Mª del Carmen Ocón: "Sudán del Sur y el Congo necesitan que vaya el Papa para que haya paz y reconciliación"

La vicepresidenta de Solidarity with South Sudan asegura que "todo en general ha empeorado un poco en África a raíz de la crisis económica causada por el coronavirus y la guerra"

Mª del Carmen Ocón vicepresidenta solidaridad sudán

Ángeles Conde

Publicado el - Actualizado

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es la vicepresidenta de

, una realidad intercongregacional que opera en Sudán del Sur desde 2008 con el fin de fomentar la construcción de una sociedad justa y pacífica en un país que, nada más nacer, se vio envuelto en una cruenta guerra civil. Además, esta Hermana Blanca conoce bien República Democrática del Congo donde, asegura, se dan situaciones salvajemente inhumanas por la codicia que provoca su riqueza natural.

se ha visto obligado a retrasar su visita a ambos países, pero le siguen esperando, hoy más que nunca, con los brazos abiertos.

—María del Carmen, ¿cuál es su experiencia en África?

—Llegué a África en 1992, hace 30 años. Pertenezco a la congregación de las Misioneras de Nuestra Señora de África, conocidas como las Hermanas Blancas. He trabajado en Tanzania, en Mozambique, en Zambia y en Kenia, que fue mi primer destino. Después, a través de mis 11 años de servicio en el Consejo general, he tenido la posibilidad de visitar casi todos los países en los que estamos, que son 14. Esto me ha permitido tener una visión global del continente. Desde 2011, a través de esta realidad intercongregacional que es Solidarity y de su estructura de gobierno en Roma, trabajo como miembro de la dirección. Ahora soy vicepresidenta de Solidarity.

—¿Cómo está ahora la situación en Sudán del Sur tras la activación del acuerdo de paz suscrito en 2018?

—La inestabilidad es todavía patente. La situación ha mejorado, pero todavía hay mucha violencia. La gente no tiene todavía una sensación real de paz y de tranquilidad. De hecho, la mayoría de los refugiados y desplazados en Uganda no han regresado porque no se atreven a volver. Desde mi punto de vista, todo en general ha empeorado un poco en África a raíz de la crisis económica causada por el coronavirus y ahora con la guerra de Ucrania que está bloqueando la llegada de alimentos y se está notando.

—¿Solidarity cómo ayuda a aliviar un poco este sufrimiento?

—Desde los comienzos, la presencia de esta realidad se convirtió en un signo de que la convivencia interétnica y la paz es posible. Porque proponemos proyectos de formación, como cursos para ser profesores, sanitarios o agentes de pastoral, en los que participan alumnos que vienen de todos los puntos del estado y que pertenecen a etnias distintas. Conviven entre 2 y 3 años todos juntos y lo hacen en armonía. Para mí esto demuestra que es posible la paz y la reconciliación que se busca por todos los medios a pesar de las divisiones que hayan podido fomentarse. La gente lo quiere, lo desea y lo necesita.

Porque la guerra estalló a raíz de una lucha de poder interna entre los dos líderes políticos. Salva Kiir y Riek Machar agitaron a unas etnias contra otras y lo único que consiguieron es que pagara su enfrentamiento la gente pobre y sencilla.

—¿Ha calado la constante atención del Papa por este país, inmerso en una guerra civil casi desde su nacimiento?

—Las iniciativas del Papa por Sudán del Sur han tenido mucha repercusión a nivel mundial. Un ejemplo claro lo tenemos cuando convocó en Santa Marta a ambos líderes políticos y a los demás miembros del gobierno de unidad para un retiro de oración. Fue entonces cuando tuvo ese gesto tan profético y sorprendente de arrodillarse y besarles los pies para implorar la paz y la reconciliación. Creo que eso tuvo impacto en ellos también porque de ahí surgió el acuerdo de paz.

—Cuando se produzca, ¿qué puede quedar en este pueblo de la visita de Francisco?

—No se pueden seguir ignorando los deseos profundos de todo este pueblo, de tantos jóvenes que no ven futuro en esta dinámica de violencia e inestabilidad. Por eso, lo que se espera de esta visita, cuando se pueda hacer, es que impulse y consolide este proceso de paz.

La gente desea y necesita la paz. Como ha expresado el obispo de Tombura-Yambio, monseñor Hiiboro, nos aferramos a la esperanza de que una visita papal pueda precipitar un giro histórico, como fue el caso de la reconciliación nacional en Mozambique y la visita de Juan Pablo II. Desean que esta visita a Sudán del Sur pueda reconciliar a todos, pueda hacer que la guerra quede atrás y la paz los envuelva para siempre. Por tanto, no sería la primera vez en la historia de África que sucede. Esperemos que la visita pueda marcar la diferencia para que los líderes de estos países trabajen por la paz, sobre todo, los de Sudán del Sur.

—Sudán del Sur y República Democrática del Congo son dos de los diez países más pobres del mundo.

—Y a la vez tienen tanto potencial. Se dice que Sudán del Sur podría ser el granero de toda África y de parte del mundo porque tiene una enorme superficie de tierra fértil cultivable. La desgracia de República Democrática del Congo es precisamente que es rica en recursos como el coltán. Si fuera pobre pasaría desapercibida como Tanzania, un país pobre donde la gente vive con escasez, pero al menos sin conflictos.

—Según ACNUR, más de cuatro millones de sursudaneses se han visto obligados a desplazarse por la región y dentro de su propio país en una de las mayores crisis humanitarias de África. ¿Cómo responde la Iglesia ante un desafío de semejantes dimensiones?

—Las Hermanas Blancas hemos abierto una comunidad en la parte norte de Uganda. Los Padres Blancos y nosotras hemos ido a esa zona para fundar un comunidad que asista al millón de refugiados que hay en distintos campos de refugiados de esa región, en la diócesis de Arua. El gobierno ugandés abrió las puertas a la acogida. Entregó una parcela de tierra a cada familia donde han podido construir una casita y tener un trocito de huerta. Es un estilo muy distinto al que estamos acostumbrados, el de no permitir entrar a los refugiados o si entran retenerlos en condiciones infrahumanas. Esta comunidad lleva un año ya en este lugar. Las hermanas están aprendiendo la lengua del pueblo local y de los refugiados que, por suerte, es la misma, aunque sean de dos países distintos. De momento, acompañan y escuchan a los refugiados para conocer las necesidades de las personas. Hay muchas ONGs que proveen de ayuda, pero no había ninguna presencia pastoral con este pueblo. No hemos querido ir ya con un proyecto cerrado, sino que hemos querido escuchar primero a la gente, comprender qué necesita e intentar ofrecérselo.

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