La historia de los 10 mártires que fueron beatificados en Guatemala, víctimas del genocidio maya
Este 23 de marzo se cumplen 40 años del golpe de Estado en Guatemala de Efraín Ríos Montt, acusado de genocida. La Iglesia fue una de las grandes perseguidas durante el genocidio
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Este miércoles, 23 de marzo, se cumplen cuarenta años desde que tuviera lugar el golpe de Estado en Guatemala, liderado por Efraín Ríos Montt. Un golpe que se fraguó tras las elecciones generales celebradas en el país el 7 de marzo de aquel 1982. El presidente elegido en las urnas fue Aníbal Guevara Rodríguez. Pero tan solo dos semanas después, una facción militar liderada por Efraín Ríos protagonizó este golpe a la democracia contra quien todavía era el presidente en funciones del país, Fernando Romeo Lucas.
De esta manera, Efraín Ríos se autoproclamó presidente de la República de Guatemala, asumiendo el poder de forma dictatorial. Bajo su mandato, continuó el genocidio maya, que fue especialmente intensa entre 1981 y 1983, en el contexto de la guerra civil que vivió el país durante 36 años (1960-1996), y que supuso la muerte de unas 200.000 personas, la mayoría de ellos sin investigar en la actualidad.
Efraín Ríos Montt gobernó el país tan solo un año, hasta 1983, tras ser derrocado por su ministro de Defensa, pero fue acusado de genocida por las masacres ocurridas en el Área Ixil, en la región petrolera de la Franja Transversal del Norte.
Como decimos, el genocidio de Guatemala dejó miles de muertos y muchos mártires, algunos de los cuales fueron beatificados por la Iglesia Católica el 23 de abril de 2021. Todos ellos fueron asesinados durante la guerra en el país, entre 1980 y 1991 por el Ejército de Guatemala o miembros de las Patrullas de Autodefensa Civil. Era la primera vez que la mayoría de los beatos son indígenas mayas: dos sacristanes ixiles y cinco catequistas quichés, así como tres sacerdotes españoles, de origen catalán, vasco y asturiano.
Y es que la Iglesia fue una de las víctimas de aquel genocidio perpetrado por los sucesivos gobernantes del país en la década de los setenta y ochenta. Ejemplo de ello fue cuando, entre 1980 y 1982, el ejército guatemalteco arrasó las aldeas consideradas bastiones rojos, muchas de ellas con al menos tres décadas de organización en Acción Católica, cooperativismo o ligas campesinas, todo ello previo a la llegada de la guerrilla.
Algunos religiosos permanecieron en sus parroquias después de recibir múltiples amenazas, tomando la decisión de compartir el peligro que corrían sus feligreses. Muchos de ellos fueron perseguidos, torturados y finalmente asesinados por los militares o los comisionados locales en distintos momentos o fases de la guerra.
Pero la Iglesia no se quedó de brazos cruzados ante el conflicto, sino que, ante la creciente represión, sacerdotes, monjas y catequistas se alzaron con la revolución o formaron parte de la resistencia armada frente al genocidio.
¿Quiénes fueron los mártires de Quiché? Así fueron sus vidas
Rosalío Benito Ixchop
Fue asesinado el 22 de julio de 1982 en la aldea La Puerta. Fue uno de los primeros catequistas del Cantón, cuando se inició el trabajo de la Acción Católica alrededor de 1940.
Rosalío aprendió a rezar el rosario y cantos religiosos para las celebraciones. Todo lo hacían de memoria porque ni él ni otros de los que participaban en los actos religiosos sabían leer.
Junto con los catequistas se preocupó por las familias preparándolas para el matrimonio; también preparaba a los niños para la primera comunión. Junto con la comunidad decidió construir el oratorio de la aldea.
Juan Quinilla, que fue uno de los compañeros de Rosalío, cuenta cuando se decidieron a conformar la primera junta directiva de Acción Católica en Chinique. Aunque los amenazaran con matarlos o hubiera gente que quisiera hacerlo, ellos seguirían adelante con su trabajo.
En 1982, cuando regresaba de Chiché por Cucabaj, sufrió una emboscada por parte del ejército. Con Rosalío fue asesinado su hijo, Pedro Benito, también del cantón La Puerta y fueron asesinadas 48 personas más.
Reyes Us
Originario de San Miguel Uspantán, fue asesinado en Macajalau. Reyes perteneció al comité Pro Mejoramiento y fue promotor de salud en la comunidad Majacalau y catequista. Era una persona que hacía sus mejores esfuerzos promoviendo y atendiendo a los enfermos, a quienes visitaba con frecuencia. Promovió proyectos de desarrollo en beneficio de las comunidades y predicaba que había que luchar a la par de lo espiritual y lo material, tomando como ejemplo la vida de Jesús.
Con los vecinos dedicó su tiempo y trabajo a construir una carretera, luego se organizaron para formar una cooperativa de consumo. Posteriormente planificaron cómo introducir el agua potable.
