Omella defiende las energías renovables siempre que no aumente la pobreza energética por su "elevado precio"
Este sábado se celebra el Día Mundial de la Eficiencia Energética, para concienciar a la población sobre la necesidad de reducir el consumo de energía por el bien del planeta
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Este sábado, 5 de marzo, es el Día Mundial de la Eficiencia Energética, que tiene como objetivo sensibilizar a la sociedad sobre la necesidad de reducir el consumo de energía mediante su uso razonable y sostenible.
Los retos que presenta la transición energética para conseguir un mundo más limpio, sostenible y mejor, ofrecen múltiples frentes. Entre ellos, desarrollar y usar tecnologías como la energía solar o la eólica o hacer uso de sistemas de producción que no esquilmen nuestros recursos naturales.
La eficiencia energética se ha consolidado como la mejor herramienta para frenar el cambio climático y caminar hacia sociedades más sostenibles. La Iglesia en los últimos años ha mostrado su compromiso con el cuidado del planeta, el cuidado de la Creación. Prueba de ello es la encíclica Laudato SI' del Papa Francisco en el año 2015, centrada en el planeta como espacio en el que viven las personas, defendiendo la naturaleza, la vida animal y las reformas energéticas.
El presidente de la Conferencia Episcopal Española, el cardenal Juan José Omella, también ha mostrado en su cuenta de Twitter su defensa por esta eficiencia energética para el cuidado del planeta. No obstante, en el tuit el también arzobispo de Barcelona alerta que el uso de las energías renovables no debe implicar dejar atrás a los colectivos vulnerables, aquellos que no pueden hacer frente el coste de la factura energética.
“Eficiencia energética también debería significar que tenemos posibilidad de mantener nuestros hogares a la temperatura adecuada. Sí a renovables, por supuesto, pero siempre y cuando no sean la causa de pobreza energética por su elevado precio”.
Y es que la pobreza energética es un mal que padece un tercio de los habitantes del mundo. En nuestro país, esta cifra roza ya los siete millones de personas, como consecuencia de las sucesivas crisis económicas que hemos padecido en la última década, la última derivada de la covid-19.