Juan Miguel Díaz Rodelas: En la muerte de un gran servidor de la Iglesia

Mons. Martínez Camino recuerda la figura del biblista Juan Miguel Díaz Rodelas fallecido el sábado 12 de octubre

Juan Miguel Díaz Rodelas: En la muerte de un gran servidor de la Iglesia

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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La Virgen del Pilar, en el día de su fiesta, el 12 de octubre de 2019, ha querido llevarse al Cielo al querido amigo Juan Miguel. Iba a cumplir 70 años el año que viene. Dios es misericordioso. El sacerdote celoso y teólogo reconocido murió en el banquete de una boda que acababa de celebrar ¡Había asistido a tantas! Como a tantos bautizos, primeras comuniones y ordenaciones sacerdotales. Juan Miguel era un pastor de cuerpo entero, además de un gran exegeta, fino escritor, profesor entregado y excelente conferenciante.

El 24 de abril de 2013 me cupo el honor de responder a su discurso de ingreso en la Real Academia de Doctores de España. Hoy, en el día de su muerte, releo lo que entonces escribí sobre Juan Miguel y me permito compartir aquí, en homenaje al amigo fallecido, las palabras que escribí para aquella ocasión.

Hace ya bastante tiempo, allá por el año 1981, conocí de manera providencial, al Dr. D. Juan Miguel Díaz Rodelas en la brumosa ciudad alemana de Frankfurt del Main. Un canario y un asturiano, en el corazón de Europa, poco antes de que Espaa ingresara en la Comunidad Europea. A nosotros no nos habían conducido hasta allí, al centro financiero de Europa, motivos económicos ni políticos. Éramos por entonces unos jóvenes sacerdotes, estudiantes todavía, bastante escasos de recursos materiales, pero muy ilusionados con el estudio y la investigación de las ciencias teológicas. Un servidor llevaba ya unos meses en la Facultad de Teología de Sankt Georgen, luchando con la lengua de Goethe, hermosa y solemne, pero ardua para los que hablamos romance. Había que hacerse con el idioma de la filosofía, de la teología y de la exégesis dominantes del panorama intelectual de Occidente en los últimos siglos. Era imprescindible para la investigación doctoral que por entonces estaba comenzando. El nuevo Académico venía entonces de Roma, del Pontificio Instituto Bíblico, donde estaba terminando la Licenciatura en Ciencias Bíblicas, bajo la dirección de un profesor del Bíblico y también de Frankfurt, el conocido exegeta Fritz Leo Lentzen-Deis, que había insistido en incorporarle durante un semestre a su grupo de investigación de Sankt Georgen. Él dominaba ya el alemán. Era como su segunda lengua, pues, desde muy joven había pasado temporadas con sus hermanos, residentes en Alemania, trabajando y estudiando. Pero Juan Miguel conocía menos los secretos humanos y académicos de aquella gran comunidad germánica de estudiantes y profesores de Sankt Georgen. Así que pronto sellamos una alianza estratégica astur-canaria que fue el comienzo de una sincera amistad que ha desafiado el tiempo, hasta hoy mismo.

Comprenderán ustedes que es para mí una gran alegría poder dar esta tarde la bienvenida a nuestra Academia al Dr. Díaz Rodelas. Agradezco, pues, de corazón, señor Presidente, el honor que se me dispensa al habérseme encomendado tomar la palabra en esta ocasión para contestar al hermoso y sólido discurso del nuevo Académico.

I. Sacerdote y teólogo

Don Juan Miguel Díaz Rodelas es un trabajador infatigable en sectores diversos de la viña del Señor. Hoy hemos podido comprobar algo del fruto de su inmensa labor académica, que es la razón principal que nos convoca en esta docta Institución. Pero conviene no perder de vista el humus, la tierra fecunda en la que brota la investigación teológica que ha permitido al nuevo Académico realizar una obra tan notable como la que glosamos ahora con imperada concisión. Me refiero, naturalmente, a su vocación y ministerio sacerdotal.

