¿Cuál es el valor del octavo mandamiento "No dirás falso testimonio ni mentirás"?
Debemos amar la verdad, porque Cristo es la verdad y Él nos enseña que la Verdad nos hace libres y nos santifica
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Seguimos con la explicación del Decálogo y hoy hablamos sobre el octavo mandamiento del Decálogo: “No dirás falso testimonio ni mentiras”. La verdad es un modo de vivir, de existir, y se ve en cada acto particular, y esa debe ser la vida del cristiano. El Pontífice ha subrayado que este mandamiento “prohíbe falsear la verdad en las relaciones con los demás” y que “donde hay mentira no hay amor. No puede haber amor”.
En este mandamiento se prohibe la mentira y se manda respetar la buena fama del prójimo. Debemos amar la verdad, porque Cristo es la verdad y Él nos enseñó que la Verdad nos hace libres y nos santifica. Recuerda que a ti no te agrada ni quieres que te engañen ni que hablen mal de ti, pues tu tienes que amar al prójimo como a ti mismo, y por tanto no mientas ni hables mal de nadie, ni le quites la buena fama, porque esto lo prohibe Dios en este mandamiento.
El octavo mandamiento de la Ley de Dios nos manda decir la verdad y respetar la fama del prójimo y nos prohibe: atestiguar lo falso en juicio, calumniar al prójimo, decir cualquier clase de mentira, murmurar, juzgar mal del prójimo, descubrir sin motivo sus defectos, y toda ofensa contra el honor y la buena fama de los demás. El que difama o calumnia al prójimo, además de confesar su pecado tiene la obligación grave de restituirle la honra y la fama que le ha quitado. El octavo mandamiento manda a los que trabajan en los medios de comunicación social que informen siempre de acuerdo a la verdad, a la libertad y a la justicia, y que respeten la buena fama del prójimo y de las instituciones.
Como bien explica el nº 2464 de este mandamiento el precepto moral deriva de la vocación del pueblo santo a ser testigo de su Dios, que es y que quiere la verdad. Las ofensas a la verdad expresan, mediante palabras o acciones, un rechazo a comprometerse con la rectitud moral: son infidelidades básicas frente a Dios y, en este sentido, socavan las bases de la Alianza.
El Papa Francisco sobre el octavo mandamiento
"La verdad es la maravillosa revelación de Dios, de su rostro de Padre, es su amor ilimitado. Esta verdad corresponde a la razón humana, pero la supera infinitamente, porque es un don que ha descendido a la tierra y se ha encarnado en Cristo crucificado y resucitado; se hace visible gracias a aquellos que le pertenecen y muestran sus mismas actitudes", subrayó el Santo Padre.
Más tarde, el Papa concluyó: "No dirás falso testimonio significa vivir como un hijo de Dios, que nunca, nunca se desmiente, nunca dice mentiras; vivir como hijos de Dios, dejando emerger en cada acto la gran verdad: que Dios es Padre y podemos fiarnos de Él. Yo me fio de Dios: esta es la gran verdad. De nuestra confianza en Dios, que es Padre y me ama, nos ama nace mi verdad y el ser veraz y no mentiroso".