Diez recuerdos del cardenal Aquilino Bocos sobre Pedro Casaldàliga
Madrid - Publicado el - Actualizado
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1. Pedro Casaldàliga i Pla? sera? recordado por muchas facetas: como obispo defensor de los pobres y de sus tierras, como fundador y animador de comunidades cristianas de base, como obispo en medio de su pueblo, como apo?stol del radicalismo evange?lico, como escritor de espiritualidad y pastoral, como profeta de esperanza y compromiso social, como poeta que supo cantar al pobre, al Verbo encarnado, a Mari?a mujer sencilla y del pueblo, disci?pula y misionera. Canto? la ternura en el vivir cotidiano y al peso del tiempo que pasa. Pero yo le he conocido en una faceta que esta? al fondo de todo ello y es la de su vocacio?n de misionero claretiano.
Le conoci? en la Comunidad de la calle Buen Suceso de Madrid (1964), cuando era director de la revista Iris de Paz. Fue tiempo de esplendor para aquella veterana revista popular mariana. Dirigi?a y participaba en Cursillos de Cristiandad. Era capella?n de una comunidad religiosa. Habi?a oi?do hablar de e?l porque, an?os antes, habi?a formado parte de un grupo de claretianos que reflexionaban sobre espiritualidad claretiana e intercambiaban sus reflexiones y experiencias de vida aposto?lica en Vic. De este grupo era Fernando Sebastia?n Aguilar (+ 2019), arzobispo eme?rito de Pamplona y cardenal de la Iglesia.
2. Estuvo algunos an?os de formador de seminaristas menores de Barbastro, en el seminario donde habi?an sido martirizados 51 Misioneros Claretianos, beatificados en 1992. Quienes fueron entonces seminaristas recuerdan las letrillas que les invitaba a cantar durante los paseos. Debio? dejar en e?l un impacto fuerte el ejemplo de vida y martirio de aquellos hermanos porque, pasados los an?os, en torno a la beatificacio?n de los mismos y despue?s de ella, no dejo? de evocarlos en distintas intervenciones y en sus cartas al P. General. Recojo algunas estrofas del himno que compuso para su beatificacio?n:
Misioneros de Barbastro, sangre unida en holocausto de la casa de Claret, compan?eros de ideales, seguidores radicales
de Jesu?s de Nazaret. (…)
Martirial Eucaristi?a, los tres votos, di?a a di?a, os hicieron oblacio?n en la fragua de Mari?a;
y hoy sabe?is morir de pie entre el canto y el perdo?n, claretianos en misio?n de testigos de la fe. (…)
3. Su participacio?n en el Capi?tulo General especial de renovacio?n postconciliar (1967) dejo? huella por sus audaces propuestas misioneras. Y fue coherente pues, apenas terminado el Capi?tulo, se ofrecio? para ser enviado a la Misio?n que abri?a su provincia claretiana de Arago?n en Mato Grosso del Brasil.
4. Coincidimos en Guatemala, creo que al inicio del 1991, durante un curso que estaba dando a los religiosos y religiosas de aquel pai?s. Yo llegaba, como consejero general, a hacer una visita al centro de formacio?n de los Claretianos en esa ciudad. Nos encontramos juntos con los Estudiantes claretianos y, dirigie?ndose a ellos, les dijo: "Traten bien al P. Aquilino porque sera? vuestro superior general". Me sorprendio? y me eche? a rei?r. So?lo le an?adi?: "Pedro, sera?s muy profeta, pero en esto te equivocas". Luego, al poco tiempo, resulto? que, efectivamente, fui nombrado superior general.
En este encuentro me comento? que habi?a perdido el reloj. Le di el mi?o y salimos juntos a la CONFER de Guatemala donde daba sus conferencias. Al comenzar a hablar, miro? el reloj y dijo: "me ha puesto en hora mi superior, que ha venido a vernos". Y luego an?adio?: "e?l ha trabajado en Madrid, en la comunidad de Buen Suceso. (Conoci?a, pues, bien aquella casa que fue en otro tiempo la suya). "Es muy distinto hacer teologi?a en Buen Suceso que hacer teologi?a en Guatemala". Cierto, le dije.