El Prof. Díaz Rodelas pertenece a aquellas generaciones de niños que estudiamos Latinidad y Humanidades en los seminarios menores de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado. Con sólo doce años ingresó en el Seminario Conciliar de La Laguna (Tenerife), donde se pusieron las bases firmes - en virtud y letras - para el edificio de una vida sacerdotal que habría de arrostrar los vientos huracanados del tiempo postconciliar. Hace los estudios de Teología en Valencia, donde obtiene la Licenciatura en 1975, como becario del Real Colegio Seminario del Corpus Christi, el ilustre centro de formación fundado por San Juan de Ribera, que tantos sacerdotes sabios y santos ha dado a la archidiócesis del Turia1. Ordenado sacerdote en 1976, ejerce por dos años la cura de almas en la Real Parroquia de San Carlos de Onteniente, hasta que, en 1978, obtiene una beca del Centro de Estudios Eclesiásticos de la Iglesia Nacional Española de Santiago y Montserrat, de Roma, que le permite cursar los estudios del Pontificio Instituto Bíblico, donde consiguió el grado de Licenciado en 1982 y, más tarde, el de doctor en 19922. El nuevo Académico supo compaginar la exigente investigación exegética del centro más especializado del orbe católico - cuyo grado de Licencia es considerado por muchos ya como un doctorado - con el trabajo pastoral en la diócesis valentina. De 1987 a 1994 fue párroco de El Palmar y de El Perellonet, poblaciones acostadas sobre la Albufera de Valencia, donde jóvenes y mayores se hacen lenguas todavía hoy de la labor pastoral incansable de aquel cura que igual dirigía los trabajos teológicos de los jóvenes estudiantes de teología de la Facultad valentina, que se cuidaba de la catequesis de los niños, acompañaba jóvenes y mayores o preparaba a los novios de los pueblos encomendados a su cuidado de pastor.

Desde 1994, sin abandonar nunca el trabajo pastoral como consiliario o director espiritual de diversas instituciones y asociaciones, o como canónigo de la Santa Iglesia Catedral de Valencia (desde el año 2000), el Dr. Díaz Rodelas centra más su actividad en la labor intelectual y académica. Aquel año obtiene una Agregaduría en la Facultad de Teología de Valencia, de la que, ganada la Cátedra de Sagrada Escritura en 2002, llegará a ser Decano-Presidente en dos periodos (2005-2007 y 2010-2013) y Vice-Decano en el intermedio (2007-2010). Continuó su docencia en el Instituto Diocesano de Ciencias Religiosas de Valencia, hasta hoy mismo3. [Era director del Instituto, cuando le sorprende la muerte]. A la vez, el nuevo Académico fue solicitado por numerosas instituciones como consejero o promotor de actividades científicas: Miembro de la Comisión Teológica Asesora de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe (1995-2012); Miembro del Consejo de Redacción de la Revista Estudios Bíblicos (1996-2002 y 2006-2011), de la que será Director de 2002 a 2006; también, miembro del Consejo de Redacción de la Revista Anales Valentinos (2001-2003); Subdirector de la Asociación Bíblica Española y Director de Publicaciones de la misma (2000-2004). Actualmente es miembro de los respectivos Consejos Asesores de Scripta Theologica y de Estudios Bíblicos; y, desde 2009, el único español miembro de la Pontificia Comisión Bíblica.

El dominio perfecto del alemán, tanto como el de la lengua de Cervantes, ha permitido al Dr. Díaz Rodelas prestar un gran servicio de traducción de obras clásicas de la exégesis alemana, como son la Introducción a los Salmos, de H. Gunkel (Valencia 1983); la Historia de las formas evangélicas, de M. Dibelius (Valencia 1984); la Investigación sobre la vida de Jesús, de A. Schweizer (Valencia 1990) y la Teología del Nuevo Testamento, de J. Gnilka (Madrid 1998). Traducir bien, como hace Díaz Rodelas, es más que transliterar, es pensar de nuevo el texto original para hacerlo expresivo en moldes culturales diversos. Nuestro nuevo Académico es experto en esta creativa tarea, también y sobre todo, en las traducciones de los textos bíblicos, en particular, de los paulinos, como veremos enseguida.

Además de todo ello, me gustaría reseñar algunas actividades de diverso carácter para las que el nuevo Académico también ha encontrado tiempo y que ponen de relieve su polifacética preparación y dedicación. Es un enamorado de la Tierra Santa, que ha visitado muchísimas veces. La conoce como conoce la Escritura Santa, con profundidad, detalle y devoción. En 1993 tuve ocasión de andar con él durante quince días los caminos de Galilea y de Judea y pude comprobar personalmente lo que acabo de decir. Pero él ha guiado con competencia y dedicación numerosos grupo de peregrinos, tanto de estudiantes de teología, como de consagrados y laicos, a quienes me consta que ha introducido con fruición y maestría en el conocimiento de la Tierra del Señor y de los orígenes de la Iglesia.

