Sevilla organiza un congreso de hermandades gitanas para recordar a 'El Pelé', primer gitano beato

El congreso tendrá lugar del 27 al 29 de octubre, con motivo de la conmemoración del XXV aniversario de la beatificación de 'El Pelé', mártir gitano asesinado en la Guerra Civil

Sevilla organiza un congreso de hermandades gitanas para recordar a 'El Pelé', primer gitano beato

Redacción Religión

Publicado el - Actualizado

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La Hermandad de los Gitanos de Sevilla organiza el primer congreso nacional de hermandades de los Gitanos, con motivo de la conmemoración del XXV aniversario de la beatificación del primer hombre de esta raza, Ceferino Giménez Malla, ‘El Pelé’.

Tendrá lugar del 27 al 29 de octubre, y la clausura será presidida por el arzobispo de Sevilla, José Ángel Saiz Meneses, justo cuando se celebre el XXXV aniversario de la coronación canónica de María Santísima de las Angustias.

Dieciocho hermandades españolas han confirmado ya su presencia en este encuentro, entre ellas las de Utrera, Écija, Córdoba, Granada, Málaga, Ronda, Huesca o Madrid, además de la organizadora.

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Objetivos

Este congreso aspira a ser el cimiento de otros encuentros similares, “promoviendo un acercamiento a corporaciones con sensibilidades comunes y poniendo en valor la presencia de nuestras hermandades en el contexto de la Iglesia Católica”. De cara a este primer congreso, la corporación de la Madrugada ha fijado los siguientes objetivos: difundir sus vínculos culturales, la historia e intrahistoria de estas hermandades que tradicionalmente se identifican como gitanas, y buscar acciones comunes de acción social hacia los que más lo necesitan.

El congreso se clausurará el 27 de octubre con la celebración de una misa flamenca que presidirá el arzobispo de Sevilla. Esta semana se ha presentado el cartel del congreso, obra de Antonio Rodríguez Ledesma.

¿Quién fue Ceferino Giménez Malla?

Hijo de padres gitanos españoles, 'el Pelé' nació en la localidad oscense de Fraga el 26 de agosto de 1861, fiesta de san Ceferino Papa, de quien tomó el nombre, y fue bautizado ese mismo día. Como su familia, Ceferino también fue un gitano que vivió siempre como tal, profesando la ley gitana tanto en su formación como en el desarrollo de su vida.

De niño recorrió los caminos montañosos de la región, dedicado a la venta ambulante de los cestos que fabricaba con sus manos. Todavía joven, se casó, al estilo gitano, con Teresa Giménez Castro, una gitana de Lérida de fuerte personalidad, y se estableció en Barbastro. En 1912 contrajo matrimonio según el rito católico. Comenzó desde entonces a frecuentar la iglesia hasta convertirse en un cristiano modelo. No tuvo hijos, pero adoptó de hecho a una sobrina de su esposa, llamada Pepita.

El Pelé dedicó los mejores años de su vida a la profesión de tratante experto en la compraventa de caballerías por las ferias de la región. Llegó a tener una buena posición social y económica, que estuvo siempre a la disposición de los más necesitados.

Acusado injustamente de robo y encarcelado, fue declarado inocente. El abogado que lo defendía dijo: “El Pelé no es un ladrón, es san Ceferino, patrón de los gitanos”.

Sumamente honrado, jamás en los tratos engañó a nadie. Por su reconocida prudencia y sabiduría, lo solicitaban payos y gitanos para solucionar los conflictos que a veces surgían entre ellos. Piadoso y caritativo, socorría a todos con sus limosnas. Fue un ejemplo de religiosidad: misa diaria, comunión frecuente, rezo cotidiano del santo rosario. Aunque no supo nunca ni leer ni escribir, era amigo de personas cultas y fue admitido como miembro en diversas asociaciones religiosas: Jueves eucarísticos, Adoración nocturna, Conferencias de San Vicente de Paúl y Tercera Orden Franciscana. Le gustaba dedicarse a la catequesis de los niños, a quienes contaba pasajes de la Biblia y les enseñaba las oraciones y el respeto a la naturaleza.

Al inicio de la Guerra Civil Española, a finales de julio de 1936, fue detenido por salir en defensa de un sacerdote que arrastraban por las calles de Barbastro para llevarlo a la cárcel, y por llevar un rosario en el bolsillo. Le ofrecieron la libertad si dejaba de rezar el rosario. Prefirió permanecer en la prisión y afrontar el martirio. En la madrugada del 8 de agosto de 1936, lo fusilaron junto a las tapias del cementerio de Barbastro. Murió con el rosario en la mano, mientras gritaba su fe: “Viva Cristo Rey”. Fue beatificado en 1997.

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