¿Qué dicen los Papas sobre la pena de muerte?: "Tres Papas diferentes, un mismo pensamiento"

Francisco ha sido el Papa del “punto de inflexión” contra la pena de muerte

Ciudad del Vaticano

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Ana Palacios de Elías

Madrid - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

La Iglesia ha cambiado su posición sobre la pena de muerte a lo largo de su historia. Hace medio siglo, según el Catecismo del Concilio de Trento, los jueces, al dictar la pena de muerte eran ejecutores de la ley divina. En la actualidad, la bula Spes non confundit, del Papa Francisco, pide la abolición de la pena de muerte, a la que considera una medida contraria a la fe cristiana. 

La Iglesia no siempre ha estado en contra de la pena capital, pero, todos los Papas del siglo XX han condenado esta práctica. Una medida que sin embargo, todavía hoy está muy extendida en muchos países de África y Oriente Medio, así como en Estados Unidos.

 TRES PAPAS, UN MISMO PENSAMIENTO  

Fue el Papa Juan Pablo II, quien hablo por primera vez de cambio de pensamiento por parte de la Iglesia sobre este tema. El Papa, pidió en su mensaje de Navidad de 1998 "prohibir la pena de muerte" y hizo lo mismo un mes después, en enero de 1999, durante su visita pastoral a Estados Unidos, cuando afirmó claramente: "La dignidad de la vida humana nunca debe ser negada, ni siquiera a quienes han causado un gran daño" y definió la pena capital como una práctica "cruel e inútil".

Benedicto XVI fue en la misma dirección cuando, en el Compendio del Catecismo publicado en 2002, reiteró que «la pena infligida debe ser proporcionada a la gravedad del delito» y pidió a las autoridades que se limitaran a los medios que «correspondan mejor a las condiciones concretas del bien común», «sean más conformes con la dignidad de la persona» y, sobre todo, «no priven definitivamente al culpable de la posibilidad de redención».

 Sin embargo, Francisco es el Papa del “punto de inflexión”. En 2018, a través de un Rescriptum , aprobó la modificación al número 2267 del Catecismo de la Iglesia Católica respecto a la pena capital: «La Iglesia enseña que la pena de muerte es inadmisible porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona y se compromete con determinación a su abolición en todo el mundo».

En la bula que anuncia el Jubileo de la Esperanza, la Spes non confundit, pide a los líderes del mundo detener la ejecución de las condenas durante el Año Santo. La petición fue inmediatamente aceptada por algunos países, encabezados por Estados Unidos con el presidente saliente Joe Biden quien, tras una conversación telefónica con el Papa, conmutó 37 condenas a muerte por cadena perpetua.

 LA CIFRA MAS ALTA EN CASI UNA DÉCADA

 En 2023, las ejecuciones en el mundo alcanzan la cifra más alta desde 2015Fueron 1.518, según el informe anual de Amnistía Internacional sobre la pena de muerte, y son números que no incluyen a las miles de personas que se cree que han sido ejecutadas en China.

Abolir la pena de muerte

Abolir la pena de muerte

En el país norteamericano, aunque las ejecuciones disminuyeron ligeramente en 2023, hay señales de que la tendencia podría revertirse. La reaparición de Donald Trump en la escena política y su regreso a la Casa Blanca en 2025, podría marcar un endurecimiento de las políticas penales, incluidas las ejecuciones.

De hecho, durante su mandato anterior, Trump mostró un firme respaldo a la aplicación de la pena de muerte, autorizando incluso ejecuciones federales después de 17 años sin que se realizaran.

 SOBREVIVIÓ AL CORREDOR DE LA MUERTE  

 Mario Flores vivió durante 20 años una condena que parecía irreversible. Encerrado en una celda de 1,5 por 2 metros, esperó cada día una inyección letal en Estados Unidos por un crimen que no cometió.  

 La historia dio un giro decisivo con el caso de Anthony Porter, un reo que estuvo a solo dos horas de ser ejecutado. Un preso de población general confesó el crimen y la ejecución se detuvo. Ese hecho conmovió profundamente al gobernador de Illinois, George Ryan, quien suspendió todas las ejecuciones y ordenó una revisión de los 177 casos del corredor de la muerte.  

Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, las relaciones entre España y Estados Unidos se estrecharon. La presión diplomática española, sumada al eco de miles de cartas de ciudadanos y al activismo de los exonerados, ayudó a que su caso se volviera imposible de ignorar.