La vocación docente y el espíritu de servicio del Prof. Díaz Rodelas ha encontrado un campo de particular entrega en la formación permanente de los sacerdotes. No sé si habrá alguna diócesis española donde, a lo largo de estos años, no haya acercado a los hermanos en el ministerio la mejor exégesis paulina o las diversas cuestiones de introducción a la Sagrada Escritura.

En fin, no puedo dejar de aludir con especial admiración y gratitud a la contribución prestada por el Recipendiario al buen éxito de un proyecto de gran relevancia promovido por la Conferencia Episcopal Española. Hablo de la traducción oficial de la Sagrada Biblia, que ha visto la luz en 2010. Se trata de una obra histórica, que puede ser considerada como la “Vulgata española”. Es sabido que “Vulgata” es llamada la versión oficial latina de la Sagrada Escritura para la Iglesia Católica de rito romano. Pues bien, desde que la liturgia es celebrada ordinariamente en las lenguas vernáculas, los sacerdotes y los demás fieles no han tenido a mano una versión de la Sagrada Escritura que coincidiera con la empleada en las celebraciones litúrgicas, para poder usarla también en la catequesis, la predicación y en las demás ocasiones en que es necesario recurrir al texto sagrado. Las traducciones se han multiplicado en los últimos decenios. Pero la mencionada carencia y la diversidad de las versiones han dificultado también la retención en la memoria - y por tanto, en el corazón - de la Palabra de Dios escrita. La Conferencia Episcopal, consciente de esta necesidad pastoral, decidió en 1996 poner manos a la obra de una versión completa de la Sagrada Escritura al espaol que coincidiera con la empleada en la Sagrada Liturgia. Era un obra ingente, que exigía la revisión de todos los textos litúrgicos vigentes y la traducción de todos los demás pasajes bíblicos desde sus lenguas originales, sin perder el espíritu de aquella traducción litúrgica de hace treinta años, tan acreditada y buena en muchos aspectos, pero también introduciendo las correcciones necesarias y recogiendo los avances exegéticos y la experiencia pastoral de estos decenios.

El Dr. Díaz Rodelas fue llamado ya en el primer momento a formar parte del reducido grupo de especialistas que habría de poner en marcha la traducción oficial de la Biblia. Se trataba entonces de seleccionar el equipo de personas que habría de hacer todo el trabajo y de proponer los criterios fundamentales que lo habrían de guiar. Nombrado el equipo y aprobados los criterios del trabajo por la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal, en 1997, a Don Juan Miguel se le encargó el papel decisivo de Secretario de la Comisión Técnica, además de la traducción de diversos textos paulinos. Los viajes y las horas dedicados en los últimos años a la revisión y puesta a punto de todo el trabajo - junto con el Presidente del Proyecto, el Prof. Dr. D. Domingo Muñoz León, bien conocido en esta Casa - sólo se entienden por el espíritu sacerdotal y el amor a la Sagrada Escritura del nuevo Académico. Su aportación a la culminación con éxito de una tarea tan compleja y prolongada, bien puede considerarse decisiva. El sacerdote y el exegeta se conjugaban de modo ideal en su persona para esta obra singular4.

II. Jesús y Pablo

El hermoso discurso que hemos escuchado esta tarde está lleno de resonancias que ustedes han podido captar perfectamente y sobre las que no es necesario volver ahora. Permítanme tan solo un subrayado de algo que me parece tan central en la obra del nuevo Académico como de actualidad vivísima para la misión de la Iglesia en nuestros días. Me refiero a la que podríamos llamar la “hermenéutica de la continuidad”, en alusión a un importante discurso, de 2005, de Benedicto XVI5.

