"Cuántas locuras hemos hecho por Jesús y tenemos que seguir haciendo": La meditación del Lunes Santo
El obispo de Mondoñedo-Ferrol, Fernando García Cadiñanos medita sobre el significado del Lunes Santo, "un tiempo de preparación, de purificación, de apertura a la gracia"

Fernando García Cadiñanos
Publicado el
6 min lectura
Un saludo fraterno y cariñoso a todos los que seguís esta programación especial. Durante esta Semana Santa nos encontraremos durante unos momentos para reflexionar juntos sobre el sentido del día. Me gustaría que mis palabras te ayudaran a vivir con más profundidad estos días y pudiéramos penetrar juntos en el misterio que celebramos.
Estos días han sido tradicionalmente días para entrar en la interioridad, un tiempo de profunda reflexión y recogimiento. Sin embargo, esta sociedad de la movilidad y del consumo de experiencias quizás nos puedan despistar con nuestro ir y venir, con nuestro visitar y salir. Por eso, ojalá estos momentos te ayuden para encontrar un poco de paz, para descifrar mejor lo que acontece y para preparar tu corazón a lo que queremos vivir como Iglesia.
Ayer comenzábamos la Semana Santa. Seguro que pudiste participar en el Domingo de Ramos. Quizás viste alguna de las muchas procesiones en las que se recuerda la entrada de Jesús en Jerusalén a lomos de esa borriquilla.
Incluso te trajiste un pequeño ramo a tu hogar. Es un signo. Con él, aclamaste a Jesús como tu Rey, como tu Señor.
Se me ocurre una primera pregunta para nuestra reflexión y oración. ¿Qué has hecho con él? ¿Qué haces con este ramo con el que participaste ayer en la celebración? Antiguamente, esos ramos decoraban las entradas de las casas, los crucifijos de nuestros dormitorios, los balcones de nuestras calles. Era un signo externo.
Desde luego, no era un signo mágico con el que espantar espíritus o propiciar la buena suerte o pretender buenas energías, como hoy se dice. Era un signo para expresar, para mostrarnos como testigos del Señor Jesús, ciudadanos de este reino que Jesús ha venido a traer a la tierra. No sé si quizás habría que recuperar también estos signos externos que nos expresaran como cristianos en el ámbito de lo público.
Pero más importante sería que, si ayer aclamábamos a nuestro Jesús como Rey, si ayer le acogíamos en nuestras calles y en nuestros hogares, le dejemos de verdad entrar para que reine y transforme nuestras instituciones, nuestra cultura, nuestros valores. En definitiva, nuestra vida. ¿No os parece que nos iría mucho mejor si sus palabras iluminaran nuestros gestos políticos, nuestros hábitos económicos, nuestras relaciones sociales, nuestros comportamientos personales? Todo un reto.
Porque tenemos la tentación, también nosotros, como hace dos mil años, de convertirnos en veletas de la opinión pública, del pensamiento único, y aunque hoy nos manifestáramos como seguidores de Jesús, mañana le negaremos o le ocultaremos en el espacio público. Sí, hoy es Lunes Santo, el segundo día de esta semana grande que los cristianos queremos hacerla santa. Santos, no sé si lo sabes, significa separado, en cierta manera distinto, diferente.
Se trata de una semana que tiene una connotación religiosa y que, por tanto, está llamada a dedicarse a nuestro Dios, a las cosas de Dios. Pero dedicarla a Dios no quiere decir olvidarse del humano. Al contrario, cuando nos metemos en Dios, más sensibles al humano nos hacemos y mejor conocemos el misterio de nuestra vida, porque en el fondo de nuestro ser y de nuestra esencia nos descubrimos más habitados por el Dios que nos ha creado a su imagen.
Quizás por eso, en esta semana grande, esta Semana Santa, es una semana dedicada al amor, consagrada a contemplar lo que es el amor verdadero, a agradecer el amor grande que nos sobrepasa y nos sorprende, y también, por qué no, a ponerle en la calle para que nuestro mundo lo descubra y lo admire. Eso es lo que hacen las cofradías y hermandades a lo largo y ancho de toda nuestra geografía. Gracias.
Pero la contemplación y admiración de este amor nos debe de llevar también a revisar cómo es nuestro amor, cómo está nuestro corazón, cómo reflejamos como iglesia este amor que nos ha salvado y del que bebemos cada día. Vivir con autenticidad la Semana Santa, por tanto, es revisarnos cómo estamos en amor, contemplando el amor de Dios. Ojalá que estas reflexiones diarias nos puedan ayudar en esta tarea.
Permitidme finalmente que comente con vosotros el pasaje del evangelio que hoy nos ofrece la liturgia de la Iglesia. El texto que hoy leemos nos sitúa temporalmente en la misma jornada que vivió Jesús antes de su Pasión, Muerte y Resurrección. ¿Qué es lo que hizo tal día como hoy? El texto nos señala, seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos.
Allí le ofrecieron una cena, Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. María tomó una libra de perfume de nardo auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera y la casa se llenó de fragancia del perfume. Sin duda conocemos el resto del pasaje.
Judas, airado, recrimina aquel gesto lleno de amor de María y el propio Jesús la defiende anticipando el anuncio de su Muerte y de su Resurrección y pronunciando esa frase tan provocativa que marca el quehacer acogedor y caritativo de la Iglesia. A los pobres los tenéis siempre con vosotros. Ciertamente es una escena misteriosa, se trata de un gesto excesivo, enorme.
En este acto se entrelazan el amor, la entrega y la anticipación del sacrificio. La acción de María está marcada por un gesto insólito, pues era el salario anual de un obrero, pero era la acción propia de una persona enamorada de Jesús. El que ama hace locuras, el que ama a Jesús también hace locuras.
¿O no es una locura dejarlo todo y seguirle como hacen nuestros misioneros, nuestros hermanos de la vida contemplativa, nuestros sacerdotes, tantas personas consagradas? ¿O no es una locura tantos gestos de amor que a lo largo de la historia, también hoy, los creyentes de Jesús hemos realizado sin mucha razón, poniendo más amor que cálculos economistas y racionalistas? Cuántas locuras hemos hecho por Jesús y tenemos que seguir haciendo, no lo olvides.
Así nos lo recuerda el Papa Francisco, el amor es creativo, no se conforma con lo que ve, el amor es creativo, busca siempre el bien. El gesto de María es un ejemplo de este amor creativo, un amor que no se detiene ante el que dirán, un amor que se entrega sin reservas, porque el que entrega todo a Dios, se convierte en don también para el prójimo. Por el contrario, quien realiza muchos cálculos frente a la llamada de Cristo, acaba regateando también los demás.
En un mundo donde a menudo prevalece el egoísmo, el Lunes Santo nos recuerda el valor de los gestos sencillos, de los actos de amor que transforman la realidad. Este día nos invita a reflexionar sobre nuestra propia capacidad de amar, de entregarnos, de prepararnos para los momentos cruciales de la vida. ¿Cómo estamos llamados a vivir este amor creativo en nuestras vidas? ¿Qué perfume podemos derramar para ungir los pies de aquellos que nos rodean? Que la fragancia del amor de María de Betania nos inspire a vivir con mayor entrega y generosidad.
Que este Lunes Santo sea un tiempo de preparación, de purificación, de apertura a la gracia. Que podamos acoger el amor de Dios en nuestras vidas y ser testigos de su presencia en el mundo. Que la Semana Santa que comienza nos transforme y nos acerque más a la esencia del amor divino.
¡Feliz día!