Ximena vuelve a ser azafata 3 años después del accidente aéreo en el que murieron 71 pasajeros: "Solo rezaba"

Entre los fallecidos en el siniestro ocurrido en Medellín era la mayor parte de la plantilla del equipo de fútbol del Chapecoense

Ximena vuelve a ser azafata 3 años después del accidente aéreo en el que murieron 71 pasajeros: "Solo rezaba"

José Melero Campos

Publicado el - Actualizado

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Han pasado algo más de tres años desde que el mundo del fútbol quedara impactado. Fue en 2016 cuando el avión que transportaba al equipo de fútbol brasileño Chapecoense se estrellara tras quedarse sin combustible a pocos kilómetros de la pista de aterrizaje de Medellín (Colombia). Aquello provocó la muerte de 71 personas.

Ximena Suárez tenía por aquel entonces 28 años. Fue una de las seis supervivientes e integrante de la tripulación. Más de mil días después, la joven boliviana ha logrado superar las secuelas físicas, pero sobre todo psicológicas que le dejó aquel impacto tremendo: “Gracias a Dios estoy bien. Ahora estoy empezando a volar en una aerolínea boliviana. Estoy en vuelos de entrenamiento, por lo que en diciembre o enero estaré si Dios quiere de tripulante nuevamente”.

El primer día tuvo mucho miedo, pero con el paso de los días se fue tranquilizando: “Formar parte de la tripulación fue lo que siempre quise y para lo que nací. Aquel 28 de noviembre no morí porque no era mi día, y Dios me dio una segunda oportunidad para que cambiara de vida, y pensara en las cosas buenas y malas que hacía. Me he acercado más a él. Soy un milagro de él mismo”.

Ximena tiene dos hijos, de cinco y diez años. La forma en la que han vivido el bárbaro episodio de su madre es muy distinta: “Mi hijo pequeño sigue impactado a día de hoy. No puede ver los aviones, tiene terror y no le gusta verme vestida de tripulante. Pero poco a poco lo aceptará con ayuda psicológica. Para el mayor soy su heroína. A todo el mundo le dice que me salvé del accidente de avión”.

El día del siniestro sigue muy presente en la mente de Ximena pese a haberlo superado: “Recuerdo ese vuelo cada vez que monto en el avión. Me pone triste, se me hace un nudo en la garganta, pero tengo que seguir adelante por mis hijos”.

No sintió la caída, sino directamente el impacto contra el suelo: “Faltaba combustible y no podíamos aterrizar por falta de pistas, algo normal en el mundo aéreo. El choque contra el suelo sentí mucho miedo, y más al estar atrapada por los arneses y el olor a combustible. En ese momento solo piensas en salvar en tu vida. Es un momento en el que se reza, se llora, se grita. Es un sentimiento que no se puede explicar”.

Ahora Ximena reconoce valorar más la vida, los pequeños detalles, y por supuesto la relación con su familia y con Dios: “No tenemos que esperar a que nos ocurra algo malo para estar en comunión con él. Tenemos que estar a su lado, contándole todo. Él siempre nos escucha”, reflexiona nuestra protagonista.

Pero no solo las consecuencias del accidente. Ximena también tuvo que sufrir episodios desagradables durante la investigación del siniestro, como el momento en el que algunos familiares de las víctimas la acusaban de asesina, al formar parte de la tripulación: “El motivo del accidente fue la falta de combustible. Yo no podía saberlo, de lo contrario nunca me hubiera subido al avión”.

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