Guía del buen anfitrión para atender una visita de Jesús: Siéntate y escucha

Jesús va a casa de las hermanas Marta y María. Una le escucha y la otra está pendiente de atenderle a Él y a mil cosas más. ¿Con quién te identificas?

ctv-omw-marta-y-mara

Pablo Valentín-Gamazo

Publicado el - Actualizado

3 min lectura

El Evangelio de hoy nos sitúa, nunca mejor dicho, ante la necesidad de "tomar postura" ante un hecho diferencial. ¡Viene Jesús a nuestra casa! Desde la lectura, podemos aproximarnos a la Palabra desde varios puntos de vista. El primero de ellos, cómo responder a la llegada de Jesús desde cómo lo hicieron Marta y María.

Las dos hermanas fueron buenas anfitrionas de Jesús. Marta sirvió a Jesús, le atendió para que no le faltara de nada y estuviese cómodo. Mientras, María se había sentado a los pies de Jesús a escucharle. También está haciendo algo correcto y formal: atender a la visita, que no esté sola y se sienta acogida. ¿Dónde está el matiz? Precisamente, en la "toma de postura".

No es fácil, para nosotros, que somos humanos. De hecho, es más fácil comprender, en tanto que personas, la postura de Marta. Su queja es la nuestra: "Señor, dile a mi hermana que me ayude". No daba abasto. Cuánto querría Marta poder estar como María, despreocupada de las faenas, escuchando y deleitándose con una conversación con Jesús.

Sin embargo, la casa, el trabajo, la preocupación y las miles de cosas que tenemos en la cabeza y en el corazón son las que nos hacen estar como Marta, queriendo ordenarlo todo "antes de", y "antes que", recibir y escuchar a Jesús. Lo que Marta parece olvidar, y a nosotros nos puede ocurrir, es que Jesús está loco de amor por "nuestro desorden", y le da igual cómo estemos de cansados o sucios. Nos mira con un amor que no se agota entre nuestros intentos de ordenar nuestras cosas, mientras espera a que nos demos cuenta de que está ahí y quiere que nos sentemos con Él.

¡Somos sus "desórdenes"! Jesús puede esperar a que terminemos (o que creamos que lo hemos hecho), con el mismo amor, pero también nos recuerda que Él puede ser el que mejor nos ayude a volver a encaminar lo que nos preocupa. Eso, como una parte del disfrute de estar con Él.

María, entretanto, no se pierde el encuentro con Cristo y busca estar en primera fila. Ella sabe y, como dice Jesús, quien sabe elegir con esa facilidad va a poder seguir haciéndolo. Cada llamada de Jesús en el día a día, desde lo concreto - una canción, una conversación, una persona, los Sacramentos, la oración - nos pone ante esa tesitura. Claro, que con el ajetreo, los atascos, las reuniones y los jefes, es difícil, pero el reto es pararse a pensar: "¿Eres Marta o María?"

El segundo apunte es algo en lo que no me había fijado hasta ahora del Evangelio de hoy: nuevamente, la postura de María, pero en sentido literal. Está sentada. "¿Y?", te puedes preguntar. Nuestro cuerpo habla de nosotros, es obra de Dios y es para Él. Estar sentado a los pies de alguien es una señal de veneración, de escucha y de acogida. Te sitúa en disposición de vaciarte de ti mismo para escuchar a otra persona o cosa. En este caso, a Jesús, a dejarte llenar por Él.

Decidir entre sentarse a escuchar y faenar es difícil. Son dos maneras de mirar a la misma situación: el contínuo 'tengo sed' de Jesús desde la Cruz. De lo que tiene sed Jesús es de que tengamos sed de Él. Las dos formas son humanas, pero lo que siempre permanece - pase lo que pase - es ese deseo de Jesús de venir de visita y que tengamos sólo ojos, oídos, corazón, ¡todo!, para Él.