El Triduo Pascual: los días más importantes de la Semana Santa
Este periodo de tiempo va del Jueves Santo al Domingo de Pascua en el que se conmemora la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús
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El Triduo Pascual es el periodo de tiempo que va del Jueves Santo al Domingo de Pascua en el que se conmemora la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Son los días más importantes de la Semana Santa. Esta celebración comienza en la tarde del Jueves Santo con la Misa in Coena Domini, que conmemora lo que sucedió en la Última Cena.
El Jueves Santo
Esta noche se celebra la Última Cena que hizo Jesús con los doce apóstoles. Esa misma tarde, Jesús lavó los pies de sus discípulos, lo que significa que los cristianos deben vivir en caridad y servicio.
El Viernes Santo
Este día es uno de los importantes del calendario y de la Semana Santa. Tras el Domingo de Ramos, en el Jueves Santo Cristo ha cenado con sus discípulos y es apresado para completar lo que ya había avisado. Jesús, que fue juzgado por Pilato y condenado a muerte en la Cruz, murió el Viernes Santo y vivió su dura Pasión hacia el Calvario por nosotros. Los católicos asisten a los oficios, donde recuerdan la Pasión y Muerte de Cristo. Además, los creyentes realizan un periodo de ayuno y abstinencia.
El Sábado Santo
Este día es atípico en el calendario. Un día de silencio, reflexión, soledad... No celebramos nada. Cristo acaba de morir, y el trauma que ha supuesto en la vida y la historia pasa factura. Un día de espera y preparación para el culmen de la Semana Santa. Los sagrarios de las iglesias de todo el mundo están vacíos. Solo queda la oración, la tristeza y la reflexión. Lo que acaba de acontecer es tan duro, que merece un día así.
El Domingo de Resurrección
El Domingo de Resurrección es el día más importante del año. Jesucristo ha resucitado. Jesús ha cumplido su promesa y nos ha salvado a todos. No cabe la menor duda de la importancia de este acontecimiento histórico que incumbe a toda la humanidad.
¿Qué dice el Papa sobre el Triduo Pascual?
El Papa Francisco describió el año pasado en qué consiste el Triduo Pascual, días centrales del Año litúrgico, en que la Iglesia celebra el misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor. La tarde del Jueves Santo “es la tarde en la que Cristo dejó a sus discípulos el testamento de su amor en la Eucaristía, no como recuerdo, sino como memorial, como su presencia perenne”, señaló el Papa quien añadió que “cada vez que se celebra la Eucaristía, se hace de nuevo, se renueva este misterio de la redención”.
“Este misterio lo vivimos cada vez que celebramos la Eucaristía, cuando nosotros vamos a Misa no vamos solo a rezar, vamos a renovar, a hacer de nuevo este misterio pascual, esto es importante no olvidarlo. Es como si nosotros fuéramos al calvario, lo mismo, para renovar, para hacer de nuevo el misterio pascual”, indicó el Papa.
Además, el Pontífice recordó que en el Jueves Santo Jesucristo “nos pide que nos amemos haciéndonos siervos los unos de los otros, como hizo Él lavando los pies a los discípulos. Un gesto que anticipa la cruenta oblación en la Cruz” y agregó que “fue una ocasión de servicio a todos nosotros porque aquel servicio de su sacrificio nos ha redimido a todos. Un gesto que el Maestro y Señor morirá el día después para limpiar no los pies, sino los corazones y toda la vida de sus discípulos”.
El Viernes Santo “es día de penitencia, de ayuno y de oración” en los que “a través de los textos de la Sagrada Escritura y las oraciones litúrgicas, estaremos como reunidos en el Calvario para conmemorar la Pasión y la Muerte redentora de Jesucristo”, explicó el Papa quien añadió que “adorando la Cruz, reviviremos el camino del Cordero inocente inmolado por nuestra salvación”.
“En la hora del supremo Sacrificio en la cruz, lleva a cumplimiento la obra encomendada por el Padre: entra en el abismo del sufrimiento, entra en el sufrimiento, entra en estas calamidades de este mundo para redimirlo, transformarlo y para liberar a cada uno de nosotros del poder de las tinieblas, de la soberbia, de la resistencia a ser amados, a ser amados por Dios”, afirmó.
En esta línea, recordó las palabras de San Pedro “por sus llamas hemos sigo sanados” para subrayar que “solo el amor de Dios puede hacer esto” y añadir que “gracias a Él, abandonado en la cruz, nunca nadie está solo en la oscuridad de la muerte, nunca, Él siempre está al lado, solamente es necesario abrir el corazón y dejarse mirar por Él”.
El Sábado Santo remarcó el Papa “es llamado el día del silencio, un grande silencio en toda la tierra, un silencio vivido en el llanto y en el desconcierto de los primeros discípulos, conmocionados por la muerte ignominiosa de Jesús” porque “mientras el Verbo calla, mientras la Vida está en el sepulcro, aquellos que habían esperado en Él son sometidos a dura prueba, se sienten huérfanos, quizá también huérfanos de Dios”.
“Este sábado es también el día de María: también ella lo vive en llanto, pero su corazón está lleno de fe, lleno de esperanza, lleno de amor. La Madre había seguido al Hijo a lo largo de la vía dolorosa y se había quedado a los pies de la cruz, con el alma traspasada. Pero cuando todo parece haber terminado, ella vela, vela a la espera manteniendo la esperanza en la promesa de Dios que resucita a los muertos. Así, en la hora más oscura del mundo, se ha convertido en Madre de los creyentes, Madre de la Iglesia y signo de la esperanza. Su testimonio y su intercesión nos sostienen cuando el peso de la cruz se vuelve demasiado pesado para nosotros”, advirtió.
Luego, el Santo Padre recordó que en la noche de ese sábado con los ritos de la Vigilia Pascual “las tinieblas del Sábado Santo irrumpirán la alegría y la luz” y será “el canto festivo del Aleluya”. Se trata del “encuentro en la fe con Cristo resucitado y la alegría pascual se prolongará durante los cincuenta días que seguirán, hasta la venida del Espíritu Santo”.
“¡Aquel que había sido crucificado ha resucitado! Todas las preguntas y las incertidumbres, las vacilaciones y los miedos son disipados por esta revelación. El Resucitado nos da la certeza de que el bien triunfa siempre sobre el mal, que la vida vence siempre a la muerte y nuestro final no es bajar cada vez más abajo, de tristeza en tristeza, sino subir a lo alto. El Resucitado es la confirmación de que Jesís tiene razón en todo: en el prometernos la vida más allá de la muerte y el perdón más allá de los pecados”, señaló el Papa.
Por último, el Santo Padre subrayó que este año también viviremos las celebraciones pascuales “en el contexto de la pandemia” y añadió que las “muchas situaciones de sufrimiento, especialmente cuando quienes las sufren son personas, familias y poblaciones ya probadas por la pobreza, calamidades y conflictos, la Cruz de Cristo es como un faro que indica el puerto a las naves todavía en el mar tempestuoso”. “La Cruz de Cristo es el signo de la esperanza que no decepciona; y nos dice que ni siquiera una lagrima, ni siquiera un lamento se pierden en el diseño de salvación de Dios. Pidamos al Señor que nos de la gracia de servir, de reconocer este Señor y no dejarnos pagar para olvidarlo”, concluyó el Papa.