COPE entrevista al autor del último libro del Papa Francisco: "Le queda todavía mucho por hacer"
Este miércoles llega a España el libro 'Vida, mi historia a través de la Historia', escrito por el periodista italiano Fabio Marchese publicado por la editorial HarperCollins
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“Aprendamos de la Historia, sobre todo, de las páginas negras de la Historia, para no volver a cometer los errores del pasado”. La primera vez que escuché estas palabras al Papa Francisco fue durante la Jornada Mundial de la Juventud en Panamá. Acababa de concluir el rezo del Ángelus y se celebraba el Día Internacional en memoria de las víctimas del Holocausto. El Papa Francisco recordó que necesitamos mantener vivo el recuerdo pasado, de las tragedias pasadas tal y como Fabio Marchese ha reflejado en esta publicación a partir de las memorias del Papa Francisco reflejadas en hitos fundamentales en la historia de su vida desde el inicio de la Segunda Guerra Mundial, pasando por el exterminio de los judíos, el lanzamiento de las bombas atómicas, el periodo de la guerra fría, la llegada del hombre a la Luna, el golpe de Estado de Videla en Argentina, la caída del muro de Berlín, los atentados terroristas del 11 de septiembre hasta llegar a momentos tan relevantes como la renuncia al pontificado de Benedicto XVI, el cónclave durante el que fue elegido, la pandemia y el presente de su pontificado.
El trabajo de Fabio Marchese como vaticanista del grupo televisivo Mediaset, especialmente desde que en 2021 entrevistó por primera vez al Papa Francisco, y el trato posterior en los últimos años, le llevaron a proponer a Francisco que escribiera su historia a través de la Historia, tal como explica el autor a COPE: “En una de nuestras conversaciones hablábamos sobre el papel que las personas mayores pueden tener en la vida de los jóvenes y se me ocurrió que sería fantástico que el Papa Francisco dejara este legado a las próximas generaciones compartiendo sus recuerdos en primera persona, ya que en ocasiones su vida se ha contado de forma distorsionada. El proceso fue sencillo, porque le presenté un índice de hechos históricos y aceptó rápidamente. Fue una prueba más de la confianza que tenía en mí su confianza en mí”.
A lo largo de catorce capítulos, Francisco relata anécdotas de su vida familiar en Buenos Aires, donde experimentó el impacto que supuso el estallido de la Segunda Guerra Mundial, o la reacción de disgusto de su madre cuando le llegaban noticias de la persecución a los judíos. Recuerda perfectamente la sala de la televisión donde junto a sus compañeros jesuitas presenció la llegada del hombre a la luna, pasando por las difíciles circunstancias que tuvo que afrontar en la dictadura militar, cuando puso a salvo a gran número de personas que le pidieron ayuda. Entre medias, acompañado del contexto histórico que magníficamente intercala Fabio Marchese, vamos descubriendo detalles de su vida. Asegura, por ejemplo, los años 50 fueron para el los mejores porque en esa década vivió la experiencia del trabajo, del amor, de su vocación sacerdotal e incluso vivió la cercanía de la muerte cuando a partir de una gripe sufrió una grave infección de pulmón que estuvo a punto de acabar con su vida. Conocemos también que los alumnos del colegio donde impartía clase le llamaban cariñosamente “Carucho” porque tenía cara de niño.
Uno de los aspectos que quedan especialmente reflejados en el libro es la importancia que en la vida del Papa tuvo la “nonna” Rosa, su abuela paterna. El autor lo confirma: “Se descubre que la abuela Rosa dejó una impronta fundamental en Jorge Mario Bergoglio. Salía a colación en nuestras conversaciones mientras hablábamos de temas muy diversos, por lo que sigue estando muy presente en su vida. De hecho se acuerda de su abuela Rosa y de sus padres justo antes de asomarse al balcón para saludar por primera vez al mundo como Papa”.
A lo largo de 265 páginas ágiles, casi de guión cinematográfico desfila un Jorge Mario adolescente entre estudios, su primer trabajo, los amigos, las tardes de fútbol junto a su padre y hermanos, su primera novia, el momento en el que sintió la llamada de Dios, sus tiempos como provincial de los jesuitas, el motivo por el que hizo la promesa de no ver la tele, sus casi dos años de “exilio” en Córdoba, posiblemente uno de los momentos más duros y tristes de su vida en opinión de Fabio Ragona ”fue un tiempo que le sirvió de purificación y también de reflexión. Efectivamente lo recuerda aún hoy con cierta amargura, pero con mucha serenidad. En aquellos momentos el no comprendía qué estaba sucediendo, y se planteaba qué iba a ser de su vida. Pero la cercanía a Dios le ayudó a superar aquel momento. Y el periodo de estudio y de cuidado de otros jesuitas mayores y enfermos, a los que también lavaba, le ayudaron a prepararse para lo que Dios quería para él. Cuando hoy habla de la Iglesia en salida, que debe estar cerca de las personas lo hace por propia experiencia”.
