Inés Dorronsoro, científica, esposa y madre de diez hijos: “El trabajo que supone sacar adelante una familia numerosa mientras trabajas no existe”

Con una doble responsabilidad, laboral y familiar, Inés es todo un ejemplo de fe en la vida ordinaria


Redacción Religión

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“Mi padre se oponía a que estudiara Medicina, pero mi madre me animó a hacerlo”. Ese fue el primer empujón que recibió Inés Dorronsoro Ibero (Cáseda, Navarra, 1942) para comenzar su carrera como microbióloga. Inés fue alumna de la quinta promoción de Medicina de la Universidad de Navarra donde, de 40 estudiantes, 9 eran mujeres.

“Todas hemos ejercido. Así que eso de ir a la universidad a buscar marido, ¡nada de nada!”, decía Inés en una entrevista, aunque allí sí encontró a su marido, el también microbiólogo Ramón Díaz García. Juntos viajaron a Madison (Wisconsin, Estados Unidos), donde le dieron una beca de estudios, y más tarde trabajaron en el Instituto de Salud Pública. En 1974 se establecieron en Pamplona para formar una familia numerosa de 10 hijos.

Inés, junto a su marido Ramón, fueron un matrimonio de científicos de alto nivel, católicos del Opus Dei y padres de familia numerosa. Un verdadero milagro en cuanto a acción de Dios sobre personas concretas, capaz de crear y sacar adelante situaciones que se consideran a priori incompatibles: ser científicos, creyentes, casados y con diez hijos.

 CIENTÍFICA, CATÓLICA, ESPOSA Y MADRE  

Inés Dorronsoro recibió una “sólida formación cristiana”, de la que asegura que le sirvió mucho en su vida. Tuvo a su primera hija en Estados Unidos, y ya de vuelta en España consiguió por oposición el puesto de Jefe de Servicio de Microbiología del Hospital de Navarra, siendo la primera mujer que accedía a un puesto de Jefe de Servicio en el Hospital.

Dorronsoro ha sido pionera entre las científicas que, además, han compaginado su trabajo con la labor de ser esposas y madres. Una doble responsabilidad, laboral y familiar, que siente que no se han visto lo suficientemente recompensadas: “El Gobierno de Navarra ofrece su agradecimiento a los funcionarios jubilados cada año y al terminar el acto pude hablar con el Presidente de la Diputación para expresarle que no pude evitar sentimientos encontrados”, señalaba.

“Se me agradecían los servicios prestados a Navarra por mi trabajo en el Hospital. Sin embargo, estaba convencida de haber prestado un servicio muy superior a la Comunidad por haberle dado diez hijos, por los que no era acreedora ni de una jubilación ni ninguna prestación social, ni siquiera el agradecimiento...” explicaba y añadía que “el trabajo que supone sacar adelante una familia simplemente no existe”.


 DESPUÉS DE JUBILARSE, MÁS PROYECTOS  

Una vez jubilados, Inés y su marido Ramón se pusieron a trabajar en África, en el Centro Médico Monkole, que comenzó a funcionar en 1991 como un modesto ambulatorio y que hoy dispone de 46 camas y ofrece servicios de pediatría, medicina interna o cirugía. “Si uno mira a Europa y luego mira a África piensa: «Hay que ayudarles como sea»”, dijo Ramón Díaz cuando la Organización Navarra para la Ayuda entre los Pueblos (ONAY) le propuso viajar hasta la República Democrática del Congo.

Inés no dudó en aceptar el proyecto: “A montar otro laboratorio, me dije”. “El día en que me jubilé, la primera revista científica que recibí la tiré al cubo de la basura, sin abrirla siquiera. Sentí un placer inmenso. Sin embargo, cuando me hicieron la propuesta me pareció un privilegio poder ir a África y enseñar todo lo que sé”, aseguraba.