5. Durante los an?os de superior general intente? varias veces ir a Mato Grosso. En dos ocasiones lo impidieron las condiciones climatolo?gicas que no permiti?an los vuelos ni desde Sa?o Paulo ni desde Santa Cruz de la Sierra. En otra ocasio?n por haber tenido que volver a Roma con urgencia dejando varios proyectos de viajes en curso. Senti? mucho y sigo lamentando no haber visitado la misio?n de Mato Grosso.
La correspondencia y comunicacio?n que mantuvimos durante los 12 an?os, y tambie?n despue?s, fue asidua y cordial. Me sobrecogi?an sus expresiones de fidelidad vocacional, su devocio?n al Corazo?n de Mari?a, sus referencias al P. Claret y a los Ma?rtires de Barbastro que desvelaban toda su ternura y proximidad a la Congregacio?n. Se gozaba de sus proyectos y de su expansio?n misionera. Le interesaba cuanto aconteci?a en la Congregacio?n y la animaba a no perder el empuje profe?tico del Fundador.
6. Cuando fue a Roma para la visita Ad Limina Apostolorum, yo no estaba. Me contaron que para visitar al Papa Juan Pablo II y al cardenal Ratzinger estuvieron buscando una sotana y encontraron la que yo usaba. Le cai?a bien. Aquellos di?as cumpli?a sus cincuenta an?os de profesio?n religiosa. Fruto de una larga meditacio?n ante el mural que habi?a pintado el P. Maximino Cerezo, fue el poema "A Santa Mari?a de Pentecoste?s" que ahora figura en el Documento Capitular de 2015 Testigos-Mensajeros de la alegri?a del Evangelio.
7. En el Santuario de Nuestra Sen?ora de la Caridad del Cobre, (Santiago) patrona de Cuba, se celebro? un encuentro de espiritualidad para claretianos de Ame?rica Latina. Debio? ser hacia el 1998. El animador del curso era Dom Pedro Casaldàliga. Quise participar en algunas sesiones y tuve oportunidad de hablar largamente con e?l. Pude apreciar co?mo sus palabras brotaban de un corazo?n pobre y humilde, a la vez que lleno sabiduri?a evange?lica y de caridad aposto?lica. Lo que ma?s me conmovio? en aquellos di?as fue el testimonio de su prolongada vida de oracio?n. Cuando la comunidad iniciaba la oracio?n, don Pedro llevaba una hora en la capilla dedicado a la contemplacio?n. Era el secreto de su amor a Cristo y a los pobres, y la explicacio?n de su coherencia de vida.
Al concluir este encuentro fuimos a La Habana. Pedro queri?a encontrarse ?y yo le acompan?e?, porque asi? me lo pidio?? con el cardenal Ortega, recientemente fallecido (+2019). La recepcio?n fue corte?s pero francamente fri?a y distante. Pareciera que au?n resonaba en la mente o en el corazo?n del entonces arzobispo de La Habana lo que supuso la anterior visita que habi?a realizado Casaldàliga a este pai?s, en la que se habi?a entrevistado con el presidente Fidel Castro. Pero lo curioso fue que durante la entrevista que mantuvieron se establecieron unos vi?nculos espirituales muy profundos. Porque Pedro empezo? a hablar con espi?ritu evange?lico del seguimiento de Jesu?s, del amor a los pobres y marginados, del discernimiento pastoral… Hablo? de la necesidad de llevar una vida espiritual intensa para predicar hoy el Evangelio. Fue una conversacio?n esponta?nea y profunda; espiritual y comprometida aposto?licamente. Y al finalizar, el cardenal Ortega se levanto? y le dio a Pedro un largo y afectuoso abrazo. Me parecio? que las distancias se habi?an acortado y que se iniciaba una nueva amistad.
