Las vidas de los sirios continúan marcadas por la penuria y los sufrimientos tras diez años de guerra
África Marcitllach, de Manos Unidas, explica que con el apoyo a organizaciones como los Maristas Azules, intentan mitigar los efectos de la guerra en una población desesperada
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Ayer, 15 de marzo, se cumplían diez años del inicio de la guerra en Siria. Un conflicto que solo ha traído muerte y destrucción y que se ve agravado por el bloqueo y las sanciones impuestas por la Unión Europea y Estados Unidos a un país que se desangra por los cuatro costados y ahoga a la población civil inocente. Desde Alepo nos escribe Nabil Antaki, médico sirio-canadiense y miembro de la directiva de los Maristas Azules, la ONG que lleva acompañando a la población más vulnerable de Alepo durante los 10 años de guerra y con la que, desde hace dos, colabora Manos unidas.
“Hoy hace justo 10 años... Hace diez años, desde que el 15 de marzo de 2011, las protestas de la llamada Primavera Árabe, tan alabada en los medios occidentales, se convirtieran rápidamente en un conflicto armado en Siria”
Nabil Antaki comienza su misiva describiendo como la tan jaleada Primavera Árabe pronto se convirtió en Siria “en un largo invierno muy duro e insoportable que ha destruido el país: su infraestructura, su patrimonio arqueológico, sus escuelas, sus fábricas, sus hospitales…”.
Según Antaki, en estos diez años el conflicto ha matado a más de 400.000 personas, ha obligado a que seis millones de sirios hayan tenido que huir para refugiarse en países vecinos o en Europa y otros países occidentales, y a que otros ocho millones hayan tenido que dejar atrás sus hogares, a los que nunca han podido volver, para vivir como desplazados internos...
“Llevamos en guerra diez años; sí, 10 años, más que las dos guerras mundiales del siglo pasado juntas. Y el sufrimiento, el duelo, la pobreza y la miseria se han convertido en parte de nuestra vida diaria; una vida que es una pesadilla”, lamenta el miembro de los Maristas Azules, una de las pocas ONG que siguen trabajando en Siria.
La generación perdida
La guerra ha dado al traste con los sueños de millones de personas. Se habla de toda una generación perdida, sin educación y sin perspectivas en un país que, antes de que comenzaran los hechos, Antaki describe como “seguro, estable, próspero y laico”. “Un país donde no todo era perfecto, ni mucho menos, aunque ninguna reforma, asegura el médico sirio- canadiense, justifica destruir nuestro país y sacrificar a generaciones de sirios”.
“A nuestros hijos les han robado la infancia, los sueños de nuestros adolescentes han desaparecido y el futuro de nuestros jóvenes ya no existe”, se duele Antaki.
En su misiva, Antaki denuncia que, aunque hace ya casi un año que en Siria no hay combates, las vidas de los sirios continúan marcadas por la penuria y los sufrimientos. “Estamos viviendo una crisis económica sin precedentes causada por 10 años de guerra”, denuncia. Una crisis económica que, en su opinión, se ve agravada por la crisis financiera en el vecino Líbano y las sanciones impuestas por Estados Unidos y países europeos. “En un país con la moneda constantemente devaluada y con una inflación desenfrenada, se produce un aumento del coste de la vida vertiginoso. El 70% de las familias viven por debajo del umbral de pobreza y la mayoría necesita de la ayuda de las ONG para conseguir alimentos, productos de higiene y ayuda médica. La gente cada vez es más pobre y no puede llegar a fin de mes”.
“Aunque mis compatriotas merecen el título de campeones mundiales de resiliencia, su cuerda está a punto de agotarse. Ellos solo quieren vivir normalmente, como todos los pueblos del mundo, y con dignidad”, implora Antaki.
Una labor heroica
Este es el contexto de crisis y miseria en el que trabajan los Maristas Azules, acompañando a la población más vulnerable de Alepo, durante los diez años de guerra, con proyectos y servicios que han ido variando dependiendo de las necesidades más urgentes. Estos proyectos abarcan todos los ámbitos “desde la ayuda humanitaria inmediata hasta la creación de microempresas muy básicas, pasando por la educación no formal a niños que no pueden acudir al colegio, el reparto de comida caliente a ancianos que viven solos porque toda la familia ha huido de Siria, clases de costura y producción de ropa, compañías de teatro como terapia…”, enumera África Marcitllach, coordinadora de Proyectos de Manos Unidas en Oriente Medio.
“La labor de los Maristas Azules es heroica”, describe Marcitllach. “Algunos tienen doble nacionalidad y podrían haber dejado Siria en cualquier momento, pero han elegido quedarse entre la población más vulnerable y desprotegida; acompañarles en su proceso vital e ir abriendo proyectos que puedan mejorar su situación”, explica la coordinadora de Proyectos de Manos Unidas en Oriente Medio.
Manos Unidas ve inaceptable la situación en la que, desde hace diez años, se encuentran millones de sirios. “Denunciamos la situación desesperada en la que los intereses estratégicos internacionales están sumiendo a la población”, informa Marcitllach. “Con nuestro apoyo a organizaciones como los Maristas Azules intentamos mitigar los efectos de la guerra en una población desesperada”, añade.
En los últimos dos años Manos Unidas ha apoyado a los Maristas Azules con 6 proyectos por un valor total de 284.123 euros.