Un mundo amado por Dios, comentario del padre Federico Lombardi, en la clausura del Sínodo de la Nueva Evangelización
Madrid - Publicado el - Actualizado
2 min lectura
"Vencer el miedo con la fe y mirar al mundo con sereno valor, porque ?si bien está lleno de contradicciones y desafíos- permanece siempre el mundo que Dios ama".
La reflexión de la Iglesia sobre la necesidad de una nueva evangelización nace ciertamente de un alejamiento de la fe y de las dificultades del anuncio en varias partes del mundo de hoy, pero el Mensaje con el que la Asamblea sinodal, antes de separarse, se dirige a la Iglesia no es una palabra desalentada; sino una palabra de compromiso y de esperanza fundada en la fe en Dios, en la presencia de Cristo resucitado y en la potencia de su Espíritu.
No hay pesimismo: globalización, secularización y nuevos escenarios de la sociedad; migraciones, deben ser oportunidades para la evangelización.
La amplia multiplicidad de los argumentos abordados por los miembros del Sínodo aparece reportada en una unidad interior coherente, que delinea a una Iglesia renovada, en todas las regiones del mundo, en todas sus partes y componentes ?familias, parroquias, clero y laicado?-, en la conciencia de su misión. Una Iglesia siempre en diálogo con el mundo y sus problemas, en la cultura, ciencia, educación, arte; en la caridad activa; pero también en los campos de la economía, del trabajo y de la política para el servicio del bien común. En particular, una Iglesia en diálogo constructivo con los creyentes de las demás religiones, y una Iglesia que no sería ella misma si no supiera reconocer este rostro en los pobres que están siempre con nosotros.
Los Obispos y los demás miembros del Sínodo vuelven ahora a los lugares habituales de su servicio. Dejan al Papa ?que fielmente los ha acompañado en todos sus trabajos- una rica contribución para profundizar. Pero la dejan también a toda la Iglesia, que en este Año de la Fe, ahora se siente más animada para encontrar los caminos, los lugares, los modos de compartir con todos el don de la fe: el más bello y el más precioso que exista.
(PLJR – Radio Vaticano)