Era consciente de que podía ser asesinado en cualquier momento, por lo que pedía que, llegado el fatal día, ayudaran a su madre a seguir adelante. Finalmente, Reyes Us Hernández fue asesinado a manos de varios hombres vestidos de verde olivo y encapuchados que lo dejaron muerto a pocos metros de su casa.
“Gaspar”, que así lo llamaban por un abuelo suyo, dijo en alguna ocasión: “Si nos morimos por seguir a Dios, es que Él sabe que estamos en favor de la vida; así que no debemos tenerle temor a nadie, porque no le hemos robado a ninguno”.
Domingo del Barrio Batz
Era sacristán y catequista y acompañaba al sacerdote misionero José María Gran Cirera en las visitas a las aldeas. Fue asesinado el 4 de junio de 1980, cerca de la aldea Xe Ixoq Vitz, en Chajul. Desde muy joven empezó a participar en la Iglesia como miembro activo de la Acción Católica. Su tarea como sacristán era acompañar al sacerdote misionero en las visitas a las aldeas.
Llegando a las aldeas, los fieles se reunían en los oratorios y Domingo junto al padre trataban de animarlos con los cánticos y ayudando a veces con la traducción de los mensajes de fe. A pesar de las advertencias y amenazas que el jefe del destacamento militar le había hecho al Padre José María, Domingo se mantuvo fiel a su lado.
Siguiendo a esas advertencias, el Padre José María le pidió a Domingo que mejor él se quedara y no lo acompañara a las comunidades porque no quería que le pasara algo. A eso, Domingo contestó: “¡Vamos padre! ¡No quiero separarme de usted, si nos pasa algo que sea lo que Dios quiera!”. El 4 de junio de 1980, Domingo fue encontrado muerto al lado del Padre José María, con cinco heridas de bala.
Nicolás Castro
Originario del municipio de Uspantán, Quiché. Fue asesinado el 29 de septiembre de 1980 cuando tenía 35 años. Fue catequista durante veinte años y ministro de la Comunión. Los que lo conocieron lo describen como una persona tranquila, amistosa, honrada y trabajadora.
Arriesgando su vida, Nicolás iba hasta Cobán, Alta Verapaz, a buscar la comunión, a veces hasta San Cristóbal Verapaz, pues los sacerdotes ya no llegaban a su parroquia en Chicamán. A escondidas traía las hostias, cuidadosamente envueltas entre las tortillas. Otras veces escondía la comunión en el costal donde llevaba el maíz y con mecapal lo cargaba hasta su aldea.
Un sacerdote que lo conoció cuando iba a su parroquia cuenta que le dijo: “Usted perdone, padre, queremos la comunión, pero si me descubre el ejército y los judiciales, me matarían, por eso, aquí le traigo unas tortillas para que si es posible me coloque las sagradas hostias entre ellas”.
Ese gesto de sencillez y fe lo conmovió y le hizo un nudo en la garganta. No supo qué responderle. Tomó las tortillas y las llevó al altar, ahí colocó de ocho a diez hostias entre las tortillas y las entregó.
Alguien lo denunció y el 29 de septiembre de 1980 unos individuos le fueron a buscar a su casa. Le mataron en el patio de su vivienda.
Tomas Ramírez Caba
Originario del cantón Chajul, del municipio de San Gaspar Chajul. Fue asesinado en la parroquia de ese municipio el 6 de septiembre de 1980.
Después del asesinato del padre José María Gran Cirera, en 1980, la situación de amenaza para los que tenían un cargo en la iglesia se hizo más fuerte. Tomás siempre cuidaba del convento y la iglesia. Esta responsabilidad molestaba mucho al ejército que, en más de una oportunidad, le amenazó.
Después de cada amenaza llegaba a su casa a contarle a Rosa, su esposa, lo que los soldados le estaban diciendo y le señalaba que, a pesar de todo, nunca dejaría de cuidar la iglesia, aunque eso le costara la vida.
En coordinación con los sacerdotes, era uno de los encargados en repartir algunos alimentos que a través de Cáritas Diocesana se hacían llegar a las personas necesitadas. El 6 de septiembre de 1980, los soldados irrumpieron en el templo, dirigiéndose hacia donde estaba Tomás, rezando. Lo agarraron violentamente y le quebraron un brazo. Le dispararon por la espalda dejando su cadáver a la entrada del convento parroquial. El mismo día que mataron a Tomás fueron ejecutados en el pueblo 39 hombres.
Miguel Tiu Imul
Originario del cantón La Montaña, Parraxtut, Sacapulas. Fue asesinado el 31 de octubre de 1991, en ese mismo lugar. Miguel vivió y trabajó en su aldea La Montaña, donde desempeñó el cargo en dos ocasiones de directivo de Acción Católica y por muchos años realizó su trabajo pastoral como catequista.
Cuando comenzó a ser amenazado decía: “Si yo muero piensen que ustedes tienen que seguir la religión. No le tengan miedo a la muerte porque cuando uno dice la verdad, la gente dice que uno es malo. Si muero, muero como Jesús murió”.
Durante la noche de su asesinato, los patrulleros vigilaban a Miguel de cerca. Cuenta su familia que unos días antes de que le mataran, soñó que estaba en una celebración y la candela que tenía en su mano se iba consumiendo poco a poco y decía: “Voy a morir, esa candela es la de mi bautismo”.
