Conceden la libertad condicional al coronel Benavides, uno de los asesinos de los jesuitas de la UCA
La decisión judicial ha sido anunciada en vísperas del trigésimo tercer aniversario de la masacre de la universidad salvadoreña
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La justicia salvadoreña ha decidido otorgar la libertad condicional anticipada al coronel Guillermo Alfredo Benavides Moreno, condenado a treinta años de prisión por el asesinato de Ignacio Ellacuría, otros cinco compañeros jesuitas de Universidad Centroamericana «José Simeón Cañas», y la cocinera de la residencia de los religiosos y su hija. La decisión del Juzgado Cuarto de Vigilancia Penitenciaria y de Ejecución de la Pena, de la que informa Europa Press, que cita al diario local El Mundo, ha sido comunicada en vísperas del trigésimo tercer aniversario de la masacre, cometida en la noche del 16 de noviembre de 1989.
Según ha indicado David Campos, abogado de Benavides, su cliente cumple los requisitos exigidos por la ley para beneficiarse de la medida: tener más de 60 años y haber cumplido al menos un tercio de la pena, en este caso diez de los treinta años dictaminados.
El coronel Benavides tiene actualmente 77 años. Fue condenado en 1991 por la autoría material de los asesinatos, siendo posteriormente liberado en virtud de la Ley de Amnistía General de 1993, aprobada tras la firma de los Acuerdos de Paz del año anterior. Volvió nuevamente a prisión en 2016, después de que el gobierno del presidente Salvador Sánchez Cerén, del FMLN, derogara la amnistía.
La Compañía de Jesús siempre ha exigido que el peso de la justicia recaiga también sobre los autores intelectuales del crimen, pero hasta ahora sus esfuerzos no han dado fruto. En España, la Audiencia Nacional condenó en septiembre de 2020 a 133 años de prisión por su implicación en la masacre al coronel Inocente Orlando Montano Morales.
Homenajes
Entre tanto, la Iglesia local recuerda y homenajea nuevamente estos días a Ignacio Ellacuría, Ignacio Martín-Baró, Segundo Montes, Amando López, Juan Ramón Moreno y Joaquín López, y Elba Ramos y su hija Celina. El pasado sábado, 12 de noviembre, tuvo lugar la tradicional vigilia y procesión con farolillos, y posteriormente una Eucaristía en memoria de los mártires.
El lema de este XXXIII aniversario tiene por lema «Porque la lucha es justa, la esperanza no desfallece». «La lucha de los mártires es justa porque busca hacer realidad el proyecto amoroso de Dios», dijo el actual rector de la UCA, Andreu Oliva, en su discurso ante el mural con los rostros de Ellacuría y sus compañeros. Se trata —añadió— de una «lucha que busca transformar este mundo en un lugar mejor, de una lucha por la vida y la dignidad de todas las personas, de una lucha por la liberación de esas estructuras políticas económicas, sociales y culturales que no permiten el desarrollo de los pueblos ni desplegar una vida que se realiza en libertad y en pleno respeto a los derechos humanos (…)».
«Reclamos justos de la gente»
El tema de la lucha y la justicia social fue también abordado por el P. Rodolfo Cardenal, superviviente de la masacre, en la homilía que pronunció en la misa posterior, oficiada en el Centro Deportivo de Bienestar Físico de la UCA y a la que asistieron cientos de personas.
El hoy director del «Centro Monseñor Romero» reivindicó a los mártires como «un regalo inmenso para la Iglesia y el pueblo salvadoreño» porque, dijo, señalan «a la memoria comprometida el camino a seguir». Y recordó las palabras pronunciadas recientemente por el Papa Francisco ante el vicepresidente de El Salvador y su familia: «Mientras haya injusticia, esto es, mientras no se escuchen los reclamos justos de la gente, mientras no haya signos de madurez en el caminar del pueblo de Dios, [la Iglesia] debe levantar su voz contra el mal, contra todo aquello que nos aparta de la dignidad humana y de la predicación del Evangelio».
Cardenal enfatizó que cuando el Papa habla de injusticia piensa «en los más pobres, los presos, los que nos les alcanza para vivir, los enfermos, los descartados», y recordó que estaban allí no solo para conmemorar la entrega hasta la muerte de sus compañeros jesuitas, sino también «para gritar una vez más las injusticias que oprimen y despojan a centenares de miles de salvadoreños de su dignidad ciudadana y humana».
«Esta noche —terminó— los mártires nos renuevan la invitación a defender a quienes los poderosos despojan de su dignidad y su libertad. Si los poderosos negocian entre ellos para explotar y oprimir, sordos al clamor de la gente común y los pobres, demostrémosles que otra manera de organizar la vida común es posible y necesaria».