Golpes y vejaciones: así murió el Padre Benito por odio a la fe en 1936: “Se jugó la vida por otros frailes”
El monje es uno de los tres religiosos capuchinos que han sido beatificados este sábado en Manresa: "Fue un buen predicador, visitaba a los enfermos y buscaba empleo a los parados"
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El 24 de enero de 2020, el Papa Francisco reconoció el martirio de los siervos de Dios, Benedicto de Santa Coloma de Gramenet (el Padre Benito, y cuyo nombre era Joseph Doménech Bonet) y de sus compañeros, todos ellos de la orden capuchina, asesinados días después del estallido de la Guerra Civil, entre el 24 de julio y el 6 de agosto de 1936, víctimas de la persecución religiosa de aquellos años.
En Aleluya hemos ahondado en la figura del Padre Benito con Pedro Cardona, Vicepostulador de las causas de Beatificación de la provincia capuchina de Cataluña: “Los mártires no son ni mejores ni peores que nosotros, pero en un momento determinado salió lo mejor de ellos mismos. Los mártires prometieron obediencia y fidelidad a la Iglesia, pero en circunstancias difíciles dieron la vida por Jesús, y eso es importante”.
El Padre Benito ingresó en la orden capuchina en 1892. En un primer momento, le destinaron como profesor al seminario capuchino menor, donde ejerció su labor con competencia y un gran espíritu paternal: “Estaba convencido de que los seminaristas eran los futuros religiosos. Luego, fue trasladado al convento de Manresa como Vicemaestro de novicios, a quienes ayudó a crecer en su vocación. Era un buen catequista y predicador, pero a la vez era muy contemplativo”, precisa el Vicepostulador capuchino.
Con la instauración de la II República en 1931, el ambiente comenzó a enrarecerse. La Iglesia aceptó el nuevo sistema y los frailes eran en general respetados, si bien es cierto que en muchos pueblos de Cataluña el clero comenzó a sufrir vejaciones. Por ello, no es casualidad que tan solo un mes después de que se aprobara la Constitución, el consejo provincial capuchino se reuniera para llamar a la prudencia: "Decidieron sacar los objetos valiosos de los conventos a un lugar seguro, sugerir que los religiosos procuraran tener un vestido seglar, o no pronunciarse públicamente de asuntos políticos... Es decir, la situación no era favorable”, sostiene Cardona.
Tras estallar la Guerra Civil, la primera decisión que tomó el Padre Benito fue dispersar a la comunidad y dar cobijo a los novicios: “El Padre Benito fue el último en abandonar el convento. Por ello le detuvieron, para someterle a vejaciones, mortificarle y finalmente fusilarlo en el campo. Antes, su padre se ofreció a acudir a buscarle, pero el capuchino se negó, bajo el pretexto de no dejar solos a los frailes. Le asesinaron por el odio que sentían hacia la fe”.
Aquello se produjo el 6 de agosto de 1936. Antes, fusilaron a sus dos compañeros: José Oriol y el padre Domingo. El primero, Pedro Cardona le define como un santo varón: “Fue un buen predicador, visitaba a los enfermos y se preocupó de buscar un empleo a los parados. Le martirizaron, le pegaron con ramas de olivo, uno de los milicianos incluso le asestó un golpe con la escopeta que le reventó. Mientras ocurría todo aquello, Oriol iba cantando el Te Deum".
Por su parte el padre Domingo se encontraba enfermo: “Estaba en casa de unos parientes y fueron a buscarle para fusilarle de rodillas”, remarca el Vicepostulador Cardona.
Para concluir, Pedro Cardona ha recordado que durante la Guerra Civil, fueron muchos los laicos que se jugaron la vida por los religiosos: “Los mártires son importantes, pero quienes les protegieron arriesgando su propia vida fueron muchos. Esto es también memoria histórica”, proclama.