El miércoles 31 de octubre de 1991, mientras Miguel regresaba a su casa, recibió un disparo. Su hija mayor, presintiendo lo peor, salió corriendo y lo encontró en el camino, agonizante.
Juan Barrera Méndez
Juan Barrera Méndez tenía tan solo doce años cuando fue asesinado, el 18 de enero de 1980. Nació en Potrero Viejo, Segundo Centro de La Vega, Zacualpa, Quiché.
Todos en su familia eran miembros de la Acción Católica. Participó desde muy niño en actividades propias de la parroquia y de su cantón. Juan ya había logrado ser un buen catequista.
A pesar de su corta edad le gustaba participar en reuniones de tipo informativo para aprender la doctrina en las celebraciones. Participaba y colaboraba en su comunidad en cuanto a la formación cristiana. Asistía dominicalmente a la celebración de la Eucaristía en la parroquia de Zacualpa y dos veces por semana participaba en las reuniones que se desarrollaban en el oratorio de su propio cantón.
En 1980 se llevó a cabo la primera masacre en la comunidad del Cantón Segundo Centro de La Vega. Rodearon la casa de Juan y él no consiguió escapar junto a su hermano. Fueron interrogados, amenazados y torturados. Su hermano logró escapar y, como consecuencia, comenzaron a torturar a Juan sin piedad, haciéndole cortes de cuchillo en las plantas de los pies y en otras partes del cuerpo. Lo colgaron, le dispararon y dejaron su cadáver como a dos kilómetros de su casa.
Padre José María Gran Cirera
El beato José María Gran Cirera tuvo como lugar de misión la Parroquia San Gaspar, en Chajul, Quiché. Fue asesinado cerca de la aldea Xe Ixoq Vitz, del municipio de Chajul, el 4 de junio de 1980, junto con su sacristán, Domingo del Barrio.
El sacerdote fue un hombre entregado a la gente en los distintos campos de trabajo, aspiraba servir siempre a los más necesitados.
En mayo de 1980, inició una gira misionera por el municipio de Chajul, que duró varios días. El viaje de retorno les llevó varias etapas, realizas a caballo y a pie. La última que emprendió fue al amanecer del día 4 de junio de 1980. El Padre, feliz de las jornadas de trabajo pastoral con las comunidades, retornaba hacia Chajul, junto con su sacristán, Domingo del Barrio Batz. Dos horas antes de llegar al pueblo de Chajul y después de cruzar un río iniciaron una larga subida y en el trayecto se percataron de la presencia del ejército en el lugar. Ya arriba, ambos fueron interceptados por un batallón del ejército y ultimados a tiros. Luego les colocaron en sus mochilas propaganda de la guerrilla para poder acusarlos de subversivos ante los medios de prensa nacional e internacional.
Padre Faustino Villanueva
Villanueva inició su trabajo en Joyabaj, Quiché, pero conoció también la región ixil, donde trabajó en la parroquia de San Juan Cotzal. Al final de su estancia en esta parroquia dio los primeros pasos para impulsar una cooperativa que liberara al pueblo de los criminales.
En todas las parroquias por las que pasó, la dinámica de trabajo era muy similar: conocer la realidad, tratar con la gente, visitarla en el pueblo y sus aldeas, anunciarles la palabra de Dios, reunirse con los responsables y directivas de Acción Católica, animar y organizar la catequesis, celebrar la fe en los sacramentos, bautizos, matrimonios, visitar a los enfermos y llevar medicinas a las aldeas.
Villanueva fue asesinado durante la noche del 10 de julio. Dos hombres jóvenes llamaron a la puerta y pidieron hablar con el sacerdote. El religioso fue a atender la llamada. Poco después fue asesinado por dos sicarios que fueron enviados a realizar este “trabajo” con el fin de silenciar la misión de la Iglesia.
Padre Juan Alonso Fernández
El Padre Juan Alonso Fernández fue ordenado sacerdote el 11 de junio de 1960 y llegó a Guatemala el mismo año de su ordenación. Fue asesinado el 15 de febrero de 1981, en el camino que conduce de San Miguel Uspantán, al pueblo de Cunén, en un sitio conocido como “La Barranca”.
Debido a que en ese entonces la iglesia de la diócesis de Quiché era seriamente golpeada por la persecución, la violencia y muerte de sus agentes de pastoral, los pocos agentes de pastoral que permanecían junto con su obispo decidieron retirarse temporalmente de la diócesis.
Se conformó un equipo de cuatro sacerdotes Misioneros del Sagrado Corazón que al ver la dura realidad de las comunidades de la diócesis, decidieron retornar a Santa Cruz del Quiché y realizar un plan de atención pastoral mínima. Alonso optó voluntariamente por encargarse de la zona norte de las diócesis. Una de sus frases era: “¡Yo por él me hice sacerdote, y si por Él tengo que morir, aquí estoy!”.
Según el documento, él siempre optaba por los lugares donde el peligro era mayor y esto definía su talante de misionero y de hombre entregado a la Iglesia.