¿Cuál fue la obra del obispo Scalabrini y el médico Artémides Zatti, los próximos canonizados por la Iglesia?

El 9 de octubre serán canonizados ambas figuras de la Iglesia por su entrega a los más necesitados

¿Cuál fue la obra del obispo Scalabrini y el médico Artémides Zatti, los próximos canonizados por la Iglesia?

Redacción Religión

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Giovanni Battista Scalabrini y Artémides Zatti serán canonizados el próximo domingo 9 de octubre. Así lo decretó el Papa Francisco este sábado tras la creación de los veinte nuevos cardenales.

Battista Scalabrini fue obispo de Piacenza, fundador de la Congregación de los Misioneros de San Carlo y de la Congregación de los Hermanas Misioneras de San Carlo Borromeo. El anuncio de su canonización ha sido acogido con júbilo por las Hermanas Misioneras Scalabrinianas.

La Superiora General, Sor Neusa de Fátima Mariano, ha señalado en la agencia FIDES que “Este período será un camino gozoso hacia el día en que será proclamado Santo. Él, padre de los migrantes, es el testimonio de un compromiso cristiano por proteger a los más pequeños, una voz que en los tiempos de hoy resuena tan necesaria y oportuna como siempre”, ha expresado.

Fátima Mariano ha recordado el legado de Scalabrini en su apoyo a todos los migrantes y refugiados: “Scalabrini es un santo y su camino de santidad ha sido por y con los migrantes”, indica la religiosa.

Por su parte el Padre Leonir Chiarello, Superior General de los Misioneros de San Carlo/Scalabriniani, ha subrayado que “con este reconocimiento, el Santo Padre señala a la Iglesia la figura de un obispo que supo no solo dedicarse por completo a su ministerio en la diócesis, sino también mirar más allá, a las necesidades de los que se marcharon de su tierra para encontrar alguna esperanza en otra parte. La Iglesia ya hizo suya con Pío X la preocupación de Scalabrini por los migrantes, pero con esta canonización el Santo Padre quiere acentuar aún más la actualidad de esta preocupación pastoral, de la que ha hablado muchas veces”.

Artémides Zatti, el médico de los pobres

Las raíces de Artémides Zatti son italianas, aunque su familia emigró a Argentina huyendo de la pobreza. Frecuentaba la parroquia de los salesianos en Bahía grande. Quería ser sacerdote. A los veinte años ingresa en la familia Salesiana, donde cuida de un sacerdote que le contagia la tuberculosis. El día en que ha de vestir la sotana, agobiado por la fiebre y una fuerte tos, no pudo participar en la ceremonia ni recibir el hábito.

El médico aconseja que el enfermo sea trasladado a Viedma, donde el aire es más sano. Artémides lo acepta de buen grado: “¡Iré a Viedma para morir, si es la voluntad de Dios!”. El capellán del hospital le invita a hacer una promesa a María Auxiliadora: “Si Ella te cura, te dedicarás durante toda tu vida a estos enfermos”. Artémides cumplió con gusto la promesa cuando se curó. Más tarde diría: “Creí, prometí, curé”. Pero esa promesa exigía el sacrificio de renunciar al sacerdocio.

No sólo hacía su trabajo en el hospital, sino que su corazón abarcaba la ciudad entera. Cuando había necesidad se movía a cualquier hora del día o de la noche, hiciera el tiempo que hiciera, visitando los tugurios de la periferia. Rezaba mientras pedaleaba sobre su bicicleta y las pocas horas libres las pasaba estudiando y leyendo libros de ascética. Su fama de enfermero santo se propagó por todo el Sur y le llegaban pacientes de toda la Patagonia. Cuando un pobre hombre encamado ve llegar de madrugada al hermano salesiano, se excusa por mandarlo llamar a esas horas. Él responde con entusiasmo : “¡Su deber es llamarme y mi deber es acudir!”

Los enfermeros preferían su visita a la de los médicos. Artémides amaba a sus enfermos. Veía en ellos al mismo Jesús, hasta el punto de que cuando pedía a las hermanas ropa para un muchacho recién llegado, decía: “Hermana, ¿tiene ropa para un Jesús de 12 años?”

El niño dijo que le curaba más con la palabra que con la pomada. Pasaron los años y esa mano fue consagrada para poder alzar la hostia. Algunos recuerdan haberlo visto llevar a sus espaldas hasta el tanatorio el cuerpo de un enfermo que había muerto durante la noche, para que no lo vieran los otros enfermos: y mientras lo hacía iba recitando el De profundis.

No tomaba vacaciones. Los únicos cinco días de descanso fueron los que pasó en la cárcel, hasta donde ingresó por la fuga de un preso que atendía en el hospital. Le acusaron de cómplice. Salió absuelto y su vuelta a casa fue un fiesta. En 1915, un farmacéutico con título oficial se establece en el barrio. Artémides, que no tiene ningún título, se verá obligado a cerrar su local, pero no se rindió: “¿Cómo tendrán acceso los pobres a las medicinas ?” Así las cosas, marcha a La Plata, aprueba los exámenes y regresa titulado.

Cuando visita a los enfermos pobres, siempre les deja limosna. En una ocasión, metió en su habitación a un enfermo, dejándole a él la cama para dormir en una silla. Estaba contento de poder estar con la gente humilde. Pero sobre todo irradiaba la luz de la presencia de Dios. Un médico del hospital, dijo: “Creo en Dios, desde que he conocido al Sr. Zatti”.

En 1950 se cayó de una escalera y a partir de ahí se le manifestaron los síntomas de un cáncer que él mismo se diagnosticó. Sin embargo, continuó atendiendo a su trabajo durante un año más, hasta que, tras sufrimientos heroicamente aceptados, murió el 15 de marzo de 1951.

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