Las Iglesias en Latinoamérica se solidarizan con la "perseguida" Iglesia católica de Nicaragua
Algunas conferencias episcopales han salido al paso con mensajes de solidaridad y cercanía tanto a la Congregación de los Jesuitas, como a la Iglesia de Nicaragua
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Crecen los apoyos y la cercanía a la Iglesia en Nicaragua, perseguida por el gobierno sandinista, que en los últimos días ha recrudecido su violencia con la confiscación de la Universidad Católica de América en Managua y la anulación de la orden de los jesuitas.
Algunas conferencias episcopales hermanas han salido al paso con mensajes de solidaridad y cercanía tanto a la Congregación de los Jesuitas, como a la Iglesia de Nicaragua: “Dios ha formado a la Iglesia como el cuerpo de su Hijo, de tal modo que si sufre un miembro, todos sufren con él”.
Asimismo, esta conferencia episcopal asume en propia carne la violenta persecución a la Iglesia en Nicaragua: "Hacemos nuestros los agravios que sufre nuestra querida Iglesia católica en Nicaragua, perseguida y violentada”. De la misma manera, justifican que ellos también pasaron por momentos similares en algún periodo de la historia de su pueblo.
Por otra parte, Héctor Miguel Cabrejo, arzobispo de Trujillo y presidente de la Conferencia Episcopal de Perú, en una carta al superior provincial de la Compañía de Jesús en Centro América, considera que la violencia que vive el pueblo de Nicaragua como "una dolorosa experiencia”, y también, como "una hora de prueba y dolor”, y añade, además, que es “la marca de la continuidad de la fidelidad del discípulo a su Maestro".
Los dos comunicados han expresado el dolor y la indignación por esta oleada de violencia del gobierno de Daniel Ortega a la Iglesia: “La condena injusta a monseñor José Álvarez Lago, a los sacerdotes agentes de pastoral y laicos prisioneros y la situación de la Diócesis de Matagalpa y León privadas de pastores, las amenazas y expulsiones de congregaciones religiosas, la confiscación de universidades católicas, la anulación de la nacionalidad a los que se oponen al sistema establecido".
Monseñor Héctor Miguel ha subrayado que estos actos “vislumbran cada día más un gobierno autoritario”: “Cuando el poder es ciego, acaba siendo violento y asesino. Enmudece voces, corta vidas y anula la libertad de pensar y expresarse con dignidad de los hijos de Dios". Finalmente, los obispos prometen que, a través de sus oraciones, ponen esta situación en manos de “Dios de la Vida, Príncipe de la Paz y Señor de los Señores, para que les regale la perseverancia, la libertad y la serenidad en Cristo”.