Editorial ECCLESIA: De contestar unas preguntas a implicarse en el proceso sinodal
Madrid - Publicado el - Actualizado
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El objetivo del proceso sinodal que se abrirá en Roma los días 9 y 10 de octubre "no es producir documentos", sino suscitar sueños, profecías y esperanzas. Más importante que el final es el camino que se hace con otros para escuchar juntos al Espíritu Santo que sigue soplando en la sociedad actual. Y el Espíritu no hace distinciones; y habla a través de cada uno, por eso es tan necesario que participe todo el Pueblo de Dios. Cuantos más, mejor.
Durante la presentación de este proceso sinodal, el cardenal Mario Grech decía: "Un Sínodo no es un parlamento. Un proceso sinodal no es un juego de partidos en el que quien tiene más fuerza condiciona y somete al otro". Por eso, el Sínodo tendrá éxito o fracasará en la medida en que se ponga la confianza en el Espíritu Santo; en la medida en que el Pueblo de Dios se ponga a la escucha con libertad.
Este camino que comienza pondrá en los corazones una llamada a la conversión y a renovar la mente y las estructuras eclesiales para vivir el Evangelio en medio de la realidad actual. La escucha a todo el Pueblo de Dios ayudará a la Iglesia a tomar decisiones pastorales que correspondan lo más posible a la voluntad de Dios (ITC, Syn., 68). Para ello es urgente entrar en la lógica del discernimiento, donde los últimos son los primeros y donde la pirámide jerárquica se convierte en la imagen de un camino recorrido juntos.
El Papa Francisco, durante su encuentro con los jesuitas de Eslovaquia, decía que la libertad asusta: "En un mundo tan condicionado por las adicciones y la virtualidad, nos asusta ser libres". Es el momento de ejercer la libertad para dialogar y participar: cada uno desde su vocación y todos unidos en Jesucristo y su Evangelio.
En este contexto no caben las ideologías; y es necesario desenmascararlas de raíz para que no lleven a engaños. En el horizonte está la evangelización, y así, en la parroquia más pequeña de una diócesis se puede dar un diálogo fraterno con unos, con otros, con los cercanos y con los alejados. Se trata de poner a toda la Iglesia en un proceso de escucha, de diálogo y de discernimiento.