Javier Fernández-Cid: «El éxito económico de la empresa no se puede medir solo en función del dividendo»

El presidente de Acción Social Empresarial es uno de los ponentes en el Encuentro de Empresarios Católicos de Santiago de Compostela

Javier Fernández-Cid (ASE): «El éxito económico de la empresa no se puede medir solo en función del dividendo»

Redacción Religión

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Santiago de Compostela acoge este jueves, 31 de marzo, y el vienes, 1 de abril, el «Encuentro de Empresarios Católicos. Año Santo 21-22». Se trata de un evento que pretende reflexionar sobre la ética, el compromiso, el empleo, la responsabilidad social y la Doctrina Social de la Iglesia (DSI). En él participan distintas personas de la Iglesia y el mundo empresarial y económico. Uno de ellos es el presidente de la Acción Social Empresarial (ASE), Javier Fernández-Cid, en el cargo desde el año pasado. Licenciado en Derecho y miembro de los consejos de administración de varias empresas (Mapfre Reaseguro, Mapfre Asistencia, Groupe Vaudoise), Fernández-Cid ha trabajado en Bélgica (cinco años) y Estados Unidos (seis), está casado y es padre de dos hijos. La ASE fue erigida por la CEE en 1951, y forma parte de la Unión Cristiana Internacional de Ejecutivos (UNIAPAC).

—Don Javier, usted es uno de los ponentes en el Encuentro de Santiago

—Sí. Es un encuentro muy interesante que convoca monseñor Barrio dentro de las actividades del Año Santo Compostelano. La ASE ha respondido a la llamada del arzobispo y participa con cuatro personas en las tres mesas redondas que se han previsto. Vamos en total unos 18 miembros. Yo intervengo en la mesa redonda de Empresa y Economía. Hay también una mesa sobre Empresa y Enseñanza y otra sobre Ética y Moral.

—¿Podría explicar brevemente qué es la ASE?

—Una asociación privada sin ánimo de lucro que pertenece a la Iglesia, y que tiene por labor difundir la DSI en el mundo profesional, entre los empresarios y los directivos.

—¿Y a cuántas personas representan ustedes?

—Llegamos a unas 1.000 personas, entre empresarios, directivos y profesionales cristianos. Me gusta resaltar lo de «cristianos», porque llegamos también a empresarios que están en el norte de Europa o en otras partes del mundo y que no son católicos. La DSI también es de aplicación para ellos.

—¿En Santiago van a descender ustedes a temas de actualidad o solo van a hablar de principios? Lo digo por las recientes declaraciones de la vicepresidenta Díaz sobre los despidos en tiempos de crisis, y la respuesta del señor Garamendi, presidente de la CEOE.

—Sí. Este tipo de cosas se van a tratar, porque el formato diseñado —con una parte de exposición y otra de diálogo, coloquio y debate— así lo permite.

—¿Cómo difunden ustedes, en la ASE, la Doctrina Social de la Iglesia?

—Pues mediante nuestra participación, por ejemplo, en este tipo de Congresos. También organizamos foros en las parroquias, en los que ayudamos a que la oferta catequética de esta se amplíe e incluya la DSI. Se trata de que esa parte de los feligreses que pertenecen al mundo empresarial conozcan la DSI y su aplicación en los problemas que se han de afrontar día a día: por ejemplo, en lo relativo a la digitalización, a los fondos que nos vienen de Europa, a las estrecheces económicas a causa de la crisis, etc. También editamos libros, organizamos almuerzos «Empresa, fe y valores», en los que empresarios dan testimonio de sus dificultades en la aplicación práctica de su fe.

—La imagen estereotipada del empresario es la de una persona casi sin escrúpulos que solamente busca el máximo beneficio. Me imagino que ustedes no se sienten muy identificados con ella.

—En absoluto. Eso es injusto; es eso, un estereotipo.

—¿Y cómo se puede corregir esta imagen deformada?

