Juan consumía tres botellas de whisky diarias como consecuencia de su alcoholismo: "Ingería hasta aftershave"

Desde hace seis meses, trata de superar su adicción en una de las residencias del centro terapéutico de Proyecto Hombre Castilla-La Mancha

Juan consumía tres botellas de whisky diarias como consecuencia de su alcoholismo: "Ingería hasta aftershave"

José Melero Campos

Publicado el - Actualizado

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Con 41 años, Juan busca una segunda oportunidad en su maltrecha vida. El alcohol le ha servido durante más de quince años de excusa para tapar sus problemas. Desde hace seis meses, trata de superar su adicción en una de las residencias del centro terapéutico de Proyecto Hombre.

Todo comenzó en su etapa juvenil: “Salía con mis amigos para beber. En la Universidad el problema fue a más. Caí en depresión y hacía uso del alcohol para evadirme. Eso hizo que pasara de un consumo responsable a abusar y generarme una dependencia”.

Los amigos y familiares trataban de hacer ver a Juan que necesitaba apoyo de los especialistas: “Perdía el control y no recordaba lo que hacía. Por ello, acudí a una clínica de rehabilitación, pero lo dejaba a la mitad y volvía a caer”.

Desde que se puso en manos de Proyecto Hombre, asegura no tener mono: “Desde hace seis meses no tengo ninguna gana de beber. No quiero. En el centro me están enseñando a gestionar mis emociones y ver cual es la raíz del problema para atajarlo y encontrar una solución que impida que beba. Yo he bebido para evadirme de mis sentimientos que me hacían sentir mal y con miedo”.

De hecho, si hiciéramos el ejercicio de colocar frente a Juan una botella de Whisky, tiene muy claro cual sería su respuesta ante la botella: “Que se vaya de aquí ahora mismo, que no la quiero en mi vida por los problemas que me ha traído. No quiero ni verla.”

Un avance sin duda en su proceso de rehabilitación, teniendo en cuenta las locuras que ha llegado a cometer para consumir: “Cuando no tenía nada a mano, bebía lo que sea. El alcohol de las heridas, el aftershave...Podría haber muerto por ser productos químicos y me podían haber destruido los órganos internos. En los momentos de ansiedad, tratas de solventarlo como sea”.

Los culpables que llevaron a Juan a esta situación son varios. Para empezar, su frustración por no lograr culminar sus estudios de Informática: “Me frustraba que todos mis amigos la acabaran y yo no. Pero también tengo muchos complejos, me cuesta hablar en público, relacionarme con la gente, tengo la autoestima baja...”

Juan tiene la suerte de contar con el apoyo de su familia, que durante años sufrió la deriva de su ser querido: “No podía parar de beber. Llegué a consumir tres botellas de whisky al día. Gracias a Dios tengo un ángel de la guarda, porque pese a toda la cantidad de alcohol ingerido no tengo enfermedades de hígado o páncreas. Tengo secuelas psicológicas por mi dependencia, como la dificultad para relacionarme en sociedad, pero lo puedo afrontar.”

Pese a que se trataba de un problema que supo ocultar y solo conocía su entorno más cercano, lo cierto es que su adicción hizo que perdiera oportunidades laborales: “Nunca bebí en mi puesto, pero sí que a veces faltaba al día siguiente por la resaca y ya no me llamaron más, al ser trabajador eventual. De hecho, ingresé en Proyecto Hombre cuando se me acabó el contrato en el supermercado donde trabajaba, y volví a beber”.

En Proyecto Hombre ha logrado expresar sus sentimientos. “Descubrí que era un ser frustrado, con baja autoestima, me machacaba a mí mismo con lo malo y pensaba que lo bueno era por casualidad. Me han hecho ver que no es así”.

Lo que más duele a Juan es el sufrimiento causado a su familia estos años: “Veían que tiraba mi vida por el retrete. Mi padre murió hace once años, y me veía mal. Es una espina que tengo clavada”.

Son miles las personas que están pasando por lo mismo que Juan. Por ello, les insta a tomar conciencia de su problema y a acudir a organizaciones como Proyecto Hombre: “Cuanto antes mejor, para tener más posibilidades de salir”.

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