El auge de ómicron deja a Tierra Santa vacía de turistas y en depresión económica: "No sabemos qué pasará"
Cuando en noviembre Israel reabrió sus fronteras a los turistas tras casi dos años de cierre, en Belén pensaron que lo peor había pasado. La nueva variante ha alterado los planes
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Cunde el pesimismo en Tierra Santa, que prevé unas segundas Navidades sin apenas actividad turística como consecuencia de los aumentos de contagios por covid-19 y el auge de la variante ómicron. En el caso de Belén, apenas se esperan peregrinos estas semanas. El cierre fronterizo de Israel por la pandemia supone otro golpe para una ciudad dedicada al turismo, donde muchos palestinos siguen al dique seco y sin trabajo.
En noviembre, cuando Israel reabrió sus fronteras a extranjeros con visado de turista tras una larga clausura desde marzo de 2020, Belén pensó que había superado lo peor, que empezaba a pasar página y a regresar progresivamente a la normalidad turística.
Los primeros grupos de peregrinos regresaron y hubo una ligera mejora económica en la ciudad, pero el optimismo duró poco: a finales de mes, Israel cerró otra vez las fronteras por la variante ómicron, y en pocos días Belén volvió a quedar vacía de turistas.
"Fue como volver al punto cero", lamenta a Efe Jader Abu Jeries, joven que regenta un restaurante junto a su familia en la céntrica Plaza del Pesebre, al lado de la Basílica de la Natividad, donde la tradición marca que nació Jesucristo.
Esta iglesia, Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO y uno de los destinos principales para cualquier visitante en Tierra Santa, luce casi todo su esplendor tras una reforma de más de seis años que acabó a inicios de 2020, pero poco después llegó el virus y pocos pudieron contemplar sus mosaicos o pavimento de mármol restaurados.
"Nos cuesta mucho arreglárnoslas sin turistas", dice Abu Jeries, que asegura que su familia solo alcanza a pagar el alquiler del local del restaurante, sin obtener beneficios a fin de mes.
Antes del virus, especialmente por la temporada navideña o Semana Santa, la zona solía estar abarrotada de visitantes que hacían largas colas para entrar el templo o recorrían las calles estrechas del casco viejo para comprar souvenirs, objetos de iconografía cristiana o figuras religiosas de madera de olivo talladas a mano.
Sin embargo, ante la falta de turistas, la mayoría de comercios que antes estaban abiertos de sol a sol permanecen cerrados, y las puertas metálicas verdosas de las tiendas clausuradas son la tónica imperante en un paisaje donde solo se ve caminar a población local.
"Estamos casi siempre cerrados porque no hay peregrinos", cuenta a Efe Mary Giacaman, encargada de un comercio familiar de recuerdos y estatuas cristianos de madera en la Plaza del Pesebre.
En torno al 80% de población de Belén trabajaba en turismo o ámbitos relacionados antes de la pandemia. Este era "la fuente principal de ingresos de la ciudad", pero la pandemia "lo paró todo" y "desató una gran crisis económica" cuyos daños podrían ser irreparables, explica a Efe el alcalde de Belén, Anton Salman.
Según concreta, en los primeros meses de cierre, el desempleo rozó el 40%. Ahora ronda en el 25%, y muchos han tenido que buscarse la vida en otros sectores. Parte de ellos han encontrado empleo en Israel, sobre todo en la construcción, un ámbito en el que los palestinos trabajan desde hace décadas como mano de obra barata.
"Los últimos meses hicimos todo lo posible para promover Belén" y "recordar al mundo que aún sigue aquí", pero el cierre de fronteras israelí -vigente hasta el 13 de diciembre, pero que podría ampliarse- hizo que muchos grupos de turistas cancelaran sus reservas y ya no contemplen viajar durante lo que queda de diciembre.
El alcalde tiene dudas de que a estas alturas se pueda salvar la temporada navideña, y asegura que la incertidumbre marca el día a día a medida que se acerca la fecha señalada de la Navidad.
"No sabemos ni qué pasará los próximos días", dice Salman, que protesta por el hecho de que los palestinos de Cisjordania ocupada tengan sus fronteras bajo control israelí y no puedan decidir por su propia cuenta sobre si permitir o no el acceso de turistas.