Priorizar el trabajo o más inversión en los hijos: los cambios sociales que explican la caída de la natalidad
Si bien la economía es importante, también los cambios sociales producidos en España propician el descenso de la natalidad, según explica a ECCLESIA la socióloga Julia Cordero Coma
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Si bien las barreras económicas como las precariedad laboral o los bajos salarios condicionan a los jóvenes a la hora de animarse a formar una familia y traer hijos al mundo, se suman los cambios sociales y culturales que se han producido en nuestra sociedad en las últimas décadas.
La profesora de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid, Julia Cordero Coma, ha explicado en ECCLESIA que en Europa, el umbral de reemplazo está en 2,1 hijos por mujer, y que se explica por la caída drástica de mortalidad infantil en el último siglo: “Esa tendencia mundial viene asociada a un cambio cultural, que en un primer momento estaba asociada a la disminución de la mortalidad infantil. Si mueren menos hijos, la gente va adaptando su fecundidad a esa situación de menos mortalidad”, ha sostenido.
De ahí se explica también, en parte, que España haya pasado de una media de cinco hijos por mujer a comienzos del siglo XX a dos.
“La maternidad ha dejado de ser el objetivo primordial ya que hay aspiraciones profesionales"
Uno de los factores determinantes de la crisis demográfica que comenzó en España en la década de los setenta, es el desarrollo económico que propició la incorporación de la mujer al mundo laboral. Una realidad que trajo consigo un cambio cultural que dio lugar a teorías como la 'Segunda Transición Demográfica' en las Ciencias Sociales: “La maternidad y la paternidad han dejado de ser el objetivo primordial de hombres y mujeres ya que hay aspiraciones profesionales, lo cual ha cambiado especialmente entre las mujeres”, ha comentado Cordero Coma.
No obstante, la profesora de Sociología en la Complutense ha aclarado que este hecho no implica que las mujeres no deseen experimentar la maternidad durante la edad de procrear: “Quizás la maternidad no es lo primordial como era, pero sigue habiendo intención. Aunque ha crecido el porcentaje de mujeres que prefieren no tener hijos, sigue siendo un porcentaje residual respecto al total de la población. Por tanto, el problema no es tanto una cuestión cultural. Quizás cuestiones como el deseo de tener un carrera profesional más rica si pueden llevar a un retraso de la fecundidad, pero que necesariamente lleven a no desear tener hijos, no lo sostengo”, ha subrayado.
"Lo que se invierte de tiempo, dinero y recursos en los hijos es mucho mayor que antes"
Por otro lado, Julia Cordero advierte de un tercer elemento que condiciona el número de hijos por familias, y es la inversión económica y de tiempo necesarios para sacarlos adelante a nivel académico, aficiones, etc.
“Ha habido cambios sobre cómo criar a los hijos. Sobre todo en personas con un nivel educativo mayor y más posibilidades económicas, se ha extendido una idea de una crianza mucho más activa, más demandante de tiempo, de dedicación y de dinero. Por tanto, esta idea es incompatible con la de no querer tener hijos porque no me interesa, cuando vemos que los padres están dedicando más tiempo y con más recursos a los hijos”, ha detallado.
Al hilo de este argumento, la profesora de la Universidad Complutense de Madrid ha puntualizado que esta mayor inversión económica para educar a los hijos, que propicia el desarrollo económico de un país, hace que se reduzca la fecundidad: “Lo que se invierte de tiempo, dinero y recursos en los hijos es mucho mayor que lo que se invertía antes. Por tanto, menos hijos exigen mucho más por lo que tiene sentido pensar que ese desarrollo económico lleva a una reducción de la fecundidad”, sostiene.
"Se puede obtener desarrollo económico sin tener niveles tan bajos de natalidad"
Pero así mismo, Cordero cree erróneo considerar que el crecimiento de un país 'per se' implique traer menos hijos a este mundo. Una teoría que, a su juicio, se rompe al comprobar cómo países de nuestro entorno con mayor desarrollo que España, como podría ser Francia, tiene tasas de natalidad más elevadas.
“En Europa la natalidad en general es baja, pero sobre todo en el sur de Europa y en el Este, que no son precisamente países con un desarrollo económico potente, mientras que países como Francia tienen niveles superiores. Aunque hay una tendencia en reducir la natalidad, las diferencias entre países muestran que se puede obtener un buen desarrollo económico y al mismo tiempo no tener esos niveles bajos. Es más bien una cuestión de capacidad de tener los hijos que se desean”, ha recalcado la experta en Sociología.