Recuerdos de una tarde de noviembre en la Plaza del Pilar con Juan Pablo II: "Profunda devoción a la Virgen"
Atilano Rodríguez, actual obispo de Sigüenza-Guadalajara, era en aquel entonces secretario de Elías Yanes en Zaragoza y recuerda a ECCLESIA una curiosa anécdota de ese día
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El 6 de noviembre de 1982, el Papa Francisco tuvo una jornada con muchísimos compromisos. Empezó a las 9 de la mañana con la Celebración Eucarística en Loyola, a las 12:30 la Celebración de la Palabra y la imposición de crucifijos a nuevos misioneros en Javier y por la tarde llegó en helicóptero a Zaragoza. Fue la única ciudad de España donde se quedó a dormir, el resto de los días volvía siempre a Madrid a la Nunciatura.
La revista ECCLESIA recuerda así ese día: “En Zaragoza tenía el Papa un manojo de citas importantes. Con los niños, con los enfermos y con la Virgen del Pilar […] Apenas hubo puesto pie en tierra maña, se encontró nada menos que con 50 mil niños que mal disimulaban su impaciencia en las gradas del estadio de La Romareda”.
Atilano Rodríguez Martínez, actual obispo de Sigüenza-Guadalajara, se trasladó a Zaragoza en el año 1977 como secretario de Elías Yanes Álvarez, donde estuvo hasta el año 1992. ECCLESIA ha querido hablar con él para recordar ese día, que él vivió en primera persona y al lado de Elías Yanes.
Atilano recuerda en especial el encuentro con los enfermos: “Fue el acto más emotivo. Habían venido unos 5 mil enfermos de toda España y el Papa les invitó, por una parte, a asumir el sufrimiento en comunión con Jesucristo, y, por otra parte, pidió al personal sanitario y a las familias el acompañamiento y la atención a los enfermos”.
Después de estos dos encuentros, el Papa recorrió toda la ciudad en papamóvil y llegó a la Plaza del Pilar: “Este acto fue de una profunda devoción a la Virgen. Aquí el Papa hizo un recorrido por la devoción de España a la Virgen Santísima, bajo distintas advocaciones, y también por supuesto a la Virgen del Pilar, considerándola y valorándola como Patrona de la Hispanidad y reconociendo, por lo tanto, la importancia de España en la evangelización de América”.
Tras la cena en el arzobispado, Atilano recuerda una curiosa anécdota: “El día había sido agotador, el Papa estaba muy cansado y un grupo de cofrades de Zaragoza se reunieron en la Plaza de la SEO y le dieron una gran tamborrada. Allí estuvieron tocando unos 15-30 minutos y el Papa dijo que quería saludarles. Salió al balcón para agradecerles el cariño que le estaban manifestando y al final preguntó: «¿Y los aragoneses cuándo duermen?»”. Al día siguiente el Papa marchó temprano: estuvo rezando a las 6 de la mañana y desde el aeropuerto marchó hacia Barcelona y continuó el viaje.
De todos los discursos que pronunció en Zaragoza, Atilano recuerda especialmente el de la Plaza del Pilar: “En primer lugar, el Papa dijo que estaba cumpliendo un deseo que tenía desde hace mucho tiempo, el venir a venerar la imagen de la Virgen del Pilar. Comenzó su homilía diciendo que se ponía bajo la protección de la Madre con el fin de reconocer y alentar también el amor a la Santísima Virgen de todos los españoles y allí es cuando habló de España como Tierra de María”.
“Y luego hizo un planteamiento, a partir de las distintas imágenes de la Virgen, donde ella aparece con el Niño en brazo. Dijo que la Madre no solamente concibe en su seno al Hijo, sino que nos lo ofrece como Salvador: “La verdadera devoción a la Santísima Virgen no está únicamente en que ella haya vivido la fidelidad a la vocación y a la misión que el Señor le confía, sino en que nos presenta a Jesús”. Desde allí, el Papa invitó a todos los cristianos a continuar este planteamiento de la Nueva Evangelización en el momento concreto de la historia, mostrando a Jesucristo a los demás”, recuerda el actual obispo de Sigüenza-Guadalajara
Sin ninguna duda, fue para Zaragoza un día histórico. Atilano subraya que el éxito del viaje llegó gracias a dos aspectos: “En primer lugar, la preparación del viaje: en todas las parroquias, organismos diocesanos […] había habido una preparación importante a través de la oración, charlas en las parroquias sobre el sentido del viaje, sobre la figura del Papa y la misión como sucesor de Pedro”.
En segundo lugar, “precisamente de los discursos que él pronunció en los distintos lugares que visitó de España, se intentó, después del viaje, hacer unas catequesis que prolongaron de alguna forma la reflexión, no solamente sobre lo que el Papa hizo, sino sobre lo que el Papa nos dijo. Y esto fue una cosa muy importante para continuar el contenido del viaje del Papa”.