El décimo mandamiento nos enseña a vivir desprendidos de los bienes materiales y a trabajar con diligencia
Según el Papa Francisco, la clave reside en el verbo empleado: “No codiciarás”. Este verbo refleja que es en el corazón del hombre nace la impureza y los deseos malvad
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El décimo mandamiento de la Ley de Dios nos dice: "No codiciarás los bienes ajenos". Pues el Señor ha dicho: "Donde [...] esté tu tesoro, allí estará también tu corazón" (Mt 6, 21). Este mandamiento nos prohíbe el deseo desordenado de riquezas y la envidia de los bienes ajenos. Por otro lado, nos enseña a vivir desprendidos de los bienes materiales y a trabajar con diligencia para mejorar nuestra situación actual con el corazón abierto a las necesidades de los demás. El camino puesto por Dios para que los hombres individuos, familias, pueblos y naciones lleguemos a la felicidad con paz y amor en este mundo y en el Cielo es cumplir los Diez mandamientos de la Ley de Dios.
Las prohibiciones para no codiciar los bienes ajenos
Este mandamiento prohíbe la codicia del bien ajeno, que es la raíz del robo, del pillaje y del fraude; prohíbe dejarse llevar de la concupiscencia de los ojos, que lleva a tantos pecados; y prohíbe la avaricia y la envidia, que son enemigas del orden y la concordia entre los individuos, las familias, los pueblos y las naciones. Por la codicia de los bienes ajenos, ¡cuántas riñas y enemistades entre hermanos, entre pueblos!, ¡Cuántas desavenencias familiares y adulterios por desear la mujer del prójimo!
El Papa Francisco sobre el décimo mandamiento
Todos los pecados nacen de un deseo malvado. Allí comienza a ‘moverse’ el corazón, y uno entra en esa dinámica y termina en una transgresión. Esa transgresión a la que se refirió el Papa Francisco en una audiencia general no es una transgresión cualquiera: "es una trasgresión que hiere a sí mismo y hiere a los demás". En esta ocasión, la catequesis del Santo Padre ha versado sobre el décimo mandamiento: "No codiciarás los bienes de tu prójimo, ni la mujer de tu prójimo".
Uno de los aspectos en los que se ha fijado el Papa y sobre el que nos ha llamado la atención es que hay un matiz especial en este mandato. No se trata de un simple "cumplir" el mandamiento. La clave reside, según el Romano Pontífice, en el verbo empleado: “no codiciarás”. Esto quiere decir que este verbo refleja que es en el corazón del hombre nace la impureza y los deseos malvados que rompen nuestra relación con Dios y con los hombres.