La historia de perdón de Gemma Calabresi, viuda por el terrorismo a los 25 años: "Sentí una sensación de paz"
La viuda de Luigi Calabresi, policía en Italia asesinado en 1972, cuenta toda su vida e su libro "La grieta y la luz, un camino de perdón". Una vida de sufrimiento y amor.
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La historia de Gemma Calabresi es una historia de fe y perdón. Tenía 25 años, estaba embarazada y tenía dos hijos pequeños. En un instante su vida cambió. En su libro “La grieta y la luz. Un camino de perdón” cuenta toda su vida. Una vida de sufrimiento y amor.
Era la mañana del 17 de mayo de 1972. La familia Calabresi estaba acabando de desayunar y el marido de Gemma, Luigi Calabresi, comisario de policía, no podía imaginar que esa mañana era la última en la que iba a ver su mujer: “Digamos que nuestros sueños duraron poco: soñábamos con una familia numerosa, éramos muy felices, fue amor a primera vista. Pero con la llegada del terrorismo llegaron las dificultades, la tristeza y la ansiedad. Digamos que los sueños de una familia que empezaba a nacer se hicieron pedazos”.
"Sí, pero este es el símbolo de mi pureza"
Esa mañana en la calle le esperaban dos terroristas de extrema izquierda que le dispararon varias veces por la espalda. Antes de ese momento, Luigi se cambió la corbata y le preguntó a Gemma qué tal la veía: “Le digo que bien, pero que la de antes también estaba bien. Sólo me dijo estas palabras, que fueron las últimas que oí de su voz: "Sí, pero este es el símbolo de mi pureza". No tuve tiempo de preguntarle por qué había dicho esta frase, siempre llegaba tarde y salía corriendo. Solamente después comprendí la importancia de esta frase, era su testamento: “Me calumniaron, me convertí en chivo expiatorio, pero soy inocente y soy puro”. Y para mí después estas palabras fueron fundamentales: fue a morir con su corbata blanca”.
Gemma quedó sola y desamparada con una situación familiar crítica, con dos niños pequeños y uno en camino. Fue su párroco, el Padre Sandro, que le confirmó que su marido había muerto. En ese momento Gemma se derrumbó en el sofá, ya nada tiene sentido: “Tenía un dolor atroz y una sensación de vacío […] tenía la sensación de que todo a mi alrededor estaba enmudecido y ya no percibía ni el timbre de la puerta ni la gente que llega, es como si estuviera en otro lugar. De repente siento una sensación de gran paz, una sensación física de gran fuerza, absurda en ese momento, hasta el punto de que le digo al Padre Sandro que quería rezar un Ave María por la familia del asesino”.
"Alguien me mostró el camino y dio testimonio a través de mi"
“Eso no podía ser algo mío, porque yo no podía ser tan generosa en aquel momento: fue alguien que me mostró el camino y dio testimonio a través de mí”, cuenta Gemma a ECCLESIA.
El camino de perdón de Gemma ha sido un camino de 50 años, vividos en constantes altibajos. Cuando llegaba al momento en que sentía estar preparada para perdonar, bastaba un artículo de periódico, un documental de televisión, para que Gemma tuviera que volver a empezar todo desde cero: “Entonces pensé en la palabra perdón: perdonar es un don. No es algo que se dé con la cabeza, con la inteligencia y con el razonamiento. Sólo se puede dar con el corazón, y es un don que se da con amor. Al hacer esta lectura diferente de esta palabra, empecé este camino del perdón como una elección en mi vida, independientemente de que me lo pidieran, no importaba. Empecé este camino sin esperarme nada a cambio”.
"¿Solo mueren los buenos?"
Gemma Calabresi ha sido también en su vida profesora de religión en la escuela primaria. Fue un punto de inflexión para su vida y enseñó durante más de treinta años conociendo en el mismo colegio a su segundo marido. En el libro cuenta la anécdota de un niño que le preguntó en mitad de la clase: “¿Por qué cuando alguien muere solo se dicen cosas buenas de él? ¿Solo mueren los buenos?”.
Cuando Gemma sale de la clase está desconcertada y no para de pensar en la pregunta del niño. Es allí dónde empieza a pensar: “¿Los asesinos de mi marido son también otras cosas? ¿Serán buenos padres? ¿Habrán ayudado a los demás? ¿Habrán caminado como yo intento caminar?”.
"Tarde o temprano, ¿quién no tiene a alguien a quien perdonar?"
“Les devolví su humanidad, su vida con todas sus facetas, les devolví su dignidad como personas y les vi de otra manera. Los vi como yo y eso fue fundamental para no retroceder más, porque hice exactamente lo contrario de lo que hacían los terroristas en los años setenta y ochenta, cuando elegían un objetivo y lo deshumanizaban, lo convertían en un objeto, algo que luego podían golpear con el consentimiento popular”, cuenta Gemma.
La fe y el perdón: estos han sido los dos pilares para Gemma Calabresi que en un determinado momento de su vida vio que podría ser positivo dar testimonio sobre su camino. Está convencida que el perdón no es una prerrogativa de la religión o de las iglesias, es un sentimiento que concierne a todos: "Tarde o temprano, ¿quién no tiene a alguien a quien perdonar? Por eso creo que incluso los que no son creyentes pueden perdonar, con su propia humanidad, con su propia fuerza. Por supuesto, hay que quererlo, hay que buscarlo".
Para los próximos años Gemma tiene claro que quiere "seguir dando testimonio, porque durante mucho tiempo me guardé mi camino para mí, luego pensó que no tenía sentido guardármelo para mí, así que elegí dar testimonio de él y compartirlo, hoy con vosotros, y sobre todo confiároslo, porque así mi camino es también el vuestro, y ya no me dejáis retroceder".