En este libro de memorias, se recogen también muchas de las ideas fundamentales de su pontificado, desde la necesidad de acoger e integrar a los inmigrantes hasta la abolición de la pena de muerte, la defensa a ultranza de la vida, el llamamiento a que cese la carrera armamentística que fomenta la guerra y ensangrienta al mundo, aboga por la paz, el trabajo digno, el cuidado de la casa común y denuncia la economía agresiva que empobrece a las personas en lugar de contribuir al bien común.
Más allá de sus 87 años Francisco reitera que hasta ahora jamás pensó en renunciar, pero que si en algún momento llegara ese momento, se llamaría “obispo emérito de Roma” y se trasladaría a vivir a la Basílica de Santa María la Mayor para volver a trabajar de confesor y dar la comunión a los enfermos. Preguntado sobre si considera que el Papa ve cercano el momento de su muerte, Fabio Marchese responde: “Me ha dado la impresión de que el Papa todavía tiene en la cabeza tantas cosas que quiere hacer. Lógicamente cuando se llega a una edad todos nos damos cuenta de que se nos acaba el tiempo, pero no tengo ninguna sensación de que el Papa piense que está llegando al final de sus días. Es más, lo he encontrado muy pendiente e interesado de todas las iniciativas que sobre la mesa y por supuesto le veo muy entusiasmado, por ejemplo, con la próxima jornada dedicada a los niños y los próximos viajes. Sin duda le queda todavía mucho por hacer”.
Para escribir el libro Fabio Ragonaha estado trabajando 11 meses junto al Papa, incluyendo cuatro reuniones en el Vaticano y varias llamadas telefónicas. De todos los periodos de la vida de Francisco que aparecen reflejados en el libro, el autor considera que la mayor aportación periodísticamente hablando estaría en la parte que narra el golpe de estado en Argentina ”porque aunque se ha escrito mucho sobre el tema, el Papa personalmente ha sido muy parco al narrar aquella época, porque tampoco quería poner en evidencia todo lo que realmente había hecho para proteger y salvar vidas. Como escondió y protegió a seminaristas, al menos unos 20 en dos años” o cuando se enteró de otro joven que tenía que escapar de Argentina y como se parecía a el lo vistió de cura y le dio su documento de identidad. También salvó a dos jesuitas que habían sido secuestrados por los militares acudiendo al propio general Videla. Ese capitulo fue tan delicado que pedí al Papa que lo revisara 3 veces para que fuera exactamente tal como habían sido los hechos”.
Se trata de un libro necesario y muy interesante, que completa las principales biografías de referencia, entre ellas “El jesuita”, publicada en 2010 por Sergio Rubín y Francesca Ambrogetti y posiblemente la más divulgada: “Francisco, vida y revolución” (La Esfera de los libros, 2014) de Elisabetta Piqué, corresponsal del diario ‘La Nación’ de Buenos Aires.
Defensa de la vida
“Debemos defender siempre la vida humana, desde la concepción hasta la muerte. Nunca me cansaré de decir que el aborto es un asesinato, un crimen; no se le puede llamar de otra forma; implica destruir y deshacerse de una vida humana inocente. Es un fracaso para quienes lo practican y para quienes se convierten en cómplices, ¡asesinos a sueldo, sicarios! ¡No más abortos, por favor! Es fundamental defender Vida”
La “Profesión de Fe” que el Papa Francisco realizó antes de su ordenación en 1969 y que continúa leyendo cada día
“Quiero creer en Dios Padre, que me ama como a un hijo, y en Jesús, el Señor, que me infundió su Espíritu en mi vida para hacerme sonreír y llevarme así al Reino eterno de vida. Creo en la Iglesia. Creo que en la historia, que fue traspasada por la mirada de amor de Dios y en el día de la primavera, 21 de septiembre, me salió al encuentro para invitarme a seguirle. Creo en mi dolor, infecundo por el egoísmo, en el que me refugio. Creo en la mezquindad de mi alma que buscar tragar sin dar…, sin dar. Creo que los demás son buenos y que debo amarlos sin temor y sin traicionarlos nunca buscando una seguridad para mí. Creo en la vida religiosa. Creo que quiero amar mucho. Creo en la muerte cotidiana, quemante, a la que huyo, pero que me sonríe invitándome a aceptarla. Creo en la paciencia de Dios, acogedora, buena, como una noche de verano. Creo que papá está en el cielo, junto al Señor. Creo que el padre Duarte está también allí, intercediendo por mi sacerdocio. Creo en María, mi Madre, que ama y nunca me dejará solo. Y espero en la sorpresa de cada día en que se manifestarán el amor, la fuerza, la traición y el pecado, que me acompañarán siempre hasta ese encuentro definitivo con ese rostro maravilloso que no sé cómo es, que le escapo continuamente, pero quiero conocer y amar. Amén”.
