El Papa Francisco hace balance de su viaje a Turquía
Madrid - Publicado el - Actualizado
6 min lectura
El Espíritu Santo es quien hace la unidad
Audiencia general del Papa Francisco del miércoles 3 de diciembre de 2014
Queridos hermanos y hermanas: ¡Buenos días!
No parece muy bueno el día, más bien algo feo… ¡Pero vosotros sois valientes, y a mal tiempo, buena cara, y seguimos adelante! Esta audiencia tiene lugar en dos sitios distintos, como solemos hacer cuando llueve: aquí en la plaza, y también están los enfermos en el Aula Pablo VI. Ya me he reunido con ellos, los he saludado, y siguen la audiencia a través de la pantalla gigante, porque están enfermos y no pueden estar aquí bajo la lluvia. Los saludamos desde aquí con un aplauso.
Hoy quiero compartir con vosotros algunas cosas de la peregrinación que realicé a Turquía desde el viernes pasado hasta el domingo. Al igual que había pedido que se preparara y se acompañara con la oración, ahora os invito a dar gracias al Señor por su realización y para que puedan surgir frutos de diálogo tanto en nuestras relaciones con los hermanos ortodoxos como en las que mantenemos con los musulmanes, así como en el camino hacia la paz entre los pueblos. Siento, en primer lugar, el deber de reiterar la expresión de mi gratitud al presidente de la República Turca, al primer ministro, al presidente para los Asuntos Religiosos y a las demás autoridades, que me acogieron con respeto y garantizaron el buen desarrollo de los actos. Esto requiere trabajo, y lo hicieron de buen grado. Doy las gracias fraternalmente a los obispos de la Iglesia católica que está en Turquía y al presidente de la Conferencia Episcopal, tan bueno, y agradezco a las comunidades católicas su implicación, así como al Patriarca Ecuménico, Su Santidad Bartolomé I, su cordial acogida. El beato Pablo VI y San Juan Pablo II, que viajaron ambos a Turquía, y San Juan XXIII, que fue delegado pontificio en aquella nación, protegieron desde el cielo mi peregrinación, realizada ocho años después de la de mi antecesor Benedicto XVI. Esa tierra es querida de todo cristiano, especialmente por haber sido la cuna del apóstol Pablo, por haber acogido los siete primeros Concilios y por la presencia, cerca de Éfeso, de la "Casa de María": la tradición nos dice que allí vivió la Virgen tras la venida del Espíritu Santo.
Durante el primer día de mi viaje apostólico, saludé a las autoridades del país, de amplísima mayoría musulmana pero en cuya Constitución se afirma la laicidad del Estado. Y con las autoridades hablamos de la violencia. Es precisamente el olvido de Dios, y no su glorificación, lo que genera la violencia. Por eso insistí en la importancia de que cristianos y musulmanes se comprometan juntos por la solidaridad, por la paz y por la justicia, afirmando que todo Estado debe asegurar a los ciudadanos y a las comunidades religiosas una libertad real de culto.
Esta mañana, antes de saludar a los enfermos, he estado con un grupo de cristianos y musulmanes que participan en una reunión organizada por el dicasterio para el Diálogo Interreligioso, bajo la dirección del cardenal Tauran, y ellos también han expresado este deseo de proseguir dicho diálogo fraterno entre católicos, cristianos y musulmanes.
Durante el segundo día, visité algunos lugares símbolo de las diferentes confesiones religiosas presentes en Turquía. Lo hice sintiendo en el corazón la invocación al Señor, Dios del cielo y de la tierra, Padre misericordioso de toda la humanidad. Centro de la jornada fue la celebración eucarística que vio reunidos en la catedral a pastores y fieles de los diferentes ritos católicos presentes en Turquía. Asistieron también el Patriarca Ecuménico, el vicario patriarcal armenio apostólico, el metropolitano siro-ortodoxo y exponentes protestantes. Juntos invocamos al Espíritu Santo, quien hace la unidad de la Iglesia: unidad en la fe, unidad en la caridad, unidad en la cohesión interior. El Pueblo de Dios, en la riqueza de sus tradiciones y articulaciones, está llamado a dejarse guiar por el Espíritu Santo, en actitud constante de apertura, de docilidad y de obediencia. En nuestro camino de diálogo ecuménico y también en el de nuestra unidad, de nuestra Iglesia católica, quien lo hace todo es el Espíritu Santo. A nosotros nos corresponde dejarlo actuar, acogerlo y seguir sus inspiraciones.
El tercer y último día, fiesta de San Andrés apóstol, proporcionó el marco ideal para consolidar las relaciones fraternales entre el Obispo de Roma, Sucesor de Pedro, y el Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Sucesor del apóstol Andrés, hermano de Simón Pedro, que fundó aquella Iglesia. Renové junto con Su Santidad Bartolomé I el compromiso recíproco de proseguir por el camino hacia el restablecimiento de la plena comunión entre católicos y ortodoxos. Juntos suscribimos una Declaración conjunta, que constituye una etapa más de ese camino. Resultó particularmente significativo que dicho acto tuviera lugar al término de la solemne liturgia de la fiesta de San Andrés, a la que asistí con gran alegría, y que estuvo seguida por la doble bendición, impartida por el Patriarca de Constantinopla y por el Obispo de Roma. Y es que la oración es la base de todo provechoso diálogo ecuménico bajo la guía del Espíritu Santo, que, como he dicho, es quien hace la unidad.
El último encuentro ?que fue hermoso y doloroso también? fue con un grupo de muchachos refugiados, acogidos por los salesianos. Era muy importante, para mí, reunirme con algunos refugiados de las zonas en guerra del Oriente Medio, tanto para expresarles la cercanía mía y de la Iglesia, como para subrayar el valor de la acogida, valor con el que también Turquía está muy comprometida. Agradezco una vez más a Turquía su acogida de tantos refugiados, y doy las gracias de corazón a los salesianos de Estambul. ¡Esos salesianos trabajan con los refugiados, son buenos! También me reuní con otros padres y con un jesuita, alemanes, y con otros que trabajan con los refugiados, pero ese centro salesiano para los refugiados es algo hermoso, es una labor escondida. Muchas gracias a todas aquellas personas que trabajan con los refugiados. Y recemos por todos los refugiados y desplazados y para que se eliminen las causas de tan dolorosa plaga.
Queridos hermanos y hermanas: Que Dios todopoderoso y misericordioso siga protegiendo al pueblo turco, a sus gobernantes y a los representantes de las diferentes religiones. Ojalá construyan juntos un futuro de paz, de manera que Turquía pueda constituir un lugar de convivencia pacífica entre religiones y culturas distintas. Recemos también para que, por intercesión de la Virgen María, el Espíritu Santo haga fecundo este viaje apostólico y fomente en la Iglesia el fervor misionero, para anunciar a todos los pueblos, con respeto y en diálogo fraterno, que el Señor Jesús es verdad, paz y amor. Solo Él es el Señor.
Saludo en español al final de la Audiencia:
Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, Argentina, México, Paraguay, Bolivia, Chile y otros países latinoamericanos. Que la preparación del nacimiento del Señor, en este tiempo de Adviento, les haga crecer en el amor a Jesús y en el deseo de comunicarlo a los demás. Muchas gracias y que Dios los bendiga a todos.
(Original italiano procedente del archivo informático de la Santa Sede; traducción de ECCLESIA)