Lampedusa, primera salida fuera del Vaticano: Toda una declaración de intenciones

Allí, entre pateras, Francisco denunció en la Eucaristía que ofició el drama de los migrantes, oró por los miles de muertos ahogados en ese cementerio llamado Mediterráneo

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Redacción Religión

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Francisco fue elegido Papa el 13 de marzo de 2013. Y su primera salida fuera del Vaticano la hizo cuatro meses después, el 8 de julio. Su destino: Lampedusa, la isla italiana a la que llegan la mayor parte de los inmigrantes que tratan de alcanzar Europa por esa ruta del Mediterráneo.

La ínsula, la mayor del archipiélago de las Pelagias, está más próxima a África (113 kilómetros la separan solo de Túnez) que a Sicilia (205 kilómetros), pero se trata ya de territorio europeo, y eso la convierte en destino predilecto de la inmigración irregular. Si los primeros viajes internacionales de los gobernantes cuando acceden al poder suelen ser a países que requieren de atención prioritaria para los intereses de su país, el nuevo Papa hizo de su primera salida toda una declaración de intenciones.

Invitado por el párroco local, fue a Lampedusa a sacudir conciencias: las de quienes, diciéndose cristianos no actúan como tales, y las de aquellos que, sin serlo, tampoco se conmueven ante al drama y el sufrimiento ajenos. Allí, entre pateras, Francisco denunció en la Eucaristía que ofició el drama de los migrantes, oró por los miles de muertos ahogados en ese cementerio llamado Mediterráneo, y clamó contra la “globalización de la indiferencia”. Y, además, pidió perdón. Perdón, dijo, “por los que se han acomodado y encerrado en su propio bienestar que lleva a la anestesia del corazón”, y “por los que con sus decisiones a nivel mundial han creado situaciones que llevan a estos dramas”.

Un viaje programático

El de Lampedusa fue, en cierto modo, un viaje programático. En él quedó clara la idea de Iglesia que tenía el pontífice llegado de “casi el fin del mundo” y, sobre todo, que los migrantes iban a ocupar un lugar preferencial en su corazón y en sus desvelos. Francisco puso el foco en un colectivo necesitado, más que ningún otro, de samaritanos que no miren a otro lado cuando se pasa su lado. Samaritanos que los acojan, promuevan, protejan e integren en nuestras prósperas sociedades.

Declaración conjunta

Después de Lampedusa, Francisco visitó también la isla griega de Lesbos, a la que acudió el 16 de abril de 2016 en compañía del patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, y del arzobispo de Atenas, Ieronymos. Fue al campo de refugiados de Moria y firmó una declaración conjunta en la que expresó su “profunda preocupación por la situación trágica de los numerosos refugiados, emigrantes y demandantes de asilo” que llegan a Europa.

Pero la “primera piedra” de la denuncia la había puesto ya ese 8 de julio de 2013 en Lampedusa. Desde entonces, cada año Francisco celebra el 8 de julio una misa dedicada a los migrantes. La escultura Angels Unawares (Ángeles inconscientes) que mandó colocar en la Plaza de San Pedro, y que él mismo inauguró en 2019, certifica el lugar preferencial que los sufridos migrantes, hijos predilectos de Dios, ocupan en su corazón.

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