8. Durante el tiempo en que servi? a la Congregacio?n como superior general, tuve que deshacer ante ciertas personas del Vaticano algunos equi?vocos y malentendidos sobre Pedro Casaldàliga. Tuve que dar testimonio de su amor a la Iglesia, a la que amaba apasionadamente, aunque algunas cosas no le gustaran o se mostrara cri?tico con ciertos modos de proceder. Mi testimonio se basaba en las cartas que cada cierto periodo de tiempo escribi?a a su superior general donde daba cuenta de su vida y expresaba su amor a su vocacio?n de Misionero Hijo del Corazo?n de Mari?a y su compromiso por anunciar el Evangelio a los pobres. Hablaba de su estilo de vida sencillo y austero, de su vida de oracio?n, su amor a la Madre Congregacio?n, de su comunio?n con la Congregacio?n… Un hombre que se expresa esponta?neamente asi? no puede ser tachado de desafecto a la Iglesia. Uno se siente conmovido ante hermanos de este talante. De ahi? que creciera en mi? una profunda y enorme admiracio?n por Pedro.
9. Tuvo clara su divisa: "Sabed: del Pueblo vengo, al Reino voy". Atento al paso del acontecer, fue amigo de lo esencial. El Evangelio siempre para e?l fue Buena Noticia. Proclamo? con pasio?n la misericordia, la justicia y la liberacio?n de los oprimidos.
Nos deja el recuerdo de una persona trabajada por el don del Espi?ritu. Mostraba y demostraba la gratuidad, que e?l tradujo en intuicio?n, libertad, rebeldi?a, sensibilidad y compromiso solidario. Supo de cruces y llagas encendidas. Su poesi?a, tan densa y rica, revesti?a un tono profe?tico, mitad denuncia y mitad compasio?n y re- conciliacio?n. Sus palabras desbordaban uncio?n, belleza y cercani?a. "So?lo el que sabe enfrentarse descubrira? la verdad". Su preguntar a nadie dejaba indiferente. Y en sus palabras nos deci?a lo que era.
"No voy,
va mi palabra.
¿Que? ma?s quere?is?
Os doy todo lo que yo creo, que es ma?s que lo que soy".
En estos otros versos nos dejo? entrever su misio?n. "Queremos ser y hacer hijos y hermanos sobre la tierra madre compartida, sin lucros y sin deudas en las manos, sueltos los ri?os claros de la vida".
Su personalidad llena de humanidad y mi?stica religiosa, sin apariencia y ardiendo en caridad aposto?lica, pegada a la gente sencilla y, a la vez, elegante, ha suscitado una ola alta y larga de asombro. Durara? por mucho tiempo. Es un referencial de "pasio?n por Cristo y pasio?n por la humanidad".
10. Cuando cumplio? sus 80 an?os llego? a decir que si tuviera otra posibilidad de nacer, seri?a misionero claretiano. Pedro siempre ha estado presente en el corazo?n de la Congregacio?n. Su nombre es una estela de vida misionera comprometida entre los mas pobres y marginados, un luchador para defender la dignidad de los trabajadores de la tierra y sus tierras, una voz profe?tica en la Amazoni?a… Un misionero claretiano de talla gigante que ha expuesto y arriesgado su vida por la dignidad de otros olvidados, excluidos y empobrecidos. Amo? la paz y la hizo fraternidad en Cristo Libertador y Salvador. Nunca le agradeceremos cua?nto nos ha dado como vigi?a, como explorador, como impulsor de una vida claretiana llena de fe, de audacia y de esperanza, como e?l la son?o?:
"Llegar, por fin, a Tu anhelado Rostro
y echarme entre Tus brazos con todos los llegados".
Ya en este momento se ha encontrado con el Padre y se ha cumplido para e?l lo previsto en la fe de su vocacio?n misionera:
"Al final del camino me dira?n: -¿Has vivido? ¿Has amado?
Y yo, sin decir nada,
Abrire? el corazo?n lleno de nombres".
Cardenal Aquilino Bocos Merino, CMF