Por qué el Papa no ve la televisión
En vísperas de mi traslado a Córdoba, donde me enviaron para ofrecer a la comunidad jesuita dirección espiritual, una noche de invierno, el 15 de julio de 1990, mientras veía la televisión con mis hermanos en la sala de descanso, se retransmitieron unas escenas un poco delicadas, por usar un eufemismo, algo que sin duda no era bueno para el corazón. Nada picante, por Dios, pero cuando volví a la habitación me dije: «Un cura no puede ver estas cosas…». ¡Así que, al día siguiente, en la misa por la Virgen del Carmen, hice voto de no volver a ver la tele! Solo en raras ocasiones me lo permito".
La reacción del Papa ante las críticas
“Había leído esa información en algún lado, «Francisco está destruyendo el papado», y ¿qué puedo decir? Que mi vocación es la sacerdotal. Ante todo, soy cura, soy un pastor, y los pastores tienen que estar con la gente, hablar con ella, dialogar, escuchar, apoyarla y velar por ella. Hoy día no tiene sentido crear distancia. Jesús no estaba por encima del pueblo, sino que formaba parte del pueblo y caminaba con él”
“Son muchos los que han hablado sobre Fiducia supplicans, la declaración del Dicasterio en relación con la doctrina de la fe sobre las bendiciones a las parejas irregulares. Solamente diré que Dios ama a todos, sobre todo a los pecadores. Y si hay hermanos obispos que deciden no seguir este camino, no significa que sea la antecámara de un cisma, ya que la doctrina de la Iglesia no se discute...Nosotros no tenemos ninguna capacidad para cambiar los sacramentos que instauró el Señor. El matrimonio es uno de los siete sacramentos y solo contempla la unión entre un hombre y una mujer. Eso no se toca”.
Renuncia al papado
Hasta el día de hoy, gracias a Dios, nunca he tenido motivos para plantearme la renuncia al papado, porque esa es una opción que, desde mi punto de vista, se puede tomar en consideración solo si se presentan graves problemas de salud. Soy sincero: nunca lo he pensado porque, como ya les dije hace unos años a unos hermanos jesuitas africanos, creo que el ministerio petrino es ad vitam y, por tanto, no veo razones para la renuncia.
Cónclave
Tengo que empezar diciendo que los días del cónclave, para no tener contacto con el mundo exterior, dormíamos todos en la Domus Sanctae Marthae (la Residencia de Santa Marta). Al volver allí para almorzar, antes de ir a comer, subí al quinto piso, donde se alojaba el cardenal Jaime Ortega y Alamino, arzobispo de La Habana, que me había pedido una copia del discurso que había dado durante las congregaciones generales.
Le llevé la transcripción, disculpándome porque estaba escrito a mano e informándole de que no tenía fotocopias. Y él me dijo: «Ah, ¡qué bien! Me llevo a casa un recuerdo del nuevo papa…». Esta fue la primera señal, pero todavía no lo entendí. Cogí el ascensor para regresar a mi planta, la segunda, pero se detuvo en la cuarta, y entró el cardenal Francisco Errázuriz, arzobispo emérito de Santiago de Chile, al que conocía de cuando estuve en Aparecida. —¿Has preparado el discurso? —me dijo. —¿Qué discurso? —pregunté con curiosidad. —El de hoy, el que tendrás que dar cuando te asomes al balcón central de la basílica… —Fue su respuesta. Y esa fue la segunda señal, aunque tampoco en este caso lo entendí. Después de bajar a comer, volví a la sala con el cardenal Leonardo Sandri. Algunos cardenales europeos que estaban ya dentro me dijeron: «Venga, eminencia, venga aquí y háblenos un poco de Iberoamérica…».
Sin darle demasiada importancia, acepté su invitación, aunque me hicieron un auténtico interrogatorio, con un montón de preguntas. Al terminar de almorzar, cuando salía, se me acercó el cardenal Santos Abril y Castelló, al que había conocido bien cuando fue el nuncio apostólico de Argentina. Me preguntó: —Eminencia, disculpe la pregunta, pero ¿es verdad que le falta un pulmón? —No, no es verdad —respondí—, me falta solo el lóbulo superior del pulmón derecho. —¿Cuándo ocurrió? —insistió él. —En 1957, cuando tenía veintiún años —le expliqué. Él se puso serio y, con actitud bastante molesta, armó: —Estas maniobras de última hora… Y ese fue el preciso instante en que me di cuenta de que los cardenales estaban pensando en mí como sucesor de Benedicto XVI.