"Pedro Casaldàliga, referente misionero", por Josep M. Abella, obispo auxiliar de Osaka
Madrid - Publicado el - Actualizado
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¿Por que? en una persona que ha denunciado vehemente la injusticia y la avidez egoi?sta de personas y de instituciones uno percibe una paz tan profunda? Es una pregunta que me vino en mente despue?s de haber pasado casi un di?a entero charlando fraternalmente con Pedro Casalda?liga en el pequen?o patio de su casa en Sa?o Fe?lix do Araguaia, en la amazonia brasilen?a.
La palabra y el testimonio de Pedro transmiten aquella paz que aflora siempre en quien vive lleno de Dios y ama intensamente a los hermanos. No tiene otra explicacio?n. Su conversacio?n me recordaba aquel pasaje de Jesu?s en la sinagoga cuando llego? una persona con la mano paralizada. Jesu?s lo puso en medio de la asamblea (ya estaba en el centro de su corazo?n) y, ante la mirada acusadora de algunos de los que estaban alli? reunidos, pregunto? que? era lo que conveni?a hacer en el sa?bado, di?a sagrado para aquellas personas: salvar una vida o dejarla perecer. Jesu?s los miro? indignado y lleno de tristeza por la dureza de su corazo?n y, sin tener en cuenta lo que pudieran pensar, sano? al hombre enfermo. Indignacio?n y tristeza van juntas en Jesu?s. Jesu?s cuestiona a quienes le escuchan y juzgan en aquella sinagoga: ¿por que? no os alegra?is de que una persona haya recuperado su salud y, con ella, su dignidad? (se trata de otros tiempos en que las enfermedades eran vistas como castigos). Pedro Casalda?liga es alguien que te hace sentir su indignacio?n ante tanta injusticia, su tristeza ante el dolor que sufren a causa de ella muchi?simas personas, y su gran confianza de que Dios no abandona a los pobres y que, por lo tanto, tampoco e?l puede abandonarlos. Es alli? donde Dios nos llama y nos espera.
Hablando con Pedro, uno percibe que? significan aquellas palabras con que hace unos an?os intentamos definir la vida consagrada: "pasio?n por Cristo, pasio?n por la humanidad".
Pedro era cri?tico, pero su cri?tica ?a veces muy dura?, como la de Jesu?s, naci?a de un amor apasionado por Dios que sufre con el sufrimiento de sus hijos e hijas, y de un amor apasionado por quienes son vi?ctimas de la injusticia. Pedro era critico tambie?n con la Iglesia llevado de su deseo de que volviera a sus rai?ces evange?licas. Su cri?tica era la de quien desea la felicidad y la verdadera libertad a quien ama. Pedro vei?a a la Iglesia atrapada por muchas cosas que le alejaban del Reino y de aquellos a quienes, segu?n Jesu?s, les pertenece: los pobres.
Pedro era tambie?n una persona de gran corazo?n en el que acogi?a a todos para ganarlos a todos para la causa del Reino, una causa que hermana a personas de distintas religiones e ideologi?as y de grupos muy diversos; pero todas ellas enamoradas de la persona ?sobre todo de aquellas personas cuya dignidad es pisoteada y sus derechos conculcados? y deseosas de que cada uno de quienes compartimos la vida en este planeta podamos vivir con igual dignidad y derechos. Esta fue la causa por que Jesu?s vivio?, lucho? y entrego? su vida. De esto Pedro estaba completamente convencido.
Creo, adema?s, que Pedro ha sido una persona que nunca ha renunciado a la esperanza. Encontraba siempre motivos para seguir luchando y esperando y, cuando pareci?a que ya se habi?a agotado toda posibilidad de esperar, su fe pro- funda en Dios que no abandona y su amor por aquellas personas a quienes se les ha robado la esperanza, le segui?a manteniendo firme en su compromiso.
Recuerdo que una vez, siendo yo superior general, escribi? un arti?culo en el Osservatore Romano insistiendo en que la vida consagrada miraba al futuro con esperanza. Pedro me escribio? manifestando su alegri?a y confesando que e?l comparti?a aquella esperanza a la que nunca debi?amos renunciar.
Pedro, misionero claretiano y obispo en la amazonia brasilen?a, ha sido y sera? siempre un referente seguro para quienes quieran seguir incondicionalmente a Jesu?s.
Josep M. Abella, cmf
Obispo auxiliar de Osaka