Juana Acosta: «Los asesinos siguen sueltos, la vida de Lucía correría peligro si volviera a El Salvador»

La actriz colombiana interpreta a la testigo de la matanza de la UCA en la última película de Imanol Uribe

Juana Acosta: «Los asesinos siguen sueltos, la vida de Lucía correría peligro si volviera a El Salvador»

José Ignacio Rivarés

Publicado el - Actualizado

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Juana Acosta (Cali, 1976) no conocía la historia de Ignacio Ellacuría y el resto de jesuitas asesinados en la UCA salvadoreña antes de rodar Llegaron de noche, la última película del director Imanol Uribe que este fin de semana llega a la gran pantalla. La intérprete de películas como Los dos lados de la cama, Santuario o Perfectos desconocidos interpreta a Lucía Barrera de Cerna, una empleada de la limpieza que por azar se convirtió en la única testigo directa de aquella matanza, cometida por el ejército salvadoreño en la noche del 16 de noviembre de 1989. «Es muy importante dar voz a las víctimas como Lucía», afirma. La protagonista de la cinta vive hoy en una pequeña localidad de California junto a su marido Jorge y su hija Geraldina, que ya la ha hecho abuela. «No pueden volver a su país. Los asesinos siguen sueltos. Creo que su vida correría peligro», opina Acosta.

—¿Qué ha supuesto para usted dar vida en la pantalla a esta mujer?

—Un gran honor y un gran placer. La admiro muchísimo. Fui a visitarla a California y tuve ocasión de conocer de viva voz su testimonio y el de su esposo. Conocer la experiencia real de la persona a la que interpretas es de gran ayuda para un actor.

—¿Solo mantuvieron ese encuentro?

—Cara a cara, sí, ese fin de semana en California. Pero luego, durante el confinamiento, estuvimos en contacto por videollamada. El trabajo con ella ha sido mano a mano. No solo me decía cómo había dicho las cosas, sino qué le pasaba en cada momento por la cabeza, qué sentía… Y eso para una actriz, como digo, es muy enriquecedor. Y más en mi caso, porque el personaje está muy alejado de mí.

—¿Qué es lo que más le llamó la atención de su historia cuando leyó el guion?

—Me impresionó todo lo que le pasó a esta familia: el horror que tuvieron que vivir, primero presenciando lo que presenciaron, y luego teniendo que huir fuera de su país. Y me impactó que treinta años después no hayan podido volver. Como siempre, en las guerras, los que salen perdiendo son los más débiles, los más desfavorecidos. No te puedes creer que cosas así puedan suceder. Después de tener que afrontar una guerra, llegó esa tortura psicológica a la que los sometieron en Miami. Fue algo muy duro. Ella siempre luchó por su verdad.

—¿Estaría dispuesta Lucía a volver ahora a El Salvador? ¿Usted cree que corre peligro?

—Ellos no pueden volver a su país. Los asesinos siguen sueltos. Creo que su vida correría peligro. Treinta años después, sigue profundamente tocada por esos acontecimientos. Cuando fui a verla todavía cerraba las ventanas de su casa por miedo a ser escuchada… Había miedo, cierta paranoia a hablar, a contar su testimonio. Había en ella mucha generosidad, estaba implicada en el proyecto, pero se emocionaba mucho y le entraban ganar de llorar.

—¿Qué hay de verdad y qué de ficción en la película?

—Imanol ha sido muy, muy fiel al testimonio de Lucía. Hizo un trabajo muy exhaustivo, incluso antes de ofrecerme a mí el papel. Yo tenía el guion tres años antes de rodar y dos años antes de entregármelo a mí ya había empezado a hacer una investigación profunda. Creo que junto al guionista fue también a hablar con Lucía y su esposo. Hasta donde tengo entendido, la película es muy fiel a lo que sucedió.

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—Da la impresión de que Lucía podría ser una persona cualquiera, como usted o yo. ¿Cuál es el rasgo que más destacaría de ella? ¿Su valor, su fe, su compromiso con la verdad y la justicia?

