"Dejémonos conquistar por Cristo para poder servir a nuestros hermanos", el Papa a los jesuitas

"Dejémonos conquistar por Cristo para poder servir a nuestros hermanos", el Papa a los jesuitas

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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"Dejémonos conquistar por Cristo para poder servir a nuestros hermanos", el Papa a los jesuitas

(RV).- "Poner al centro a Cristo y a la Iglesia; dejarse conquistar por Él para servir y sentir la vergüenza de nuestros límites y pecados para ser humildes ante él y ante los hermanos". Fueron los tres puntos de la meditación del Papa Francisco en la homilía de la Misa celebrada el 31 de julio de 2013, en la Fiesta de San Ignacio de Loyola, en la Iglesia del Gesú en Roma.

El Santo Padre, presidió la celebración como un jesuita más y habló a sus compañeros de estos dos fuegos que no se pueden separar: la centralidad del misterio de Jesús y la centralidad de la Iglesia.

Como jesuitas, dijo el Pontífice, nosotros y toda la Compañía, estamos por decirlo así "desplazados", estamos al servicio de Cristo y de la Iglesia. No puede haber caminos paralelos o aislados. Sí, caminos de búsqueda, caminos creativos, sí, es importante; ir hacia las periferias… pero siempre en comunidad con la Iglesia, con esta pertenencia que nos da el valor para ir hacia adelante.

Texto de la homilía completa del Papa Francisco

Fiesta de San Ignacio de Loyola 2013

En esta Eucaristía en la que celebramos a nuestro padre Ignacio de Loyola, a la luz de las lecturas que hemos escuchado, desearía proponer tres sencillos pensamientos guiados por tres expresiones: poner en el centro a Cristo y a la Iglesia; dejarse conquistar por Él para servir; sentir la vergüenza de nuestras limitaciones y pecados para ser humildes ante Él y ante nuestros hermanos.

Queridos hermanos, dirijámonos a Nuestra Señora; que Ella, que llevó a Cristo en su vientre y acompañó los primeros pasos de la Iglesia, nos ayude a poner siempre en el centro de nuestra vida y de nuestro ministerio a Cristo y a su Iglesia; que Ella, que fue la primera y más perfecta discípula de su Hijo, nos ayude a dejarnos conquistar por Cristo para seguirle y servirle en cada situación; que Ella, que respondió con la humildad más profunda al anuncio del Ángel: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 38), nos haga experimentar la vergüenza por nuestra indigencia frente al tesoro que nos ha sido confiado, para vivir la humildad ante Dios. Que acompañe nuestro camino la paterna intercesión de san Ignacio y de todos los santos jesuitas, que continúan enseñándonos a hacer todo, con humildad, ad maiorem Dei gloriam.

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