al Señor hasta le celebración de mañana viernes.

Quizás tú no puedes ir hasta la iglesia para adorar al Señor, pero no olvides que lo puedes adorar en tu corazón, haciendo silencio y haciéndote consciente de su presencia en ti. Cuando adoras amas, háblale al corazón, acoge su amor para poder amar tú a los demás como él nos ama.

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