Una cierta hermenéutica de la discontinuidad o de la ruptura ha estado de moda en la literatura teológica y exegética de los últimos dos o tres siglos. Pablo se situaría en discontinuidad respecto de Jesús, hasta el punto de haber sido él, en cierto modo, el fundador del cristianismo. Igual que, por otro lado, la mentalidad helenística del llamado catolicismo incipiente (Frühcatholizismus) habría supuesto una ruptura respecto del mundo de Jesús, informado por una mentalidad centrada en los hechos y la función, frente a otro, posterior mundo categorial griego, centrado en el ser y la sustancia. Esa aproximación hermenéutica a las fuentes del cristianismo, originada en el contexto de la conjunción del principio protestante de la sola Scriptura con el desarrollo del historicismo a partir del siglo XVIII, ha tenido un reflejo inesperado en el mundo católico, después del Concilio Vaticano II, en la mentalidad que supone prejuiciada y acríticamente un distancia de principio entre Jesús y la Iglesia; es la misma mentalidad que interpreta de modo rupturista el Concilio como una especie de Asamblea constituyente de una iglesia nueva, acorde, por fin, después de tantos siglos, con unos imaginados orígenes jesuánicos y evangélicos.

El Concilio, en cambio, no ha hecho sino insertar en el amplio río de la Tradición las innegables nuevas perspectivas que el Espíritu abre a la Iglesia en nuestros días, como lo ha hecho siempre en cada época de la bimilenaria historia eclesial. No es difícil percibir en el discurso del nuevo Académico este mismo espíritu del Concilio. Poniendo el foco en el principio interpretativo de la unidad de la Escritura, el prof. Díaz Rodelas ha desplegado sintética y brillantemente ante nuestros ojos la continuidad de Pablo con Jesús. Es el mismo principio que había manejado con maestría ya en su investigación doctoral sobre la Carta a los Romanos y la comprensión paulina acerca de la Ley, mostrando la continuidad fundamental existente en el interior mismo del pensamiento del Apóstol de las gentes, precisamente cuando incorpora aspectos nuevos del único hecho de Cristo.

La unidad de la Escritura resulta deslumbrante cuando sus intérpretes - como en el caso que nos ocupa - se dejan guiar por el espíritu en que fue escrita. Sin embargo, esa misma unidad, como muestra una buena parte de la exégesis histórico-crítica del los últimos siglos, no parece evidente de por sí. El libro no se basta a sí mismo, como supuso algo ingenuamente el protestantismo clásico. El cristianismo no es ciertamente una “religión del libro”. El Libro sagrado habla todo Él de Cristo, el Verbo encarnado. Pero - como escribe el nuevo Académico en la nota 92 de su discurso - para el Apóstol, “la tradición constituye el medio habitual de entrar en relación con el Señor, o dicho de otro modo, que a través de la tradición el creyente de todos los tiempos enlaza de forma segura con el Señor.”

En efecto, la Tradición hace referencia al amplio contexto del testimonio personal acerca del Hijo eterno de Dios, encarnado, ofrecido por toda la Iglesia y, de modo específico, por los apóstoles y sus sucesores, hasta el Papa Francisco. Es en ese contexto en el que surge la Escritura y en el que ahora puede ser entendida en su unidad interna. Tal unidad es criterio de autenticidad y de vida.

Estamos particularmente agradecidos a quienes, como el nuevo Académico, hacen posible una comprensión rigurosa, exegéticamente fundada, de la unidad de la Escritura, descubierta tanto en su estudio inmanente, capaz de librarnos de literalismos o fundamentalismos de todo tipo7, como, al mismo tiempo, en el contexto de la Tradición eclesial, sin el que el estudio interno de la Escritura quedaría privado de su horizonte más justo.

La amplia perspectiva católica acerca de la Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia no está en absoluto reñida con la veneración eclesial de la misma. Al contrario. Comentado la enseñanza que el Concilio Vaticano II ofrece acerca de tal veneración en la Constitución Dei Verbum, número 21, el prof. Díaz Rodelas confiesa lo siguiente a sus alumnos:

Muchas gracias, querido Juan Miguel.

Señor Presidente, señoras y señoras: he dicho.

Hasta aquí mis palabras de 2013. Sólo quiero aadir ahora que Juan Miguel ha participado en los cursos de teología que he dirigido los últimos cuatro años en La Granda (Asturias). En agosto pasado nos dimos allí el último abrazo, al terminar las jornadas dedicadas este año al hermoso tema de “Los santos esos vencedores. Hacia una historia hagiocéntrica de la Iglesia. A propósito de Gaudete et exsultate”. Justo estos días estaba esperando el texto definitivo de su ponencia para la publicación que estamos preparando. Había versado sobre “El programa de la santidad: las Bienaventuranzas”.

