El Papa declara las virtudes heroicas de la española Magdalena Aulina Saurina, en proceso de beatificación

Fundadora del Instituto Secular de Operarias Parroquiales, fue defensora de los derechos de la mujer. Sus inquietudes le valieron una tensiones con la Iglesia de entonces

El Papa declara las virtudes heroicas de la española Magdalena Aulina Saurina, en proceso de beatificación

Redacción Religión

Publicado el - Actualizado

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Casi 67 años después de su muerte, su figura es digna de estudio. Defensora de los derechos de la mujer, consideraba que las chicas debían recibir una educación integral para contribuir al cambio social. Para ello impulsó, en su pueblo natal a comienzo de los años veinte, el Patronato de Obreras donde, además de enseñarles a leer y escribir, les proporcionaba formación sobre mecanografía o tareas domésticas.

Magdalena Aulina formaba parte de aquellos grupos que surgieron entre la década de los años veinte y cuarenta que se sentían llamadas a entrar en una alianza con Dios, pero sin asumir las características tradicionales de la vida religiosa. Aquella inquietud le llevó a poner en marcha, no sin que le costara problemas con el obispado de Gerona, la secularidad consagrada (lo que actualmente se conoce como instituto de vida consagrada), es decir, personas con posibilidad de consagrarse a Dios sin necesidad de vestir un hábito ni ingresar en un convento.

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Pío XII respalda el papel de los laicos consagrados en la Iglesia

Aquella inquietud creciente contó con el respaldo del Papa Pío XII, quien el 2 de febrero de 1947 promulga la constitución apostólica ‘Provida Mater Ecclesia’, con el fin precisamente de dar un estatuto jurídico a los institutos seculares. De alguna manera, confirmaba el importante rol del laicado consagrado en el empeño evangelizador de la Iglesia.

Pero hasta que llegó ese momento, Magdalena Aulina tuvo problemas con el obispado de Gerona por su manera de entender el apostolado. A comienzos de la década de los años treinta, un grupo de mujeres lideradas por ella comenzaron a vivir en comunidad con unas treinta jóvenes pupilas, recibiendo colaboraciones en casos concretos de otras familias de la ciudad.

No tardó en iniciarse un proceso desde el obispado de Vich contra las visiones de Magdalena. En 1939, el por entonces obispo de Gerona, Mons. Josep Cartañà, emitió un decreto donde registraba la falta de aprobación canónica para la comunidad en Banyolas, y acusó a Aulina de desobedecer al prelado en materia grave, y de propagar revelaciones y manifestaciones sobrenaturales no aceptadas por la Iglesia.

Mons. Cartañá le dijo que tenía que ponerse un hábito para entrar en una congregación o no la aceptaba. Pero Magdalena le contestó que no era lo que Dios le inspiraba. Por eso, el obispo prohibió los sacramentos tanto a Magdalena como a sus seguidores.

Aquella incomprensión de Mons. Cartañà le salió caro a Aulina, quien se vio obligada a marcharse a Navarra para continuar con su obra. No solo porque el obispo fuese un canonista, sino porque en aquellos años el papel de la mujer estaba minusvalorado. Magdalena estaba sola en aquella guerra.

El obispo de Pamplona contribuyó junto al nuncio de España a que se aclarara la situación entre Magdalena Aulina y el obispo Cartañá. Cuando todo se arregló, el obispo de Pamplona aconsejó no obstante a Magdalena que permaneciera en Navarra para continuar con su obra. Y fue allí donde empezó su proyecto con los institutos seculares. Luego, se abrieron estas casas en Roma y en Francia.

Una mujer fuerte, pero de salud débil

Fue una mujer de salud débil, pero a la vez muy fuerte. Estuvo a punto de morir por sus problemas cardiacos. La noche del 23 de abril de 1923, los médicos no daban nada por ella, pero sintió una sensación de bienestar y se curó. Para los sanitarios, se trataba de un milagro. Magdalena Aulina lo interpretó como una señal que confirmaba su llamada a un compromiso de vida secular, pero de plena dedicación a Cristo.

Se dice que su recuperación se debió a la intercesión de la santa italiana Gemma Galgani, por quien Aulina se guiaba. Al igual que ella, Galgani no gozaba de buena salud, y no pudo entrar en una congregación religiosa. Por ello, se santificó en una familia numerosa, donde trabajaba como lo que hoy se conoce como babysitter.

Magdalena vio en ella un modelo a seguir. Una persona consagrada a Dios sin vestir un hábito, sin ingresar en un convento.

El proceso de beatificación continúa

En la actualidad, se continúa trabajando en la Causa de Beatificación y Canonización de Magdalena Aulina Saurina. Son varios los milagros que se le atribuyen, tanto en vida como ya fallecida, como el caso de una persona que sufrió una pancreatitis aguda en tres ocasiones y estuvo a punto de morir, pero que ahora no tiene ninguna secuela. Tanto el paciente como su familia se encomendaron a Magdalena. Este caso lo han examinado varios médicos de diferentes hospitales y todos coinciden en que nadie después de tres pancreatitis fortísimas queda sin secuelas.

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