—En primer lugar, reivindicando que el empresario forma parte de la sociedad y es un actor importantísimo en ella, pues crea empleo, tiene iniciativa y genera progreso. Alguien me decía una vez que nosotros, los empresarios, somos los verdaderos progresistas, porque se progresa con empleo, con ahorro, con trabajo, con buena gestión… La misión de ASE es acompañar a los directivos para que sean conscientes de su función social. Porque no solo tienen que hacer bien su trabajo —ojalá tengan mucho éxito y ganen mucho dinero—, sino que lo más importante es que se empapen de unos valores que les hará ser mejores personas y permitirá que sus empresas tengan más éxito. De esto se va a hablar en el encuentro.

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—¿Me puede decir cinco claves de actuación del empresario católico?

—Sí. La primera: dignidad de la persona. El empleado no es un activo, es una persona a la que hay que asistir, atender y oír. Segunda: hay que hacer partícipe al empleado de la problemática de la empresa para que se sientan parte de lo que esta es: una comunidad de personas y de bienes. A cuantos más colaboradores, mejor. Tercera: descentralización de funciones. Si tú descentralizadas, delegas; y si delegas es que has formado antes a la persona y le estás dejando espacio natural para que se desarrolle como profesional. Cuarta: respeto al entorno en el que operas. Te debes a la comunidad en la que trabajas y de la que obtienes beneficio. Por tanto, incorpora algún elemento social que beneficie a tu entorno en tu plan estratégico. Y quinta: ser muy respetuoso con las leyes y la legislación. No vale hacerse trampas al solitario. No solo hay que cumplir la ley, eso sería un cinco pelado; hay que excederse en dar más de lo que me pide la ley. Debo ser un modelo de gestión y ejemplo de modelo corporativo. En ASE, que es una asociación que no tiene ninguna obligación de ser auditada, nos sometemos voluntariamente a una auditoría externa. ¿Por qué? Porque queremos ser transparentes. Y nos cuesta mucho pagar esa auditoría, pero la hacemos porque tienes que ser modelo de gestión.

—Pero usted sabe que no todo el mundo trabaja así. Y de vez en cuando surgen escándalos como el de los papeles de Panamá, de gente pudiente y empresas que se llevan el dinero a los paraísos fiscales…

—Sí. Algo inaceptable. Vamos a ver: hay que pagar impuestos. El directivo que cumple no se merece el estereotipo del que hablábamos antes. Esos son los egoístas, y ojalá se les caiga el pelo. Nosotros tenemos las ideas muy claras y las difundimos.

—¿Hay muchos empresarios y directivos que se reconozcan cristianos o en los tiempos que corren hay cierta prevención a hacer gala de fe?

—Esta es nuestra misión. En el Congreso de Laicos que tuvo lugar en febrero de 2020, poco antes de la pandemia, se nos hablaba de los cuatro itinerarios: el primer anuncio, el acompañamiento, la formación y, por último, la vida pública. La Iglesia nos pide que demos testimonio de fe sin complejos. Lo que pasa es que hay que acompañar al directivo, porque está muy solo en su tarea; y ese acompañamiento es parte de la formación que podemos darle: decirle «no estás solo y no tengas complejos».

—El Papa puso en marcha «La economía de Francisco», que también se vio afectada por la pandemia.

—Sí, pero el principio está allí, y la semilla también. El Santo Padre nos pide por favor que pensemos en nuevas formas de hacer economía, nuevas formas de llegar a ser más justos socialmente. Y eso es lo que quiere hacer un empresario: por ejemplo, producir productos que no dañen al planeta. Habrás oído hablar de la economía circular. Eso no existía hace 20 años. Se trata del aprovechamiento máximo de los recursos. La economía del consumo y del descarte es inaceptable. Si tengo este móvil y funciona, ¿por qué lo tengo que cambiar por otro más bonito? Sigo con él hasta que se caiga de viejo. Aunque la economía de Francisco ponga la meta muy alta, nos corresponde a nosotros, los laicos especializados en la materia, determinar cómo se aterrizan estos asuntos, cuáles son las nuevas formas de medir el éxito económico de una empresa. Y no vale solo el dividendo, hay muchos parámetros que hay que computar. En eso estamos nosotros y muchos otros que saben más que nosotros.