En su encíclica Spe salvi, el papa Benedicto XVI escribe: “En el fondo queremos solo una cosa: la “vida bienaventurada”, la vida que simplemente es vida, simplemente felicidad”. Que el Señor te conceda esa Vida eterna, querido amigo Juan Miguel, la de los santos. Hasta pronto, si Dios quiere.

1 Sobre el amor al estudio de la Sagrada Escritura del Santo Arzobispo de Valencia, cf. Real Colegio Seminario de Corpus Christi de Valencia, El Tesoro de la Palabra. Las Biblias de San Juan de Ribera, Valencia 1998. Aquel amor, presente todavía de modo visible en la biblioteca del Colegio, ayudó, sin duda, a encender también el del nuevo Académico por las Sagradas Letras, como se muestra en su contribución a la exposición realizada en el Colegio con el título de la publicación mencionada: cf. J. M. Díaz Rodelas, “La Sagrada Escritura en la vida del cristiano y de la Iglesia”, en: Id., Introducción a la Sagrada Escritura, Valencia 2003, 21-34. - Los estudios de Juan José Garrido, Daniel Benito Goerlich, Nuria Blaya Estrada y, en particular, de Miguel Navarro Sorní, recogidos en El Tesoro de la Palabra, son imprescindibles para entender el significado cultural y pastoral de la obra de San Juan de Ribera en la Reforma católica, tan desconocida.

2 La tesis ha sido publicada casi de modo íntegro en: J. M. Díaz Rodelas, Pablo y la Ley. La novedad de Rom 7,7 - 8,4 en el conjunto de la reflexión paulina sobre la Ley, Estella (Navarra), 1994.

3 Fruto e instrumento de este trabajo docente, en el Instituto y en la Facultad, es el manual: J. M. Díaz Rodelas, Introducción a la Sagrada Escritura, Valencia 2004. También el libro de comentario, riguroso y pedagógico a un tiempo: J. M. Díaz Rodelas, Primera Carta a los Corintios, Estella (Navarra) 2003. Igual vocación de síntesis pedagógica y crítica tienen los numerosos artículos de diccionario de nuestro Autor, referentes a voces fundamentales de la cristología bíblica: J. M. Díaz Rodelas, “Cristología”, en: F. Fernández Ramos (dir.), Diccionario de San Pablo, Burgos 1990, 335-351; J. M. Díaz Rodelas, “Cordero de Dios”, “Cristo/Mesías”, “Hijo de Dios”, “Logos”, “Maestro”, “Profeta”, “Salvador”, “Seor”, en: F. Fernández Ramos (dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Burgos 2001.

4 Cf. J. M. Díaz Rodelas, “La versión oficial de la Biblia de la Sagrada Escritura de la Conferencia Episcopal Espaola: criterios aplicados”, Phase 51 (2011) 243-254; Id., “Sobre la Sagrada Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Espaola”, Resea bíblica 70 (2011). Cf. también :”Sagrada Biblia”, en la sección “Monográficos”, donde se recogen, entre otras cosas, las ponencias del Congreso “La Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia. Con motivo de la presentación de la Sagrada Biblia. Versión oficial de la Conferencia Episcopal Espaola”.

5 Cf. Benedicto XVI, Discurso a la Curia romana, del 22 de diciembre de 2005, Ecclesia 3290 (31.XII.2005), 30-36, donde habla propiamente de “hermenéutica de la discontinuidad” y “hermenéutica de la reforma”, en referencia, respectivamente, a una interpretación inadecuada y otra adecuada del Concilio Vaticano II.

6 J. M. Díaz Rodelas, Pablo y la Ley, o. c., 230 y 231.

7 Cf. J. M. Díaz Rodelas, Primera Carta a los Corintios, o. c., 10: “Sólo con este esfuerzo por dar el salto desde el hoy al ayer se puede superar el peligro del fundamentalismo acrítico y se descubre el valor que sigue teniendo la experiencia de los primeros cristianos.”

8 J. M. Díaz Rodelas, Introducción a la Sagrada Escritura, o. c., 23.

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