—Todo eso. Su valentía, su fuerza a la hora de sostener su verdad. Lucía es una mujer buena, una mujer buena de verdad; una mujer que estaba inmensamente agradecida a esos curas, porque la ayudaron mucho. Ella a mí me dijo una cosa que me impactó mucho: que no había tenido padre y que esos curas eran como su papá, porque eran quienes habían creído en ella y la habían apoyado cuando lo necesitó. Sentía un inmenso amor hacia ellos. Por eso, cuando los asesinaron, su vida se partió en dos.

—¿Usted ya conocía antes de hacer la película el asesinato de la UCA?

—No. Yo vivo en España desde hace 22 años y eso sucedió con anterioridad. Pero en cuanto me llegó el guion empecé a investigar y me di cuenta de que había sido algo muy sonado. Y la mayoría de la gente con la que he hablado después conocía estos hechos.

—¿Está al tanto de la lucha de la Compañía de Jesús para juzgar en El Salvador a los responsables de la masacre?

—Supe de la condena, aquí, en España, el año pasado, de un coronel; pero no, no estoy al tanto. Eso sí, creo que es muy importante dar voz a las víctimas como Lucía. El Salvador sigue siendo hoy un país —como tantos otros de Latinoamérica, empezando por el mío, Colombia— muy perjudicado por la guerra. Parece que no avanzamos. En estos tiempos seguimos hablando de guerras, de invasiones, de que los poderosos se quieren quedar con todo… Y eso es terriblemente triste.

—¿Puede decirse que es una película sobre la verdad y la lucha contra la impunidad?

—Sí, podría ser. Se trata de contar la historia a través de la mirada de Lucía. Lucía no entiende por qué no la creen. No es consciente de todos los intereses que hay detrás de esa situación en la que ella se ve envuelta sin buscarlo. Su historia es terrible.

—Todo le habría resultado más fácil si hubiera mentido…

—¡Pero era incapaz de mentir! Lucía es una mujer buena de verdad: recta, con unos valores, con una moral, de una gran entereza. Es una persona admirable. Por eso, cuando vio que su familia corría peligro y que la tortura psicológica aumentaba… Para mí, fue un muy interesante configurar ese proceso de asumir que tiene que mentir, ver cómo se va quebrando, asumir que le va a tocar mentir y no entender por qué. Sabe que vio lo que vio y no le cabe en la cabeza tener que mentir. No entiende por qué no la creen.

—Esa mentira suponía traicionar…

—Claro. Mentir, en su caso, suponía traicionar la memoria de los jesuitas asesinados. Unas personas que la quisieron y la ayudaron mucho.

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—¿Cómo fue el rodaje?

—Muy satisfactorio. Los exteriores se rodaron en Cali, y yo soy de allí. Como tenía el guion hace tiempo y tuve que ir a rodar una campaña publicitaria en El Salvador, aproveché para hacer un poco de trabajo de campo: visité la UCA, vi cómo había sido golpeada la ciudad por la guerra… Las zonas más residenciales, la vegetación y, sobre todo, los cielos, la luz, me recordaban mucho a Cali. Para mí fue muy especial rodar en Cali.

—Este tipo de papeles no son muy habituales en su carrera.

—No, es un personaje que está lejos de mi expresión habitual. Interpretar a Lucía ha sido un gran regalo. Se lo agradeceré siempre a Imanol. Trabajar con él ha sido un sueño, es un gran director. Respeta mucho a los actores, sabe escucharles... Hacer esta viaje con él ha sido hermoso.

—Ha dicho que Uribe le pasó el guion hace varios años. ¿Siempre pensó en usted para interpretar a Lucía?

—Parece que sí, lo cual me alegra mucho. Es un lujo tener tiempo para ir trabajando de a poco el personaje, para ir construyéndolo. Si trabajas así, cuando empiezas a rodar todo fluye, pues es algo asentado tiempo atrás.

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