Susana Melero, del grupo musical Ixcís: «El disfrute es también algo muy espiritual»

Asegura que el verano "es un tiempo especial de acción de gracias porque nos permite más serenidad y capacidad de contemplación"

susana melero

Ana Medina

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Susana Melero echa la vista atrás y se ve a sí misma componiendo y cantando a María desde el colegio. Ahora es maestra jubilada, madre, abuela, cantante y miembro del grupo Ixcís. Comparte su vivencia de este tiempo de verano, sus planes y sus consejos para vivirlo "cristianamente".

Se define a sí misma como "cristiana enamorada del proyecto de Jesús y, como la mayoría, en búsqueda de ese Espíritu que nos vivifica y nos mueve". Vive como una gran suerte el hecho de haber encontrado acompañantes en la fe que le ayudan a ello: las hermanas Carmelitas de la Caridad (Vedrunas), los hermanos y hermanas de los Sagrados Corazones, la comunidad Pueblo de Dios a la que pertenece y, desde hace más de una década, los miembros de Ixcís. “Todos los días doy las gracias a Dios por ellos”.

La actitud ante la vida de esta gaditana es de agradecimiento y apertura a lo que el Señor, cada día, le va poniendo por delante. Hace cinco años publicó su disco “Con vosotros soy”, producido por Alfonso Moreno en el estudio Cinco Panes y Dos Peces, un álbum hecho a fuego lento y con mucho cariño, y en el que contó con artistas como el mismo grupo Ixcís o personas de Brotes de Olivo como Judit Morales, Lorenzo Sicilia y Carmen Murillo, entre otros.

—¿Cómo es tu verano?

Mi verano, como nos pasa a la mayoría, tras dos años y medio de pandemia, viene con el deseo de hacer cosas distintas: buscar más a la gente que quieres, a tus amigos y familia; viajar más… pero también con la rutina y el día a día habitual: el cuidado de la familia, las amistades, aquellos con quien compartes la fe, pero de una manera más distendida.

—¿Qué ventajas e inconvenientes tiene este tiempo para cuidarnos interiormente?

Al verano le falta la organización que tenemos a lo largo del curso, que quieras o no, facilita las cosas, incluso las de fe. La ventaja es la apertura: multiplica los encuentros y propicia experiencias nuevas, abrirte a buena gente que tiene valores espirituales que te aportan. Creo que el verano aporta apertura, creatividad y disfrute, que es también, en mi opinión, es algo muy espiritual. Valorar de modo más relajado lo que tenemos y disfrutarlo. Es un tiempo especial de acción de gracias porque nos permite más serenidad y capacidad de contemplación, y donde hay contemplación siempre hay agradecimiento. Potencia el crecimiento personal y en la fe.

—¿Cómo cuidas tú particularmente tu relación con Dios en este tiempo?

Como soy un pelín caótica, intento que mi oración diaria de la mañana no me falte, con los textos de la Palabra del día, y semanalmente la Eucaristía y el encuentro comunitario, que yo tengo en mi parroquia de los Sagrados Corazones, en San Fernando, con Pueblo de Dios, con Ixcís… Aprovechar todas aquellas experiencias que te ayudan a compartir lo de Dios. El verano nos posibilita limpiar la mirada, y descubrir en cada persona a ese Dios que lleva dentro y me completa. También propicia retiros, convivencias, encuentros más largos, de varios días, e intento aprovecharlo también en ese sentido.

—¿Qué tiene de especial este verano para ti? ¿Y para Ixcís?

Tenía mucha ilusión de hacer el Camino de Santiago y hasta ahora, por razones familiares, no había tenido la oportunidad y este verano sí me lo voy a permitir. También como Ixcís retomar los comparciertos, que hemos tenido con cuentagotas en este tiempo de Covid. Por supuesto, también recuperar la Noche Talitha kum, que es una ilusión compartida con tanta gente buena, y la nueva ilusión del nuevo disco del grupo, que es como un hijo nuevo, ¡o como un nieto (en mi caso)! Son cosas que te ayudan a redibujar y perfilar dónde está tu misión y tu bienaventuranza.

—¿Qué consejo darías para vivir el verano cristianamente?

No abandonar lo que nos alimenta en la fe. Como el cuerpo, la fe hay que nutrirla día a día, y en eso tiene su sitio la oración, los sacramentos (la Eucaristía como alimento básico) y la comunidad, donde crecemos como seres humanos y como cristianos. Son nuestros superalimentos. Y también, aprovechar las experiencias de encuentro que el verano propicia, y la contemplación, la oportunidad de descubrir a ese Dios que está en todo y en todos.

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