China pasa de la ley del hijo único a promover la natalidad: "La población está al servicio del estado totalitario"

El profesor de Sociología del CEU, Juan Carlos Jiménez, asegura en 'Ecclesia al día' que este control demográfico volverá a ser un fracaso: "Desde la revolución maoísta el Estado tiene capacidad plena para utilizar a su población a conveniencia”

Niño chino
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Redacción Religión

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China ha sido durante años el país mas poblado del planeta, aunque desde hace un tiempo India le ha arrebatado el liderato. El gigante asiático sufre una crisis de natalidad y de ahí que el régimen comunista llame a una nueva cultura del matrimonio y de la maternidad, por ejemplo fomentando las bodas colectivas y llamadas telefónicas para animar a las parejas a tener un tercer hijo. Algo impensable hace años, cuando China aprobaba la ley del hijo único.

Una mentalidad propia del capitalismo salvaje que cuando consideran que hay un exceso de población se fomenta el aborto y cuando es necesario más mano de obra se apuesta por medidas que incentiven la productividad.

"Será un fracaso espectacular"

El profesor de Sociología del CEU, Juan Carlos Jiménez, ha explicado en 'Ecclesia al día' que en la década de los sesenta China aprobó la ley del hijo único partiendo de “las proclamas de la ONU que por entonces tenía el gran problema de la sobrepoblación, y China al ser el país más poblado del mundo supuestamente iba a tener mayores problemas”, ha precisado.

A juicio del profesor de Sociología, tanto aquella medida del control de la natalidad hace medio siglo como la actual de animar a tener hijos utilizando formas coercitivas “serán un fracaso espectacular”, ha vaticinado.

"el humano está al servicio del estado totalitario chino”

Se tratan de legislaciones, ha subrayado Juan Carlos Jiménez, que se enmarcan dentro del contexto sociopolítico chino, que desde la revolución maoísta es un régimen totalitario “que asume que el ser humano no es humano 'per se', sino un ser humano al servicio de la nación y por tanto el Estado tiene capacidad plena para utilizar a su población a conveniencia”, ha alertado.

Todo obedece a un plan que tiene su raíz en los años cuarenta, cuando China se marca como pretensión convertirse en una gran potencia mundial, donde en en función de los momentos conviene más o menos nacimientos.

“En los años cuarenta y cincuenta la expectativa es que los hijos favorecían el crecimiento de la nación, en los sesenta y setenta se pensó lo contrario, que el desbordamiento de la población sería lesivo para los intereses de China, y ahora se vuelve a la idea de que el estancamiento de la población acabará con China como potencia. En el fondo es un elemento donde la moral ha dejado de contar, donde el humano está al servicio del estado totalitario chino”, ha lamentado Juan Carlos Jiménez en 'Ecclesia al día'.

¿Se puede implementar  la ley del hijo único en otros países?

Siguiendo con la historia de China, el profesor de Sociología del CEU ha recordado que el país asiático había conseguido una modernización que a largo plazo se sabía que iba a influir en sus índices demográficos, pero en ese contexto llegó “la presión de organizaciones internacionales como la Conferencia de Mujeres de la ONU, que presionaban sobre la idea de que la maternidad es un elemento negativo para el desarrollo y el control de la natalidad era un factor básico para el crecimiento global”, ha señalado.

Una corriente de pensamiento que, apunta Jiménez, sigue con más vigencia que nunca en este primer cuarto del siglo XXI: “Se piensa que vivimos un boom demográfico que hace imposible el consumo de recursos del planeta y no tienen en cuenta de lo que es un ser humano, el fenómeno de la maternidad, ven al ser humano como un exclusivo elemento contaminante para un mundo supuestamente feliz”, ha puntualizado.

Cuestionado si medidas como la ley del hijo único de China podría extrapolarse a otros países en este contexto mundial, Juan Carlos Jiménez considera que en las naciones democráticas “la importancia de los valores morales darán un sesgo más moral a estas medidas”, pero advierte de que en los estados totalitarios donde el Estado manda “no descartaría que estas modas de actuación sobre la demografía pueda propagarse”.