El capataz y el vocero marcan el andar de los pasos en Semana Santa
El trabajo, el esfuerzo y la preparación alrededor de la Semana de Gloria hacen que cada vez sea más necesaria la figura del capataz y de los costaleros en una tradición milenaria
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Capataz: persona que guía un paso de Semana Santa por delante, que sirve de ojos de los costaleros. También es el que ayuda al mayordomo de trono a dirigir a los hombres de trono en Málaga.
Vocero: costalero encargado de llevar los cambios en las marchas.
La figura del costalero ha jugado siempre un papel importante en la evolución de las cofradías. Ya sea desde su rol de asalariados o desde su nueva posición de hermanos costaleros, su presencia se hace necesaria. Dentro de la rica diversidad que se produce, en las calles se ven pasos más grandes, más pequeños, más alargados, o más anchos. Y cada uno precisa de un número concreto de hombres para cubrir sus trabajaderas. Luego, la voz del capataz irá marcando los tiempos y los ritmos, hasta configurar una imagen única, una imagen que enamora.
El significado primitivo de la palabra costalero debemos adscribirlo a un oficio que existió en Sevilla hace varios siglos y que era el de las personas que se dedicaban a la carga y al transporte de pesados bultos durante todo el año. Estos señores, con sus costales, sus cuerdas y sus esportillas se ganaban la vida con este duro trabajo. Sin embargo, estos trabajadores no eran conocidos con el apelativo de costaleros sino de “gallegos”.
Semejante denominación de “gallego” no hacía referencia a la procedencia geográfica de estos cargadores, era una referencia puramente gremial, al no proceder únicamente de tierras galaicas si no del norte en general, encontrándose entre ellos asturianos o leoneses. Estos “gallegos” eran los que portaban los pasos sevillanos durante cuatro siglos ya que eran los faeneros perfectos para cargar con los pasos en los días sacros, días que no dejaban de ser para ellos una continuación de su oficio diario, lo único que cambiaba es que en Semana Santa la carga era “sagrada”.
En Sevilla, los pasos en semana santa se dirigen de una forma especial. Son pasos, no tronos como en Málaga, por lo que los costaleros se meten debajo del paso y lo cargan sobre su cuello protegido por un costal. Cada hombre o mujer debe soportar una carga de unos 30 a 40 kilos de peso ya que el paso sólo se apoya exactamente en la séptima vértebra de la columna de cada costalero.
La hermandad tiene un itinerario establecido de antemano como estación de penitencia que debe cubrir, en algunos casos, durante más de 10 horas. Por ello, cada hermandad dispone de varias cuadrillas de costaleros que se van rotando debajo del paso. En las pequeñas poblaciones no ocurre esta suerte, por lo que se acorta el recorrido y el horario.
La duración de las paradas, la localización de éstas, la dirección de la cuadrilla bajo el paso, son tareas a cargo del capataz que es el auténtico director de este proyecto de Semana Santa, junto con los dos contraguías que se colocan en la parte trasera.
Los costaleros que van debajo confían en él ciegamente, ellos no ven por donde van pero saben que si siguen las instrucciones de su capataz lograrán el éxito y esa confianza vale su peso en oro.
Un buen capataz sabe transmitir a su cuadrilla el reconocimiento que están recibiendo del público cuando hacen una actuación notable. Sabe cómo transmitirles esa aclamación y que la saboreen para convertirla a su vez en un deseo de agradar y de hacer más, de ir más lejos de no detenerse ante nada ni nadie.
Pero debajo de un paso, las funciones se dividen hasta formar un todo armónico, del que nacen esos acompasados andares de cada paso, que luego adquieren personalidades diferentes. Un conjunto muy diverso de funciones, todas necesarias para que la estación de penitencia discurra tal como fue pensada.
Y así, por ejemplo, se denomina “patero” al costalero de gran confianza para el capataz. Su puesto está en las cuatro patas o esquinas de un paso y suele ser hombre experimentado en el arte de sacar los pasos.
Por su parte, el capataz es el responsable directo de sacar y llevar un paso en Procesión; manda y ordena con su voz, su vista, su tacto. Se suele añadir que todo eso con “mucho cariño y arte”. En esa importante misión colaboran los “ayudantes” -- que van junto con él, ayudándolo en su labor-- y los “contraguías”, que es como se denomina a quienes corrigen las posturas del paso por su trasera, o difunden las ordenes del capataz por ese lugar
LA FUNCIÓN DEL VOCERO
Un vocero es el costalero que va debajo del paso, no está de relevo, que va dando órdenes a viva voz para que la cuadrilla ejecute los pasos al unísono según el compás de la música. Es el que conoce el repertorio completo de marchas que va tocando la agrupación o la banda de música.
Un vocero no solo es decir "sobre los pies" o "costero", es mucho más. Entiende la música y la Imagen que está portando sobre su cerviz o sobre sus hombros para transmitirlo al resto de costaleros. Siente la música que está oyendo y lo que le dicta su capataz para poder comunicarlo de la mejor forma. Tendrá errores, pero si el error lo comete la cuadrilla entera, los más de 30 costaleros, se disimula más el fallo desde fuera que si es solo unos cuantos.
Un vocero conoce la cuadrilla y se conoce a sí mismo. Sabe hasta dónde puede llegar, medir los tiempos, saber las marchas, las melodías, los compases, encajar las voces en la música y que no por gritar más, sale mejor. Estamos hablando de ese costalero que ensaya en casa, ya sea verano o invierno, bajo la ducha, en la playa o en el coche. Todo para conseguir una base, porque después prima la improvisación. Es el que se encarga de motivar al resto de hermanos de trabajadera. El primero que toma la voz, y llena de confianza al resto, siempre seguro.
Debajo de un faldón son todos iguales, pero el vocero tiene una responsabilidad muy bonita de compenetrarse con el capataz y con la música para que estéticamente la procesión sea la mejor. El paso lo dirige el capataz, pero lo guían sus ángeles de la guarda, los voceros.
Los pasos necesitan capataces y costaleros que quieran y puedan, el resto se aprende con el corazón. La vida son momentos o chicotás. Lo bonito no es salir de costalero, es ser costalero. Lo bonito no es vestirse de capataz, es ser capataz.