La Merced Migraciones, ángeles para los privados de libertad
La fundación de los religiosos Mercedarios asistió el año pasado a través de su programa «Reincorpora» a 29 reclusos y prestó asistencia psico-social a 520 inmigrantes
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«La libertad es mucho más estar en la calle. Es poder ver la tele cuando quieres sin tener a alguien al lado, es abrir una nevera y comer lo que te apetece, es poder tocar al perro cuando se te acerca y sentirte querido por él, es poder ir a la playa o estar con los amigos sin tener que pedir permiso a nadie…». Rubén G. se emociona cuando habla de libertad. Tiene 27 años y sabe lo que es la cárcel, pues ha pasado entre rejas los últimos cinco años. Actualmente se halla en régimen de tercer grado y lleva en su tobillo una pulsera telemática que controla sus movimientos. Condenado por distintos delitos —todos ellos menores—, está a la espera de que el año que viene, si todo va bien, le concedan la libertad condicional.
Rubén G. es uno de los beneficiarios del programa «Reincorpora», de La Merced Migraciones, una fundación de los religiosos Mercedarios que este miércoles 28 de octubre ha presentado en Madrid su memoria de actividades correspondiente a 2021. Creada en 1987, la institución, que se dedica a acompañar a personas privadas de libertad y personas migrantes, cuenta con delegaciones en Madrid, Valladolid, Elche y Herencia (Ciudad Real). Además de profesionales, a esta noble tarea han dedicado su tiempo en el último años 53 voluntarios.
Atención psico-social, reinserción, formación, prevención de la discriminación…
En 2021 La Merced Migraciones intervino en la atención psico-social de 520 migrantes y asistió a través del citado programa «Reincorpora» a 29 reclusos, 16 de los cuales ya han encontrado trabajo. Por sus 17 pisos de acogida pasaron con vistas a su reinserción social un total de 119 personas. La fundación, asimismo, trabajó en la prevención de la islamofobia y la discriminación por motivos religiosos (programa «Salam») e impartió cursos de formación y sensibilización a más de 370 profesionales de la sanidad para mejorar la atención a las personas migrantes.
«No es el logro de una fundación —ha dicho Luis Callejas Rodríguez-Palmero, director de la fundación, al comentar el trabajo realizado— sino de las personas que dan rostro a esos números». El religioso ha recordado el ideario cristiano-mercedario de la entidad, así como su carisma de «entrega de la vida por la libertad del otro». Respecto a la labor con la infancia —se atendió también a 112 niños y jóvenes, y se formó a 783 profesionales vinculados a ellos—, ha lamentado que en ocasiones las instituciones actúan de manera poco correcta, «dando primacía a la condición de migrante sobre la de niño».
Estigma social
El programa «Reincorpora» ayuda a aquellas personas privadas de libertad en la búsqueda de un empleo que les ayude a reinsertarse en la sociedad. Trinidad Amorós, coordinadora de la Merced en la delegación de Elche, ha explicado que trabajan codo con codo con los profesionales de los centros penitenciarios y que la experiencia dice que lo más difícil no es tanto conseguir un empleo como mantenerlo. «El estigma de estas personas y los prejuicios que puede haber en las personas y en la sociedad dificultan la reinserción laboral», ha dicho.
En La Merced trabajan sobre todo con reclusos en tercer grado, pero también con los de segundo grado en el tema de las competencias y el autoconocimiento. «La autoconfianza es muy importante. El autocontrol, también, al igual que saber gestionar las situaciones. Con unos se trabaja la comunicación, el trabajo en equipo, la flexibilidad ante las situaciones, el servicio solidario, etc.», explica al alimón junto al resto de psicólogas.
Pulsera telemática
Rubén G. es un buen ejemplo de las dificultades que experimentan quienes un día tomaron un camino equivocado y hoy tratan de enderezar el rumbo a sus vidas. Pese a estar capacitado —«aprendo rápido», dice—, el joven, que prácticamente fue criado por unos amigos de sus padres, asegura haber perdido desde varios trabajos simplemente por el estigma que supone «llevar una pulsera telemática en el tobillo».
«La cárcel es miedo, respeto, desconfianza, y saber, en todo momento, a quién tienes a tu lado», reflexiona. «Lo más duro es no recibir ni una carta, por eso lo que más te llena es recibir una, aunque no sea de tu familia, porque sabes que alguien te está esperando ahí fuera».
Rubén quiere aparecer ante los medios sin ocultar su identidad —«mi nombre me recuerda quien soy, no quiero que se me olvide», y se deshace en elogios ante el equipo de profesionales de La Merced (Sofía, Celina, Trini…) que siempre están ahí, echándole una mano con el tema del empleo. Entre los proyectos de futuro de este luchador, una vez logre alejar definitivamente de su vida el fantasma de la prisión: «sacarme el carnet de conducir, tener un trabajo estable, comprarme su casa y tener la familia».
La libertad, para Rubén, es «mucho más que estar en la calle». Luis Callejas recuerda el altísimo concepto en que la tiene Cervantes en El Quijote: «La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres».