Gloria Cecilia Narváez, en 'Herrera en COPE': "Vi cerca la muerte, pero siempre había un ángel de la guarda"

La misionera franciscana ha sido entrevistada por Carlos Herrera cinco meses después de quedar en libertad tras cinco años de cautiverio por el desierto africano

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Redacción Religión

Publicado el - Actualizado

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La Hermana Gloria Cecilia Narváez nació al sur de Colombia. A los 18 años ingresó en la congregación de Franciscanas de María Inmaculada en Pasto. Fue maestra de Primaria y enviada como misionera a Ecuador, México, con indígenas en el Amazonas, a África y luego se instaló en Mali,donde ayudaba a mujeres y niños. Nunca cerraba la puerta, porque siempre podía llegar alguien a quien ayudar.

Siete años después, cerca de la localidad maliense de Koutiala, donde residía con otras misioneras de la orden franciscana, cuatro hombres entraron en la vivienda con fusiles pidiendo dinero. Se quisieron llevar a una de las monjas de la comunidad y, Gloria Cecilia Narváez, salió y les dijo que se llevaran a ella que era la mayor. La subieron en una moto y desapareció en el desierto del Sahel durante casi cinco años, hasta que fue liberada el pasado mes de octubre.

En 'Herrera en COPE', Gloria Cecilia ha relatado su testimonio de valentía, lucha y fe tras haber vislumbrado tantas veces la muerte. Asegura que su estado de salud es bueno en la actualidad, si bien reconoce que recuperarse de este trauma no es sencillo.

“Gracias a la oración y a la sanación interior del alma que la he hecho en oración, escribiendo lo que viví en el desierto, orándolo delante del santísimo sacramento en la madrugada he sanado el alma, pero quedan muchos miedos que no es fácil olvidar, la experiencias difíciles que viví en el desierto, aún más cuando estaba sola, los tiroteos, los grupos de extremistas, los azotes, las cadenas... pero Dios es grande y nuestra misión y servicio lo hacemos por Él y la gente pobre”, afirma.

Siempre se mantuvo firme en la fe pese a las amenazas

El Islam era el pretexto que los secuestradores empleaban para justificar el secuestro de la misionera sudamericana. De hecho, los jefes amenazaban en ocasiones a Gloria Cecilia y a los secuestrados, exigiéndoles repetir las palabras del profeta Mahoma. Pero la religiosa siempre se mantuvo firme en su fe, llegando a 'desafiar' a los yihadistas.

“Hacía muchas veces la cruz en la arena. Estaba firme en mi fe, que la cultivé desde los primeros años de vida con mis padres. La fuerza que Dios me daba me fortalecía cada día y la espiritualidad franciscana. Cada día bendecía al Señor por esta experiencia que estaba viviendo, lo alababa y bendecía por ese sol abrasador, ese pajarito que salía, esas flores en la soledad árida del desierto, por el agua que podía tener, esa experiencia de noches estrelladas. Daba gracias a Dios por todo lo que podía contemplar”, relata en 'Herrera en COPE'.

Maltratos y humillaciones: el día a día de Gloria Cecilia en el desierto

A lo largo de casi un lustro de secuestro, Gloria Cecilia tuvo que sufrir el maltrato casi diario de sus secuestradores a través de cadenas en el cuello, artefactos explosivos o estar amarrada a un árbol. Sin contar los insultos y burlas de los jefes: “También había insultos psicológicos, palabras hirientes que llegan al corazón y ofenden a la persona. Me dieron un vestido de musulmana para que repitiera cosas del Islam y repetir frases de Mahoma. Pero yo seguía fuerte orando y agradeciendo a Dios”.

Hasta en cinco ocasiones trato de huir la franciscana, todas ellas sin éxito. Como represalia, se doblaban las agresiones contra la monja: “Cuando sacaron a todas las compañeras me quedé sola, y uno de los jefes se acercó por la noche con una taza de arroz y me dijo que me escapara de los campamentos porque iba a ser duro para mi, eran grupos más sanguinarios. Al día siguiente salí del desierto pero los grupos están por todos lados y se acercaban, me maltrataban y me hacían volver al desierto azotándome, amarrándome...”

La muerte estuvo muy presente durante el secuestro

La muerte siempre rondó la cabeza de Gloria Cecilia. No era para menos, teniendo en cuenta los peligros que le acechaban: “La vi muy cerca, cuando las serpientes pasaban por la zona donde yo estaba atada, en los enfrentamientos con fusil... pero siempre había un ángel de la guarda que me salvaba. Intentaron cortarme las venas pero siempre se acercaba un hombre y le quitaba de encima. Aceptaba lo que Dios quería”.

Pese a todo, confesaba a Carlos Herrera que no le costó perdonar a sus secuestradores: Siempre oraba por ellos y pedía a Dios que convirtiera sus corazones violentos. Hay que tener certeza y confianza de que Dios no te abandona jamás. Nunca sentí el abandono de Dios, me sentí siempre protegida, en sus manos. La fe grande que tenemos la tenemos que cultivar, la oración me acercó a Dios”.

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