La mujer de 92 años que sobrevivió a la bomba atómica de Hiroshima

Setsuko Hattori nació en Hiroshima y después de 92 años puede contar cómo sobrevivió a la bomba atómica de 1945 lanzada por los estadounidenses

La mujer de 92 años que sobrevivió a la bomba atómica de Hiroshima

Redacción Religión

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Setsuko Hattori nació en Hiroshima, 2 Km al norte del centro de la explosión de la bomba atómica. En 1945 estaba en la clase de tercer curso de la escuela femenina, pero debía acudir a una fábrica para producir los proyectiles de los cañones. Aquel 6 de agosto podía quedarse en casa, así que desayunó tranquilamente. Fue entonces cuando se produjo la deflagración. Su casa se derrumbó completamente, pero Setsuko y su madre salieron de debajo de todas las maderas, aunque muchas astillas de vidrio se les clavaron en el cuerpo. Nunca volvió a ver a su padre, que había ido a la cuidad.

En 1951 empezó a frecuentar una escuela musical católica; el canto le servía superar sus terribles recuerdos. Un día, antes de la lección, entró en una iglesia que le llenaba de curiosidad. Empezó un camino que le llevaría a recibir el bautismo el día de san Ignacio de Loyola, con otras 9 muchachas. A sus 91 años Setsuko recuerda especialmente el día en que recibió la primera comunión. Dice que se dio cuenta de que todo había cambiado para ella: el color del cielo, el verde de las hojas, realmente todo. En 1953 tuvo una enfermedad y recuerda cómo le sostenía la eucaristía que diariamente le llevaba un sacerdote en motocicleta.

Más tarde conoció al hermano de una amiga que se convirtió en su marido, con el que ha tenido cuatro hijos. Reconoce que no ha pasado un día de su vida sin alguna equivocación, pero la oración le ha permitido mantener siempre la esperanza. Para ella la oración es lo primero cada día, algo que entiende mucho mejor ahora que padece una grave enfermedad en la médula y pasa su jornada casi siempre en la cama.

En vísperas de la llegada del Papa Francisco a su ciudad, Setsuko recuerda que tras su bautismo muchos le decían que se había vuelto más alegre, y entonces ella respondía: “¡Es verdad, cuando una es abrazada por Dios, se vuelve así!”. Y de ese modo, a través de su pobre vida, muchas personas han podido conocer a la Iglesia. A causa de su enfermedad no podrá participar en la Misa presidida por el Papa, pero espera su bendición más aún que las palabras que dirá en Hiroshima. Y ciertamente lo seguirá paso a paso con la oración.

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