«Nuestro matrimonio nació cuando nos recuperábamos del alcoholismo, pero llegó a su plenitud por la fe»

El programa ECCLESIA de TRECE da a conocer una historia de amor singular, marcada por la fragilidad humana y, sobre todo, por la fe en Dios y la cercanía de la Iglesia

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Ana Medina

Publicado el - Actualizado

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Sara Martín y Junior Veronezi son un matrimonio, feligreses de la parroquia de Santa María Magdalena en Ciempozuelos. Se conocieron en las reuniones a las que acudían para recuperarse de su alcoholismo. «Compartir con alguien un momento así te ayuda mucho a salir adelante», confiesan. Con mucho esfuerzo y ayuda, lograron recuperar su vida, pero todavía le esperaban sorpresas en el camino. «Ya habíamos normalizado nuestra vida, recuperado las relaciones con nuestras familias, estabilidad... y sin embargo, nos faltaba algo, sentíamos un vacío», explican en el programa Ecclesia de TRECE.

Las reuniones se celebraban en una parroquia, por lo que Sara y Junior entablaron conversación con los miembros de la comunidad, que les invitaron a participar en actividades, entre ellas, las Cenas Alfa. Así comenzó un camino de conversión que les llevó a descubrir una felicidad que siempre habían añorado y que habían intentado encontrar en lugares equivocados. Su vida cambió por completo. En la actualidad han conocido los retiros Emaús, que reconocen que les ha hecho mucho bien, y acompañan un grupo de matrimonios además de realizar un voluntariado en la Orden de San Juan de Dios. Son miembros de Comunión y Liberación, donde participan en la parroquia del Cañaveral (San Jose María Rubio). Otro pilar fundamental es el Proyecto Amor Conyugal. «Hemos visto el inmenso bien que hacen a familias que estaban prácticamente destruidas, y estamos apostando por ello». En la entrevista, ambos reciben la sorpresa de mensajes de cariño de personas que les conocen bien: su madrina de boda y un amigo sacerdote, Miguel Ruiz de Zárate, párroco de san José María Rubio y amigo de Sara y Junior, que les conoció en 2008. «Cuando llegaron a la parroquia Santo Domingo de Guzmán y entramos en relación, descubrieron que allí había una gran vida que les llenaba de sentido. Ahora siguen viviendo, día a día, la sorpresa de la belleza de Dios, de Cristo y de la Iglesia, que llena su vida, la de sus hijos, la de sus amigos... Por eso tienen un deseo constante, "loco", de que el mundo conozca que la verdadera oferta y gozo de la vida es el conocimiento de Cristo en la Iglesia», cuenta.

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