La Jornada Mundial de los Pobres nos interpela: ¿Quién abraza al que está en la calle?

Miguel David Pozo, párroco de Santa Luisa de Marillac, en Córdoba, asegura que "el afecto es tan necesario y tan curativo como el pan de cada día"

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La Jornada Mundial de los Pobres nos interpela: ¿Quién abraza al que está en la calle?

Sara de la Torre

Publicado el - Actualizado

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“El Papa Francisco nos pide que abramos los ojos a una realidad que muchas veces es invisible. Yo siempre pienso en que no hay nadie que abrace a una persona en situación de extrema pobreza, que esté en la calle”. Así lo ha explicado a ECCLESIA Miguel David Pozo, párroco de Santa Luisa de Marillac, en Córdoba. “Un lugar que quiere hacer presente a Jesucristo en nuestras vidas cotidianas. Queremos hacer de nuestra Iglesia comunidad de comunidades, con una eclesiología de comunión y participación”, explica el párroco que hace suyo el llamamiento de esta VI Jornada Mundial para los Pobres que la Iglesia celebra este domingo, 13 de noviembre.

“Que en todo el mundo las comunidades cristianas se conviertan cada vez más y mejor en signo concreto del amor de Cristo por los últimos y los más necesitados”. Este es el espíritu que alumbra una celebración que va más allá de actos puntuales, de fechas concretas, y que aspira a completar todas las jornadas mundiales en su conjunto, bajo la máxima de “la predilección de Jesús por los pobres”.

Abrir las puertas para recuperar la dignidad

Por eso, además de la ayuda puntual y diaria de familias que quedan sin recursos para vivienda, luz, comida… esta parroquia se encarga de ayudar a personas “en situación de calle”. “Nosotros abrimos las puertas a través de «La maleta de Luisa», un proyecto a través del cual personas sin hogar entran a vivir con nosotros en un proceso que es también de formación, porque hasta que se consigue recuperar esa dignidad que se pierde por la pobreza y por la desventaja social o la exclusión, es complicado”.

Esta Jornada es también “una oportunidad de gracia para hacer un examen de conciencia personal y preguntarnos si la pobreza de Jesucristo es nuestra compañera de vida”, porque “el pobre siempre te descoloca”.

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Tal y como explica el sacerdote, “tendemos a colocarnos dentro del ocio, de lo positivo, de lo bueno. No nos damos cuenta de la realidad de gente invisible, gente que está a metros de nosotros pero que no tiene lo más necesario. Y no solamente lo material, sino también lo espiritual, lo afectivo. Yo siempre pienso y digo que quién abraza o quién besa a una persona en situación de calle, el afecto es tan necesario, tan curativo como el pan de cada día”. Es una llamada constante “a dar y a darnos, pero no a dar cosas solamente, sino a darnos nosotros mismos como personas y a ser de verdad de esas personas, hermanos”.

No bajar, sino estar "hombro con hombro"

Y es que de eso se trata esta Jornada, explica, “no de estar en un escalón de arriba y bajar a ayudar, sino posicionarnos siempre junto a ellos. Eso es un lenguaje que ellos entienden muy bien, porque es el lenguaje del amor”.

La parroquia cordobesa también ayuda a los menores que proceden de familias desestructurados y que se encuentran “en la calle”. “ Muchos de ellos no crecen en esa felicidad necesaria para labrarse un futuro. Nosotros nos acercamos a ellos a través de la naturalidad. La naturalidad entendida como hombro con hombro, tratarlos como un igual".

A veces hasta nuestra forma de hablar con ellos parece distinta. "A una persona en situación de desventaja o de pobreza hay que tratarla con naturalidad, para difuminar esa distancia que tenemos con ellos. Cuando somos naturales los tratamos como iguales aunque en situación más difícil, más precaria, es lo que lo que nos salva. Cuestionarnos con ellos sus situaciones y sus realidades”, concluye el párroco.

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